El presidente chino, Xi Jinping, acude a la cumbre del G-20 con la mirada puesta en recuperar el terreno perdido en la arena internacional tras más de dos años de ausencia presencial en cumbres, además de reunirse con su par estadounidense, Joe Biden, con la relación bilateral en mínimos históricos.

Será el primer encuentro presencial entre ambos como presidentes de sus respectivos países, y llega en un momento de tensión agravado por sus diferencias en cuanto a la guerra de Ucrania o, más recientemente, por las restricciones impuestas por Washington a la exportación de equipos de producción de semiconductores a China.

A ojos de Pekín, es EEUU quien “crispa y amenaza” con un mayor desacople entre ambos, creando “nuevos obstáculos”, según los funcionarios chinos, que piden a Washington “un cambio de actitud”.

Biden ha adelantado que Taiwán, a la que China considera una provincia rebelde, “seguramente” formará parte de las conversaciones con el líder chino, aunque desde Pekín ya se ha insistido en que la isla es de su “interés central” y que Washington debe “manejar adecuadamente las diferencias para evitar errores de cálculo”.

No todo es Ucrania

El G-20 llega además en un contexto marcado por la invasión rusa de Ucrania y Xi, desde la posición ambigua que mantiene al respecto, probablemente insistirá en que China ya juega “un papel positivo” para alcanzar la paz pese a los llamamientos de Occidente para que convenza a Moscú de que dé un paso atrás.

La prensa oficialista china aseveró esta semana que “la comunidad internacional debe descartar que EEUU vaya a animar a los líderes ucranianos a abrirse a negociar con Rusia”, y que el G-20 será “difícil” por los “trucos geopolíticos de Washington”.

Asimismo, Xi se entrevistará también con el presidente francés, Emmanuel Macron, tras reunirse la semana pasada en Pekín con el canciller alemán, Olaf Scholz, y buscará que en las reuniones del G-20 no todo gire en torno a Ucrania.