E L milagro se hace posible todos los días. En realidad, lo hacen posible los arrantzales que estos días se embarcan cada tarde para faenar de noche y que regresan a puerto antes del amanecer, normalmente, para descargar los ejemplares capturados, subastarlos y que estén en los mercados al mediodía, ya sea en Tolosa como en Madrid; en Bilbao como en Barcelona. Pescado fresco, listo para consumir sin que hayan transcurrido ni 24 horas desde su captura. Género de primera que viaja desde Euskadi a todo el Estado.
Detrás de una pieza fresca en el mostrador de una pescadería, se esconde la oscura labor de cientos de pescadores que viven su particular crisis y que no cobran si no pescan. Un mundo en el que, como decía ayer el patrón del Gure Gogoa, de Orio, Santiago Peiro, "no existe el sueldo base", y en el que "si no pillamos, nos fastidiamos todos".
Pese a todo, con la crisis, "hay gente que lo había dejado y ahora quiere volver y no puede. Hace cinco, seis o siete años, había trabajo abundante en tierra firme y muchos arrantzales lo dejaron por su dureza. Hoy en día, con la crisis, sucede que algunos piden trabajo y se encuentran que otros de fuera han cogido su sitio y no lo ceden".
Son jornadas largas, aunque generalmente de lunes a viernes, salvo en la campaña de los túnidos. "Los que vamos al cerco, según los acuerdos que tenemos con los pescadores, no podemos zarpar antes de las nueve de la mañana del lunes", explica el patrón.
Según explica Peiro, "antes, en el mar se ganaba mucho dinero. Ahora la cosa se ha quedado en menos; aunque las condiciones de trabajo han mejorado mucho, las ganancias se han reducido también mucho. Los barcos pescan todos los años lo mismo o más, pero la diferencia está en cuánto vale en tierra firme ese pescado y en que los gastos se han multiplicado. El gasoil es nuestra ruina; nuestro vapor, por ejemplo, consume 230.000 litros de combustible al año, entre 2.000 y 2.500 litros al día", asegura.
Por ello cobran especial importancia para los arrantzales campañas como la del verdel, una especie que se pesca a poca distancia de la costa y que permite regresar a puerto a diario. La rutina de los 15 trabajadores que se embarcan en el Gure Gogoa es un ejemplo de cómo funciona este sector: "De lo que se pesca, la mitad es para el barco, para su dueño, y la otra mitad para los marineros. Luego está la comida, que también se paga a partes iguales. La mitad la abona el marinero y la otra, el jefe. La Seguridad Social, por ejemplo, el 70% la soporta el jefe y el 30% el trabajador. Y el resto de gastos, para el jefe. Y si tenemos un mal día o una mala campaña, el perjuicio es para todos. Si no pescamos, no gana nadie", explica el patrón.
Para que la sardina, el verdel, el txitxarro o la anchoa lleguen a primera hora de la mañana a puerto, hay que trabajar de noche: "A la tarde partimos y observamos en qué zonas hay más pescado para estar preparados para la noche; luego se parte lo más rápido posible; por ejemplo, ayer, desde Santoña, tardamos cinco horas a Getaria; en el puerto se descarga y se vende la carga a los mayoristas: Mercabilbao, Mercabarna (Barcelona), Mercazaragoza, Mercamadrid... En Gipuzkoa también, pero la mayoría sale en camiones para toda España. Lo que hemos pescado de noche y vendido a la mañana, a mediodía tiene que estar listo para su venta en el punto de destino", señala.