Hay veces que las coincidencias parecen resonar bajo una lógica cósmica. A esa conexión improbable, siempre impuesta por la mirada del observador, el psicólogo y psiquiatra suizo Carl Gustav Jung la llamó Sincronicidad. El 23 de julio, el mismo día en que Altxerri, el club de jazz por excelencia de Donostia, reabrió sus puertas, el Café Central de Madrid, una referencia a nivel del Estado de este tipo de establecimientos dedicados a este género musical, anunció que cerraba la persiana para siempre. Dos sucesos independientes, no relacionados, que parecen encajar en una arquitectura superior: pura sincronicidad. “Es como la vida: alguien muere y, al mismo tiempo, nace un bebé”, opina Luis Cortés, el nuevo dueño del Altxerri, en una conversación mantenida con este periódico, que hace unos meses anunció la feliz reinauguración del local después de dos años de silencio.

Aunque hablemos de un ‘nacimiento’, conviene recordar que el club donostiarra es apenas un año más joven que el madrileño. Altxerri abrió en 1983 y el Café Central lo hizo en 1982. Cortés, que emprende este proyecto en paralelo a su empresa Events & Holidays, afirma que desean que el público principal del club sea local. Eso sí, pone el listón alto: “Queremos convertir Altxerri en el mejor club de jazz de todo el Estado”.

Desde su reapertura, hace casi dos semanas, se han ofrecido conciertos en directo todas las noches. Esa es una de las señas que Cortés desea que tenga la nueva gestión: contar con músicos sobre el nuevo escenario del bar, que se ha levantado un palmo para mejorar tanto la visibilidad como el aislamiento acústico, las siete jornadas de la semana, entre las 19.30 y las 22.30 horas, aproximadamente.

En cuanto al estilo musical, su intención es alejarse de la dirección artística que tuvo el Altxerri durante el último periodo antes de su cierre, cuando era gestionado por los responsables de la sala Dabadaba, y volver al espíritu original del club de los setenta y los ochenta.

El nuevo dueño —también ha adquirido lo que era la galería de arte, un espacio para el cual aún no se ha decidido un uso— comenta que estos primeros días el público ha respondido “muy bien”, si bien es cierto, reconoce, que el viento ha soplado a favor, dado que se inauguró en el contexto del Jazzaldia. Aun así, esta última semana, en la que ya no ha habido conciertos del festival dirigido por Miguel Martín, la asistencia del público también ha sido satisfactoria.

La incógnita será qué pasará durante los fríos meses de invierno, tras una pandemia que ha afrancesado los horarios de los vascos. Por el momento, la nueva gestión se muestra contenta con el resultado y reconoce que muchos antiguos clientes, músicos y guipuzcoanos le han agradecido reabrir el negocio, en un tiempo en el que la capital parece morirse poco a poco. “Una de las cosas más satisfactorias que nos está ocurriendo es que la gente no viene a darnos la enhorabuena, sino a darnos las gracias”, comenta el empresario donostiarra, que afronta este proyecto con “una nueva ilusión” nacida de “su pasión” por el jazz.

El ‘nuevo’ local

Iluminación, instrumentos, aislamiento, mobiliario… Altxerri ha regresado con algo más que un lavado de cara y con una presencia eminentemente acogedora.  

Entre las novedades principales, se encuentra la habilitación de dos espacios que antes pertenecían a la galería. Por un lado, se ha instalado un camerino para que los artistas puedan estar cómodos, y por otro, un lounge bajo las escaleras de acceso, donde antiguamente se situaba el espacio de enmarcado de láminas. Este área, algo más alejada del foco de los conciertos, está destinada, cuenta Cortés, a quienes quieran un ambiente más relajado, con música de fondo. Además, se ha colocado una televisión para transmitir en directo lo que sucede sobre el escenario. Otro aparato se sitúa tras los arcos característicos del local, en una zona con visibilidad reducida.

La propuesta musical 

Aunque Cortés figure en primera línea, deja la explotación y gestión del club en manos de Mica Uriz y Germán Fernández. La primera se encarga, sobre todo, del apartado de hostelería, mientras que el segundo se enfoca en la dirección musical. Entre bambalinas, además, se encuentra una pareja de veteranos estadounidenses, históricamente vinculados a un potente festival de blues en Portland, que se afincó en Donostia hace unos cinco años. Eran clientes fijos del Altxerri, al que acudían varias veces por semana. Esta dupla, con su profundo conocimiento de cómo son los clubs de jazz en Europa y al otro lado del charco, ha ayudado a la nueva propiedad a definir el “concepto” del Altxerri, a detectar las “necesidades” de un negocio de estas características y a seleccionar los instrumentos. A su vez, servirán como nexo de contacto con formaciones de Estados Unidos y de otros países con importante peso jazzístico, como Francia, para que, de vez en cuando, viajen a actuar a Donostia.

Micu Uriz, Germán Fernández y Luis Cortés, en uno de las nuevas estancias de Altxerri. Arnaitz Rubio

Como se ha citado, el objetivo es que haya conciertos todos los días, principalmente de jazz y blues, así como de otros estilos relacionados. El escenario está disponible tanto para bandas o solistas profesionales como para músicos que están empezando, a quienes se les da “una oportunidad de crecer”. En este sentido, Cortés se siente muy satisfecho por el acuerdo alcanzado con Musikene, que permite a alumnos y profesores de la especialidad de jazz actuar dos veces por semana y organizar jam sessions. Además, trabajan en atraer a artistas que incluyan el Altxerri en sus giras por el Estado, dentro de una colaboración con otros clubs de la zona. Por ejemplo, con Tato Gracia, de la Bilbaína Jazz Club, que lleva 35 años organizando conciertos todas las semanas en la capital vizcaina.

Parece que la reapertura comienza a dar sus frutos. Cortés relata cómo, hace pocos días, un saxofonista de Brooklyn, que viaja por el mundo conociendo clubs como el Altxerri, recaló en el local como espectador hasta que se ofreció a actuar con el ensemble que tocaba en directo. “Era un virtuoso. Esto también es lo bonito, que surjan cosas imprevistas”, añade Cortés.

Hasta ahora, los conciertos han sido gratuitos, pero con el objetivo de remunerar adecuadamente el trabajo de los artistas, planean comenzar a cobrar entrada y “acostumbrar” al público a esta práctica, la de pagar por el arte. “Lo introduciremos de forma gradual; no queremos que sea disuasorio”, expone el propietario, que añade que los aficionados al jazz y a la música en general comprenden esta práctica y desean que el proyecto del Altxerri “dure”. Mientras tanto, con la esperanza de que continúe mucho tiempo, este domingo, como ayer, volverá a sonar música en directo en este emblemático local de la calle Reina Regente