Hubo un tiempo no tan lejano en el que era elemental contar con una gran biblioteca en casa en la que no podía faltar una buena colección de enciclopedias. Hoy, en cambio, en tiempos de Wikipedia, los libros físicos han pasado a un segundo plano, llegando a convertirse en muchos casos en una herencia que nadie desea. La mayoría de las bibliotecas, faltas de espacio, optan por no aceptar donaciones salvo en contadas excepciones, lo que lleva a más de uno a enviar las colecciones a depósitos o directamente a la basura. No obstante, muchos lectores, concienciados por la sostenibilidad del planeta, no hacen ascos a los ejemplares de segunda mano mientras su comercio continúa al alza.

Hace unas semanas, Juan Berasategi, hijo y nieto de encuadernadores artesanos, dio con dos contenedores llenos de cientos de libros en el Garbigune de Oiartzun. “Tengo casi 80 años y nunca antes había visto algo así. Había bolsas y bolsas repletas de libros muy antiguos”, describe este delineante jubilado a este periódico. Un rápido vistazo por las bolsas le permitió dar con varios ejemplares históricos, como un diccionario vasco-francés-español escrito por Resurrección María de Azkue en 1906 o una edición de 1877 del capitán inglés Henningen sobre su campaña en Euskadi y Navarra junto al general Zumalakarregi.

“El papel de los libros en las casas ha cambiado. Antes era muy importante tener una enciclopedia”

Beatriz Moral - Propietaria de Re-Read

“He nacido entre libros. Los amo y no podía entender cómo alguien los había dejado allí”, cuenta este donostiarra, que se hizo con cuatro de estos ejemplares con la intención de salvarlos de su desaparición. No obstante, varias llamadas a diferentes bibliotecas, desde las municipales hasta el Koldo Mitxelena y Tabakalera, pasando por la del Doctor Camino-Serapio Múgica, especializada en historia de Donostia, Gipuzkoa y Euskadi, le dejó claro que nadie tenía intención de hacerse con ellos. “Es desesperante. Una biblioteca así tiene un valor histórico muy importante”, señala, al tiempo que afirma poseer más de 2.000 libros en casa. “Recojo libros que suelo encontrar, pero ya no me entran más, así que ahora los leo y los llevo al frigorífico que hay en Cristina Enea para que tengan una nueva vida”, cuenta.

A pesar del valor histórico que podrían tener estos libros, lo cierto es que desde hace tiempo la política de la mayoría de bibliotecas del territorio es la de no aceptar donaciones. “Es muy típico que acudan a nosotros cuando vacían la casa de sus aitas y quieren donar los libros a la biblioteca. Se ponen en contacto por email o vienen al mostrador, pero no los solemos coger porque o ya los tenemos o son muy viejos. Solo lo hacemos si vemos que son de cierto interés”, explica Coro Esteban, de la red de bibliotecas de Donostia Kultura.

Beatriz Moral, de la librería Re-Read de Donostia. Ruben Plaza

Las bibliotecas, necesitadas de espacio para almacenar todos sus fondos, deben ser muy cautas antes de hacerse con cualquier ejemplar, por lo que rechazan enciclopedias, revistas, novelas que ya disponen por muy buen estado en el que estén o volúmenes desfasados. “En el tiempo que llevo aquí trabajando, no he visto todavía ninguna joya especial”, afirma entre risas Esteban, asegurando que la mayoría acuden con libros que solo se han leído una o dos veces en la vida.

 “Sí cogemos libros sobre Donostia que tuvieron una tirada pequeña y que no tenemos para así añadirlos al fondo local. También los que son en otros idiomas, de los que tenemos un fondo reducido, como, por ejemplo, los que son en árabe”, explica. Para todos los demás, en la puerta de cada biblioteca se coloca un carrito en el que es posible depositar gratuitamente aquello que se desee y, de este modo, lo pueda coger otra persona. “Los hay que están muy usados y otros que se nota que han estado expuestos y tienen humedad, pero, en general, son libros que están bien. Lo que pasa es que muchas de las novelas de novedad ya las tenemos”, agrega.

Diferenciar entre biblioteca y archivo

Desde Koldo Mitxelena Kulturunea, por su parte, su director, Patxi Presa, explica que hay que distinguir entre las donaciones particulares y las que llegan desde fondos privados de personalidades ilustres del territorio. “Koldo Mitxelena tiene una función provincial y singular. Parte de ella es ser una biblioteca pública, pero también ser la salvaguarda del patrimonio de Gipuzkoa. Hay que saber diferenciar entre una biblioteca y un archivo”, asegura.

