No hay precedentes para describir el éxito de Zetak, el proyecto del músico navarro Pello Reparaz. Una historia que empieza en Arbizu y no se sabe hasta dónde llegará.

Cuando publicó el disco, ‘Aaztiyen’, me dijo que quería redefinir el concepto de éxito, que tradicionalmente se ha medido por repercusión y venta de entradas, y que quería darle un enfoque más personal, de quedar satisfecho con el trabajo realizado. Ahora que, indudablemente, vive un éxito, en el sentido tradicional, enorme, ¿ese éxito interior y personal ha ido de la mano, es tan grande como el que se ve desde fuera?

Mmmm… Es una pregunta muy buena. Te conté en la entrevista que quería priorizar ese concepto, era algo que necesitaba hacer para que mi felicidad y mi satisfacción no dependieran de terceros, de que el público respondiera mejor o peor a mi obra. Hice ese ejercicio y siento que me ha venido bien. Ha sido un ejercicio genuino que ha dado su fruto de manera interna. Para mí ha sido indispensable, creo que soy más libre a la hora de crear, más fiel a mí mismo. Y quizás no sea casualidad que justo ahora, cuando atiendo más a mi identidad y a mi impulso artístico y creativo, es cuando el éxito y la definición de éxito más tradicional y más común en la sociedad ha llegado a Zetak de una manera tan apabullante. Quizás no sea casualidad, quizás el hecho de atender ese espíritu más real de mi impulso creativo sea lo que le ha dado más credibilidad al proyecto y lo que ha hecho que conecte con tantas decenas de miles de personas.

¿Sería entonces también este el momento de su carrera de mayor éxito interior, de sentirse más realizado con su trabajo?

Sin duda alguna. Y además en las dos concepciones de éxito de las que estamos hablando. Totalmente, no tengo duda.

El disco ya empezó con muy buen pie, tocó tres veces seguidas en la Tótem, agotó entradas en varias ciudades… ¿En qué momento vio que la cosa se estaba saliendo de madre y que iba a tener que afrontar retos tan grandes como los que vinieron después?

Yo creo que después de los conciertos en la Tótem vimos que las historias contadas en ese disco, en Aaztiyen, estaban generando en el público otro tipo de interés, otra curiosidad. Era algo un poco más exótico que querían descubrir. Y ahí vimos que eso en lo que conceptualmente se basaba el disco tenía un poder tremendo, y es cuando sentí, de alguna manera, un impulso. Tampoco teníamos datos, lo único que sabíamos era que en Pamplona habíamos vendido tres mil seiscientas entradas, pero sentí que era el momento de intentar hacer el Navarra Arena. Me llamaban loco, porque, cuando uno vende tres mil seiscientos tickets, el siguiente paso, si te vienes arriba, puede ser hacer un Anaitasuna o algo así, pero cuando yo planteé el Navarra Arena la gente me decía y me insistía en que no había motivos para ir ahí. Y al final acabamos haciendo dos fechas y llenando las dos. Ahí hubo algo, un impulso; yo sentí que había una conexión con el público que ya era de otra índole. Salió el primer Navarra Arena y se agotaron las entradas. Salió el segundo y se volvieron a agotar. Ahí comprobamos que habíamos tocado alguna tecla o que, al menos, habíamos llegado a algún sitio.

¿Y cuál cree que fue esa tecla?

Creo que todo era por el concepto, por la idea. No hacemos nada por casualidad. Trabajamos mucho, creemos firmemente en el discurso que estamos articulando y en mi obra. Yo he estudiado, soy compositor de música popular y me dejo la vida en ello. Tengo un respeto absoluto a la profesión de compositor. Y desde ese respeto, creo que habíamos generado algo que ya, efectivamente, estaba conectando con muchísima gente, con un espectro mucho más amplio de la sociedad. Y es que no ha habido más que ahondar más en ello y reivindicar aún más lo específico, lo pequeño, nuestras historias, nuestros pueblos, nuestros nombres propios, nuestros lugares concretos para que ese efecto vaya a más, a más y a más. Yo creo que ese fue el punto de inflexión, pero no solo para el fenómeno social en el que estamos, sino también para nosotros, nos ayudó a entender qué podíamos aportar como proyecto.

