donostia - El tercer descenso en las ocho temporadas del Gipuzkoa Basket en la Liga ACB ha sido el más duro, inesperado y quizás traumático de todos. En el primero, en 2007, todo era nuevo para el club y la consecuencia lógica fue el descenso; en el segundo, en 2013, la temporada se torció desde el inicio y la pérdida de categoría empezó a asumirse muy pronto. Sin embargo, nadie pensaba que este GBC de Jaume Ponsarnau iba a acabar bajando a los infiernos. Por un lado, porque salió de los puestos de descenso en la jornada ocho y no regresó a ellos hasta este pasado domingo; por otro, porque todo el mundo confiaba en que el Real Madrid ganara al Manresa. Pero la bala de Pablo Laso falló, el conjunto guipuzcoano perdió en Zaragoza y ahí se desencadenó el desastre.

Hasta que llegó esta carambola maldita, la temporada del GBC podía calificarse de buena. Muy buena incluso hasta marzo. Porque el club hizo la plantilla con menos presupuesto de la categoría y con tan escasos mimbres -exceptuando las cinco primeras jornadas, saldadas con otras derrotas hasta que el puzzle de jugadores encajó- el equipo logró competir de forma fantástica, manteniéndose fuera de la zona peligrosa y ganando todos los duelos directos ante sus rivales de la zona baja (Fuenlabrada, Sevilla, Manresa y Andorra). Su fiabilidad y competitividad le hizo plantarse en la jornada 24 con un balance de nueve victorias y quince derrotas, un gran balance que le permitía contar con tres triunfos sobre el descenso.

El margen parecía más que suficiente y todo marchaba sobre ruedas. El GBC aspiraba incluso a dejar cuatro o cinco equipos por debajo en la tabla. Pero dos derrotas en los derbis ante Baskonia y Bilbao Basket dieron paso al desencadenante de la crisis: la traicionera e inesperada marcha de Taquan Dean. El Gipuzkoa Basket perdió el 4 de abril ante el Gran Canaria con una canasta en el último segundo de Oliver en un partido en el que el escolta americano ya no jugó. Oficialmente, por un problema físico. Pero fue porque estaba negociando su marcha a Irán, que se confirmó un par de días después. El poder del dinero.

El GBC se quedó sin su máximo anotador, sin ese jugador que marcaba las diferencias en ataque y que además daba la talla en defensa y entrenaba como el que más. La falta de esa pieza desarmó por completo el puzzle y Ponsarnau ya no dio con la tecla para que su equipo volviera a ser competitivo. Un fichaje fallido, el de Abercrombie, y una falta de calidad alarmante. Solo una victoria en las diez jornadas finales provocó el desastre. “Éramos lo que éramos y somos lo que somos”, dijo el técnico catalán tras perder contra el Sevilla en la penúltima jornada. Sin el factor diferenciador de Dean, el GBC simplemente no tenía nivel para la ACB. Los pesos pesados no han sabido tirar del carro y los jugadores que salían desde el banquillo aportaban demasiado poco. Además, entraron en juego los nervios y muchos jugadores se han visto superados por las circunstancias, agobiados por un descenso que poco tiempo atrás parecía imposible.

Y, para rematar la faena, una tranquilidad inexplicable en los días previos a la cita decisiva en Zaragoza. En la plantilla daban prácticamente por imposible que el Manresa ganara en Madrid. Cuando los catalanes cogieron la delantera en el marcador, el GBC, en lugar de aferrarse a su partido, naufragó por completo. Se vino abajo. En un escenario inesperado, no supo reaccionar y acabó bajando. Fue la última muestra de la falta de competitividad y calidad del equipo en la recta final del curso. Como muestra, el GBC acaba como el conjunto menos anotador de todos, con una media de 70,85 puntos a favor por jornada. Muy pocos.

un panorama desolador El descenso es deportivo, como hace dos años. Entonces, el club se salvó en los despachos, porque los alrededor de cinco millones de euros que tiene que pagar un conjunto de LEB para subir a la ACB -casi tres por el canon de entrada y cerca de dos por el fondo de ascensos y descensos- son un muro difícil de escalar con la actual crisis económica. La situación podría repetirse este año. Ha subido el Burgos -que tiene difícil afrontar ese gasto- y el otro puesto se lo están jugando el Ourense y el Lugo, dos clubes que ya tienen el canon y que por tanto deben hacer un desembolso menor. Pronto, en dos o tres semanas, se sabrá si hay dos, uno o ningún ascenso desde la LEB hasta la ACB. Si hay una renuncia, el club guipuzcoano, al ser penúltimo, recibiría la invitación de la liga para continuar.

Las posibilidades de lograr una nueva salvación en los despachos es, por tanto, más que posible, así que el GBC podría continuar en la máxima categoría, pero eso no implica que el panorama ahora mismo sea desolador. El proyecto del Gipuzkoa Basket está claramente en entredicho. Cada año su presupuesto baja y esta temporada ha competido con 2,6 millones, la cifra más baja de los 18 clubes. Y no parece que esta cantidad vaya a aumentar de cara al año que viene. Con presupuestos tan exiguos, solo cabe pelear por la salvación y encima con pocas probabilidades de éxito. De hecho, en las tres últimas temporadas el GBC ha bajado dos veces. Un panorama que no ilusiona ni a aficionados, ni a instituciones ni a posibles patrocinadores.

El presidente del Gipuzkoa Basket, Álvaro Bilbao, dijo hace un año que llegaría un momento de plantarse y reflexionar seriamente sobre el futuro del club. Sin duda ha llegado el momento de hacerlo. El proyecto está en un instante decisivo: si no hay una inversión económica, su futuro no parece muy halagüeño. No es descartable dar un paso atrás y competir en la LEB, por mucho que las circunstancias permitan continuar en la ACB. Las próximas semanas se antojan decisivas para saber hacia dónde va el Gipuzkoa Basket.