“Nadar casi ciego fue más duro de lo que pensaba y es un orgullo tener ya en casa este récord mundial”
Hace 30 años que Carlos Peña empezó a nadar y desde entonces no entiende otra forma de vivir. Al tolosarra le motivan las causas solidarias y le acaban de certificar su segundo récord mundial por nadar casi a ciegas 24 horas seguidas en el río Urumea
Tolosa - ¿Qué supone este nuevo récord mundial?
-Estoy muy contento, porque el proceso ha sido largo. La prueba la hice en agosto y después tuvimos que mandar todos los papeles para certificar cómo se hizo, los testimonios, material audiovisual... Official World Record tiene que validar toda la documentación que le enviamos y esta semana he recibido, por fin, el título. Cuesta mucho dinero y para mí es un orgullo tenerlo ya en casa. Es el segundo que tengo, hace cinco años me dieron otro por todo mi historial deportivo.
Nadó 24 horas seguidas en el Urumea con unas gafas que simulan tener retinosis pigmentaria, ¿cómo fue la experiencia?
-Más dura de lo que pensaba. Sabía que iba a ser duro, pero cuando se hizo de noche estuve cerca de diez horas sin ver absolutamente nada. Pero la intención era ésa, vivir en mi propia piel cómo ve una persona con retinosis pigmentaria en fase avanzada. Me puse en contacto con la asociación sin ánimo de lucro DameTVisión y nuestro objetivo era concienciar a la ciudadanía sobre esta enfermedad. Por lo demás, la prueba salió muy bien y tuvo mucha repercusión.
¿Cómo preparó la prueba?
-Habitualmente entreno en Lodosa y en Orio, pero esta prueba tenía la particularidad de nadar con unas gafas especiales. Me las fabricaron en Óptica Argizti de Tolosa, y simulaban la pérdida del campo visual con su consecuente visión en túnel y la ceguera nocturna debido a las lentes solares. Estuve un año nadando con estas gafas, incluso me las ponía en casa para acostumbrarme. Pero no esperaba que fuera tan duro.
Seguro que tiene en mente más proyectos...
-Hay varios proyectos encarrilados. Espero estar al cien por cien para junio, porque me estoy recuperando de una lesión lumbar. Entonces haré la travesía entre Deba y Mutriku, zona donde trabajo como chófer de autobuses de Euskotren. Para mí será una prueba con mucho significado porque en el autobús llevo todos los días a muchas personas mayores y quiero nadar por ellos, por nuestros mayores. Después, en agosto, quiero dar un paso más y nadaré totalmente ciego en la Casa de Campo de Madrid, y para el año que viene estamos atando un proyecto muy importante: nadaré en el Central Park de Nueva York, en frente de la sede de la ONU, en el 75º aniversario de la liberación de los campos de concentración. Me gusta combinar proyectos locales con otros más ambiciosos, pero todos tienen mucho significado para mí.
¿Cuántas gestas ha realizado durante todo este tiempo?
-Calculo que son alrededor de 70. Tengo para escribir varios libros. Puedes nadar en el río Titikaka, pero no hay nadie viéndote, sin embargo, nadas en el Urumea y tienes mucho público. Cada prueba tiene lo suyo.
¿No se cansa de retarse a sí mismo?
-Me lo suelen decir, pero no me canso, y los que están a mi alrededor saben que esto es parte de mi vida. No me importa levantarme un día a las cinco de la mañana para entrenar y luego estar con la familia. Siempre le quito tiempo al sueño.
Siempre se mueve por causas solidarias...
-Solidarias y humanitarias. Cuando alguien de una asociación me da las gracias por haberme acordado de ellos, para mí no hay mayor reconocimiento.
Tiene dos récord mundiales, ¿a veces no echa en falta mayor reconocimiento institucional?
-No sé si no lo ven o no quieren verlo. Nunca he tenido ninguna ayuda ni subvención, ni lo pretendo. Pero es verdad que a veces echo en falta mayor reconocimiento, que no miren a otro lado. Pero no me importa, porque no tengo la intención de parar, seguiré haciendo lo que me gusta.
¿Por qué le gusta tanto el agua?
-Me siento libre, como un pez. Tengo sensación de libertad y tranquilidad. Me siento uno más de la naturaleza. Es curioso, porque de niño tuve un trauma con el agua que me duró bastante, pero en el año 1989 me metí en el agua y desde entonces no he salido.