Tabakalera inaugura su primera gran exposición del año centrada en la escultura. Coincidiendo con los centenarios de los nacimientos de Eduardo Chillida y Nestor Basterretxea, el Centro Internacional de Cultura Contemporánea ha diseñado una línea expositiva para 2024 que acaricia los escultórico. En total serán tres las muestras que se centren en esta disciplina, a la que Tabakalera se acercará desde “una mirada plural y contemporánea”. La primera de ellas, Larruak eta izurrak (Pieles y pliegues), comisariada por Laura Vallés Vilches, se ha presentado este viernes y cuenta con obras recientes de siete mujeres, tanto locales como internacionales. Las piezas de Nora Aurrekoetxea, June Crespo, Sahatsa Jauregi, Kimia Kamvari, Yael Davids, Iman Issa y Lúcia Koch han tomado hasta el próximo 2 de junio la sala principal de exposiciones de la primera planta de la antigua fábrica de tabacos de Egia. La mayoría de ellas han acompañado a la comisaria y a la directora cultural del centro, Clara Montero, en la visita guiada para la prensa que ha tenido lugar esta mañana.

Si bien el origen de la exposición es escultórico, Larruak eta izurrak difumina las fronteras de sus propuestas, haciendo que las obras linden con lo matérico, con lo performativo, con lo audiovisual y con lo dispositivo. Todo ello se convierte en un artefacto con el que Tabakalera abraza los cuerpos, “no sólo humanos, sino también animales y maquínicos”. Así lo ha explicado Vallés Vilches, que ha confesado su interés, desde la curatoría, de continuar con conversaciones abiertas hace tiempo con algunas de las artistas que protagonizan la muestra y que han sido posibles gracias a las “lógicas” de la institución donostiarra en favor de la creación. “Las obras construyen un relato que tiene que ver con las contradicciones de nuestro presente, con las urgencias de la contemporaneidad, las formas de cuidado del momento que nos acompaña y la necesidad de poner en valor otras formas de aprender juntas”, ha comentado la comisaria.

Tabakalera, cuerpo, materialidad y escultura

Larruak eta izurrak se abre con dos piezas de la bilbaina Nora Aurrekoetxea, en las que la materialidad cobra especial relevancia. Para crear KAIA y Erdibitu, realizadas recientemente en Rijksakademie (Ámsterdam), la artista ha utilizado hormigón textil, un material que se usa en la construcción y que tiene la particularidad de que es maleable durante cinco horas antes de que se vuelva sólido y recio. Aurrekoetxea ha moldeado unas esculturas que parecen ligeras, como cortinas tras las que uno se esconde “para jugar”, aunando lo visible y lo invisible.

'Larruak eta Izurrak' se abre con 'KAIA' y 'Erdibitu', de Nora Aurrekoetxea, creadas con hormigón textil. Arnaitz Rubio

El hall de la sala de exposiciones que divide los espacios, da paso, a su izquierda, al corredor que recibe al visitante con Core, un conjunto de esculturas de hormigón ejecutadas por la iruindarra June Crespo, y que la cineasta Maddi Barber filmó en un audiovisual, desde la extracción del material hasta su consolidación. Este “manual de uso” de Core, se convertirá en “una plaza habitada”, gracias a los cuerpos de Beatriz Setién, Maia Villot y Antonio Mechen, que con el uso de la gomaespuma transformarán las esculturas en un “dispositivo” que transformará el espacio.

A pocos metros de la obra de Crespo, Lúcia Koch ha instalado Sans fin, a medio camino entre la escultura, la instalación y la fotografía. Se trata de una tela con una impresión fotográfica en rojo sangre que se funde en la tierra y que cae desde unos colgadores, asemejándose a una cortina que se puede atravesar.

El rojo de la tela resuena con el polvo de leche teñido de rojo sangre que como una pequeña duna alargada se extiende sobre el suelo. Se trata de una escultura volumétrica ideada por Kimia Kamvari, que dialoga con una serie fotográfica titulada Gáv, que en persa significa “vaca”. Precisamente, la “reflexión” de Kamvari, según ha contado ella misma, se mueve “desde la leche hasta la sangre”, desde el “espejo animal” que representa el anima bovino hasta la violencia implícita en el “acto de matar”. Sus fotografías, en las que se confunde el lomo de las vacas con las laderas de las montañas, evoca al mito de Persia sobre el animal que a sus espaldas cargaba con el mundo.

El ala izquierda de la sala de exposiciones de Tabakalera se cierra con tres esculturas de la fotógrafa egipcia Iman Issa. Según ha explicado la autora, se trata de tres autorretratos que, al mismo tiempo, “son retratos de otras personas”, concretamente, de literatos como Alenka Zupancicm William S. Burroughs y Christa Wolf.

El ala derecha, por su parte, acoge el trabajo de las dos artistas restantes para las que el cuerpo también es fundamental. 

Por un lado, Yael Davids, artista performativa, ha dispuesto en el suelo una serie de esterillas confeccionadas con excedentes de lana de oveja proporcionadas por el Centro de Acercamiento a lo Rural de Madrid, sobre las que todas las semanas se introducirá a los visitantes en el método Feldenkrais, centrado en la introspección y autoconciencia de los movimientos. El espacio de las esterillas se cierra mediante materiales reutilizados como maderas de la construcción, vidrios y textiles .

La artista performativa Yael Davids y la comisaria Laura Vallés presentan la instalación de la primera. Arnaitz Rubio

Por otro y por último, Sahatsa Jauregi ha diseñado una máquina escultórica de acero, similar a un andamio, pensada para ser manipuladas por terceros. La compañía de artes escénicas Tripak, formada por Andrea Berbois, Maite Mugerza, Marina Suárez y Natalia Suárez, ha sido la encargada de accionar esta maquina –tiene partes móviles– y de devolverle a Jauregi la pregunta que la artista les planteó en un inicio: “¿Cómo se activa esta máquina?".