El arte es algo vivo, en permanente evolución. Así ha sido desde las pinturas rupestres, pasando por los genios del Renacimiento o las rupturas del cubismo y la abstracción, hasta llegar a nuestros días. En este siglo XXI, en plena revolución de una inteligencia artificial (IA) que provoca fascinación y temor a partes iguales, esta tecnología ha desembarcado en el Museo Guggenheim Bilbao de la mano de Refik Anadol (Estambul, 1985).
El artista turco afincado en Estados Unidos, situado a la vanguardia del arte algorítmico, presenta Arquitectura viva: Gehry, una obra inmersiva y multisensorial que utiliza formas generadas por la IA para reinterpretar los diseños de Frank Gehry, el arquitecto que ideó el icónico edificio que alberga el museo de la capital vizcaina. La muestra in situ: Refik Anadol estará bierta hasta el próximo 19 de octubre.
Arquitectura viva: Ghery es una instalación concebida específicamente para la sala 208 del Guggenheim, cuyas cuatro paredes de 16 metros de altura se han convertido en lienzos que ofrecen al visitante una experiencia envolvente, con imágenes proyectadas en “una obra de 360 grados”, como la definía el propio Anadol, que confiesa su cansancio tras haber estado ultimando detalles del montaje hasta las cinco de la madrugada. “Hemos trabajado duramente para empujar las fronteras. La obra no tiene un principio y un fin”, añade.
Anadol ha dedicado un año entero a entrenar un modelo de IA para esta exposición del Guggenheim, en lo que ha definido como un proceso “increíblemente difícil”. No en vano, ha partido de 35 millones de imágenes, muchas de las cuales provienen del archivo de libre acceso de Gehry. Todo ese ingente material lo ha conseguido el artista turco “de una manera ética”, como subraya la comisaria de la exposición, Lekha Hileman, para utilizarlo como un conjunto de datos a partir del cual generar composiciones visuales en permanente transformación. “El visitante va a ver muchísimas variaciones. Es prácticamente imposible ver lo mismo dos veces. La sala es un espacio en el que el espectador se mete en la mente de la máquina”, esboza la comisaria.
RELATO VISUAL
En esta idea de una “obra viva”, a semejanza de la propia expresión artística, en la que “cada momento es único” incide también el creador. Se trata, a su entender, de plasmar un “relato visual” en un lienzo que “no tiene ningún límite”.
Respecto a su significado más profundo, Anadol muestra su esperanza en que Arquitectura viva: Gehry “no solo hable sobre tecnología, sino que hable de hacia dónde vamos”. En comparación con otros grandes inventos que han marcado la historia de la humanidad, como “la rueda o el fuego”, el artista entiende la inteligencia artificial “no solo como herramienta”, sino como algo más avanzado. En este contexto, ve como un reto “el encontrar lo humano en lo que no es humano”. Pese a confesar que ha hallado “un mundo nuevo en el algoritmo”, Anadol huye de visiones apocalípticas en torno al futuro que depara a la humanidad la inteligencia artificial: “La espiritualidad, la filosofía, los sentimientos, las emociones... Todo eso prevalecerá”.
Anadol considera natural la aplicación de la IA al arte, que desde siempre se ha planteado su cosmovisión del mundo desde una perspectiva cercana a la “ciencia ficción”. Esta tecnología, eso sí, provoca una aceleración nunca antes conocida en los procesos creativos: “Si trabajas con IA, tu pincel y tu pigmento van a cambiar todos los días. Esa sensación de cambio permanente es muy potente”.
La instalación, acompañada de un paisaje sonoro compuesto por Kerim Karaoglu que incluye grabaciones procedentes del Guggenheim Bilbao, centra la exposición. Es la primera de una serie de muestras que, bajo el título de in situ, incluirán obras creadas específicamente para los espacios del museo en las que se presentarán proyectos de artistas contemporáneos que trabajan en el ámbito de la escultura, las instalaciones ambientales y las creaciones multimedia.