Peio Reparaz, cantante de ZETAK Oskar Montero

Le llamaban loco y es cierto que, en recintos como esos, se corren importantes riesgos económicos y artísticos, porque hay que estar a la altura. ¿Tan seguro se sentía para lanzarse a ello?

¿Sabes qué pasa? Que el riesgo es parte de la idiosincrasia del proyecto, y esto lo hemos hecho siempre. A nivel creativo, a nivel de producción… Siempre hemos arriesgado, en todos los aspectos. Es verdad que en este caso el salto era enorme, porque ya entras en unos terrenos en los que te la juegas bastante y la puedes liar. Si te sale mal una de estas jugadas te puede marcar la vida a nivel financiero y, por supuesto, dar al traste con el proyecto. Fue un momento un poco complicado, pero bien es verdad que yo sí que estaba convencido. Y poco a poco, tras reflexionar, creo que mi entorno lo supo ver y me apoyó en todo, estoy muy agradecido. Creo que supieron estar a la altura y me acompañaron en aquella locura, de la cual ahora son parte. A veces ahora casi soy yo el que les tiene que parar los pies a ellos.

"El riesgo es parte de la idiosincrasia del proyecto, pero yo estaba convencido"

Entonces se retroalimentan, ¿no?

Sí, efectivamente. Tenemos un peligro terrible en este momento (risas).

El espectáculo ha ido mutando. Mantiene elementos comunes, pero en el Navarra Arena representaba más el presente, en Illumbe el pasado y en Bilbao va a abordar un futuro un poco distópico, en la línea de Orwell y su novela ‘1984’.

Así es. Mitoaroa no deja de ser un proyecto que, de alguna manera, estamos descubriendo nosotros a la vez que el público. Igual no a la vez, pero casi. Es un proyecto radicalmente líquido que está evolucionando constantemente, hasta el último día. El día antes del espectáculo sigue mutando y sigue cambiando. Creo que eso es bueno, aunque también cansa, tengo que admitirlo; cansa porque son producciones tan grandes que cada cambio supone muchas cosas, implica a mucha gente y eso, evidentemente, te va desgastando, estás siempre en tensión. Lo que se ve en el escenario es el resultado de muchísimo trabajo, muchísima ilusión por hacer algo especial, algo diferente que al final el público entiende y percibe. Eso nos motiva muchísimo.

El de Bilbao tratará sobre un futuro lleno de violencia, palizas, rumores de guerra… La actualidad sociopolítica internacional no es nada alentadora. ¿Cree que esta polarización que vivimos podría derivar, en nuestro entorno más cercano, en un enfrentamiento civil, como se dice en su espectáculo?

Es muy difícil saberlo, no soy sociólogo, no me atrevo a hacer un diagnóstico, pero es verdad que, en general, la situación sociopolítica mundial no invita a la esperanza. Yo soy una persona que articula discursos esperanzadores en su obra; por ejemplo, Zeinen Ederra Izango Den fue una canción que tuvo mucho impacto y era un mensaje muy positivo. Pero también soy la persona que va a casa, lee algo, empieza a reflexionar y es radicalmente catastrofista; ese también es Pello, y creo que ahora estamos viendo más a este Pello que al otro. Soy muy fan de Orwell, siempre lo he sido, y soy muy fan de la ciencia ficción. Esta es una oportunidad para disfrutar creando una obra. Ahora estoy creando narrativas, estoy escribiendo textos para actores, cosas que siempre me han gustado muchísimo. Poco a poco, con respeto y con cariño, me estoy adentrando y creo que esta es una oportunidad preciosa para disfrutar e intentar descubrir a donde nos puede llevar Mitoaroa. También para lanzar un mensaje y reflexionar sobre temas de 2026 con una obra ficticia ambientada en 2084.

No habla de concierto, sino de espectáculo, ‘Mitoaroa’ es más que un concierto: hay danza, hay teatro, hay mucha gente actuando, hay un vestuario especial, hay iluminación, está toda la carga mitológica… La parte escénica parece casi tan importante como la música.