El espacio limitado del centro, más en estos momentos en los que su sede habitual se encuentra en obras, lleva a que no se acepten donaciones particulares. “No nos podemos permitir ese lujo. Como mucho podemos dejar espacios para que la gente los deje. El valor personal que le puede dar una persona a su biblioteca no tiene por qué ser el valor que le podemos dar nosotros”, observa.

“Es muy típico que acudan a nosotros cuando vacían la casa de sus aitas y quieren donar los libros”

Coro Esteban - Red de bibliotecas de Donostia Kultura

Sobre el resto de fondos que llegan, Presa desvela que en estos momentos el centro se encuentra en un proceso de reflexión sobre qué criterios establecer. “Es algo que exige un espacio, por lo que el crecimiento es complicado. Además, hacen falta muchos recursos, por lo que todos esos fondos hay que estudiarlos y catalogarlos”, explica. 

Entre los fondos personales del Koldo Mitxelena se encuentran, entre otros, los de Gabriel Celaya, Julio Urquijo y Jose Maria Busca Isusi. Además, el centro trabaja con tres fórmulas: las donaciones de familiares, la compra y el comodato –un contrato que permite ceder gratuitamente el fondo durante unos años determinados–, aunque esta opción se estudia erradicar. “No es fácil determinar el punto exacto de hasta dónde. Es algo que necesita una reflexión profunda”, puntualiza.

Libros de segunda mano, un negocio al alza

No obstante, mientras las bibliotecas rechazan prácticamente cualquier donación que llega, la venta de libros de segunda mano se encuentra en un gran estado de forma tras dispararse un 200% durante la pandemia, según detallan desde Uniliber, la asociación sin ánimo de lucro formada por profesionales especializados en libros antiguos, descatalogados y de segunda mano.

Esto ha llevado a una proliferación de tiendas de compra-venta de libros, como, por ejemplo, Re-Read, situada en el barrio donostiarra de Gros. En este espacio el pasado año se compraron más de 38.000 ejemplares y se vendieron 42.000. En estos momentos, además, el establecimiento cuenta con catálogo aproximado de 50.000 libros.

“Hay mucha circulación de libros. Estamos cambiando continuamente y a veces no sabemos ni lo que tenemos”, cuenta Beatriz Moral, propietaria del local, en el que se compra cualquier libro, salvo enciclopedias, por 25 céntimos, y se venden por 4 euros. “Las grandes recogidas las hacemos o por un fallecimiento o por una mudanza. Hemos llegado a recoger hasta mil libros. También hay quienes vienen con dos o tres cajas”, añade.

“El valor que le da una persona a su biblioteca no tiene por qué ser el que le damos nosotros”

Patxi Presa - Director de Koldo Mitxelena

Del mismo modo, hay un cliente habitual, con una sensibilidad especial por la sostenibilidad, que cada vez que compra un libro y lo lee, lo vuelve a vender. “El papel de los libros en las casas ha cambiado. Antes era muy importante tener una enciclopedia a la vista, aunque luego jamás se abriera. Ahora se busca tener más espacio en casa”, indica Moral. 

Aún así, todavía siguen existiendo los coleccionistas, “los que no se separan de sus libros hasta que se mueren”, y que acuden en busca de ese libro raro y descatalogado casi imposible de encontrar. “Hemos llegado a tener libros que están por 200 euros en el mercado online y los hemos vendido por 4 euros, aunque lo de Internet siempre son precios locos y luego tienes que dar con alguien dispuesto a pagarlos. También hemos tenido libros de arte maravillosos, de Oteiza, por ejemplo, que reservamos y solo sacamos cuando alguien nos los pide”, relata.

Los más jóvenes, por su parte, en contra de lo que pudiera parecer, son los principales demandantes de clásicos y de títulos filosóficos y políticos, por detrás incluso de los románticos o de fantasía. También hay una notable clientela euskaldun, que acude a Re-Read en busca de libros que hace tiempo que dejaron de estar disponible en las librerías tradicionales. 

Por todo ello, es evidente que aquellos libros que ya no tienen lugar ni en las estanterías particulares ni en las bibliotecas pueden encontrar un nuevo acomodo en las tiendas de segunda mano. Excepto las enciclopedias, que, irremediablemente, parecen abocadas a los garbigunes.