Llevamos muchos años, desde el principio de Zetak, diciendo que este es un proyecto artístico multidisciplinar, pero es verdad que hasta ahora era más una proyección o una declaración de intenciones que una realidad. Creo que ahora, con Mitoaroa, se puede decir que esto se ha convertido en realidad. Ahora este sí es un proyecto multidisciplinar, algo muy difícil de etiquetar porque, como bien has dicho, tiene una parte de teatro, una parte filosófica, una parte de cine… Por supuesto, el eje central es la música de Zetak, pero hay muchos departamentos que yo ni sabía que existían y que son propios del cine. Hay un departamento de realización increíble, mucha gente trabajando. Está el baile también… Hay un montón de disciplinas conviviendo en Mitoaroa.

¿Y cómo lo hace un chaval de Arbizu para competir en la liga de las grandes estrellas internacionales?

Sí, efectivamente, a pesar de que hemos tenido la oportunidad, no hemos firmado ni con Warner ni con Sony ni con Universal. Tenemos un equipo de trabajo con una ilusión increíble, con unas ganas terribles, y con mucha responsabilidad por la confianza que el público ha depositado en el proyecto. Todo esto hace que estemos siendo capaces de crear esa estructura en Navarra y País Vasco, porque al final la gran mayoría de la gente que forma parte del proyecto es de Euskal Herria; también hay mucha gente de Cataluña y de todo el Estado. Hay un equipo de más de doscientas personas sacando adelante Mitoaroa. Entiendo que una súper productora internacional podrá hacerlo con un equipo de cien personas, pero nosotros estamos descubriendo cómo funciona esto, no tenemos ejemplos.

¿Y cómo se asimila semejante respuesta del público? ¿Cuesta volver a la tierra después de llenar tres plazas de toros o de agotar las entradas de San Mamés en tres horas?

No sé responderte todavía. ¿Sabes qué pasa? Es que salgo de una locura, llevo nueve meses preparando Mitoaroa II, en Donosti, tres noches loquísimas, algo fuera de lo común. Se emite también por la televisión pública vasca y tiene un seguimiento brutal, me empiezan a llegar inputs por todos los lados, y en este mismo momento presentamos el siguiente reto, San Mamés. Todo está sucediendo, literalmente, sin tiempo para sentarme a reflexionar sobre lo que acaba de pasar en Illumbe. Ayer (el miércoles) llenamos San Mamés, un estadio en tres horas, y hoy (jueves) sacamos un segundo estadio. Es algo muy fuerte para un chaval de Arbizu que lleva toda la vida dedicándose a la música. Estuve quince años de un lado para otro, tocando todos los fines de semana, en cualquier sitio que me dejaran. Tuvieron que pasar quince años para que llegara a ser mileurista y pudiera dejar mi trabajo y dedicarme exclusivamente a la música. Entonces, ahora, hacer dos estadios… De momento soy total y absolutamente incapaz de entenderlo ni de procesarlo. Tiene que pasar tiempo, me gustaría hacer terapia también, intentar entenderlo y situarme.

"Tuvieron que pasar quince años para que llegara a ser mileurista y pudiera dejar mi trabajo y dedicarme exclusivamente a la música"

Entiendo que ese bagaje anterior le ayudará.

Claro. Empecé a tocar con 13 años, mi primer concierto fue en el gaztetxe de Altsasu, ahí comenzó este periplo. Toda esta locura me llega con 35 años, después de muchas batallas, muchos viajes, cientos y cientos de conciertos, toda la trayectoria de Vendetta, todos estos inicios de Zetak, con una pandemia de por medio, con muchas buenas y malas noticias, muchas buenas y malas experiencias. Todo esto ha pasado a lo largo de los últimos veintitrés años y me ha llegado en un punto de mi carrera y de mi vida en el que ya tengo una madurez.

¿Y cree que todo esto le puede suponer una presión para el futuro, cuando se enfrente a un nuevo reto?

Es que a mí esto me pone cachondo. Tengo ganas de sentir esa presión, que ya llevo un tiempo sintiéndola, la verdad. Después de lo del Navarra Arena, la tenía para Donosti, y ahora la tengo para San Mamés. No me echa para atrás, me pone cachondo.

37

[Fotos] La vibrante noche de Zetak en Donostia Arnaitz Rubio

Y todo esto, cantando en euskera.

Creo firmemente que no es más hito porque sea en euskera. Creo que sólo se podía haber hecho en euskera. Vamos a llenar San Mamés, no una, sino dos veces. Lo vamos a llenar de mitología, de nuestro carnaval rural, de nuestra identidad y, por supuesto, de euskera. Todo esto sólo se puede hacer desde el camino que hemos elegido nosotros, no haciendo un producto genérico, sino centrándonos en lo que somos, atendiendo a nuestra identidad y contando una historia que es la nuestra. Por mucho que sea a través de la ficción, lo que se cuenta es lo nuestro. La historia de un chaval que nació en Arbizu y que sigue viviendo en Arbizu treinta y cinco años después, y todo lo que le ha tocado vivir. No es una historia más especial que la de los demás, pero hemos decidido contarla. Y contarla sin lijar las aristas, por decirlo así. Esto es lo que hay y creo que es exactamente eso con lo que ha conectado la gente.

"Vamos a llenar San Mamés con mitología de nuestro carnaval rural, de nuestra identidad y, por supuesto, de euskera"

O sea, que ha jugado a favor. Porque nunca se había llenado San Mames con una propuesta euskera.

Efectivamente, nunca se había llenado San Mames con una propuesta en euskera. Eso es lo que nos están diciendo. También que nadie ha hecho San Mamés dos veces consecutivas. Esto también es nuevo, es algo bonito, y sí, creo que, sin duda alguna, el euskera ha posibilitado que estemos ahora en este punto.

Cuando se llega a tanta gente, entiendo que también habrá parte del público que no hable euskera, que no entienda las letras, pero que se sienta atraída por la propuesta.

Sí, no cabe duda. En eso ha habido un salto exponencial. Lo noto en Navarra, en nuestra Navarra, que es tan plural. Voy por la calle y noto que ahora se me acerca gente de diferentes perfiles. Muchos de ellos no hablan euskera, y desde cualquier punto de Navarra me llegan noticias de que el proyecto despierta interés. Esto, a mí, sinceramente, me hace muchísima ilusión, porque, en un pueblo tan plural como puede ser Navarra, que mi proyecto aúne esas formas tan diferentes de vivir Navarra me hace sentir muy orgulloso.

¿Y se plantea llevar ‘Mitoaroa a grandes escenarios de ciudades en las que no se hable euskera? Un Movistar Arena de Madrid o un Sant Jordi de Barcelona, por citar.

Este año hemos hecho más del 95% de conciertos fuera de aquí. Es decir, hemos girado por Cataluña, por Valencia, por Galicia... Por todo el Estado. Estamos tocando sin parar fuera de aquí. Estamos creando un público que entiende cuál es la razón de ser del proyecto y se siente identificado con la defensa de las lenguas no hegemónicas, que es lo que en este momento se coloca en el centro, en el eje de nuestra filosofía y de nuestra intención creativa. Ese es un mensaje universal. En un mundo cada vez más globalizado, voces especiales, pequeñas y únicas como la nuestra, son de gran valor y van a seguir siéndolo. En este sentido, creo que esto nos está abriendo muchísimas puertas.

Ha hablado en alguna ocasión de que quería pasar de lo más concreto a lo universal. ¿Ese podría ser el resumen del momento actual de Zetak?

Claro. Y esto es lo más importante del proyecto, su razón de ser. No tanto pasar de lo concreto a lo universal, sino reivindicar que lo concreto es universal. Los artistas jóvenes tienden a hacer de su obra algo genérico, pensando que así todo el mundo se puede sentir identificado porque nadie queda excluido. Puedes creer que si optas por que toda la población mundial pueda sentirse parte de tu proyecto, solo por estadística, algunos caerán. Pero es un error. Parece una reflexión lógica, pero no lo es, y nosotros lo estamos demostrando. Hemos optado por el camino opuesto. Contamos una historia muy específica que poca gente de fuera de aquí conoce, y estamos llenando estadios. Este puede ser un mensaje para los artistas jóvenes que estén leyendo esta entrevista.