na fregadera, una manilla de puerta, una silla de diseño, un portarretratos o unos guantes de goma bastan para encender la chispa de la inspiración y que el motor creativo de Javier Muro se ponga en marcha.

Lo doméstico se vuelve conceptual tras pasar por las manos y la mente del escultor navarro. Y, manipulado por él de una manera sencilla e inteligente, reinventado según su estética y, sobre todo, según su concepto, en pieza artística interrogativa, con carga metafórica y simbólica, nos interpela sobre el mundo. Sobre nosotros mismos.

Esta es la esencia de un arte que puede disfrutarse este invierno en Donostia. La galería Altxerri acoge hasta el 30 de enero la exposición A veces. Javier Muro, con la obra más reciente del creador navarro. Piezas que aluden a la naturaleza cambiante del objeto y a cómo su esencia y función se transforman al cambiar su apariencia, siendo ésta la nueva naturaleza de la cosa como símbolo evocador. Obras que denotan una transmutación y sugieren la evidencia del flujo del tiempo, simbolizando a su vez, también, un cambio en la realidad que retratan.

"El cambio en lo cotidiano como un sismógrafo susceptible al temblor doméstico o a la vehemencia del hogar de realidades enfrentadas, entre la ironía y la paradoja de los objetos cotidianos y el sarcasmo o la crítica de una cultura cercana", destacan desde Altxerri sobre la exposición, que reúne 14 esculturas con reutilización de objetos y realizaciones en varios materiales: acero, aluminio, granito, bronce, madera y poliéster.

Javier Muro (Pamplona, 1968) trabaja significados complejos a través de una manipulación sencilla con referencias explícitas a la otra acepción de la apariencia: la falsificación como consuelo de un estatus inalcanzado. La reapropiación, el doble sentido, la manipulación trascendente del objeto encontrado y una especial fijación por los elementos y objetos del hogar y el entorno doméstico, son las constantes del imaginario y de los proyectos del artista en su trabajo.

En la primera exposición de Javier Muro en 1990, acompañaba su catálogo un breve texto que acababa en esta frase: "Las cosas parecen ser lo que sólo son a veces" -como enunció Frank Stella-; ese "a veces" fue la última palabra de la primera exposición y ahora es la primera de esta última treinta años después.

Como el propio Javier Muro indica, el título de la exposición hace hincapié en lo que ha sido siempre su "manera de hacer con el objeto cercano, del hogar, de la casa". "Ese a veces sugiere que las cosas son lo que aparentan ser solamente algunas veces. Las cosas y nosotros, también. De ahí que el título, ese A veces. Javier Muro, haga un guiño a esa reflexión. Me fijo no tanto en las certezas sino en las posibilidades de la existencia de las cosas o de los individuos. En esa alternancia de escenarios", dice.

Algunas veces se crea la sensación de que las obras están detenidas, una temporalidad a veces latente, a veces explícita. El escultor pone el foco en las posibilidades de cambio, que sugieren un paso temporal y también diferentes realidades dentro del ámbito doméstico. "La idea es que las piezas siempre tienden a hacer un recorrido desde la apariencia, por medio de cambiar precisamente la apariencia de esa cosa que elijo, hacia un símbolo nuevo que sea germinal, que sea más evocador, y tenga algunos conceptos que le dan sentido", cuenta.

El renacimiento de nuevos símbolos abiertos

Sillas reconocibles por su carga de diseño, como la silla Barcelona de Mies van der Rohe o la silla Wassily de Breuer; objetos domésticos como una fregadera, unos guantes de goma, un hacha, una manilla de puerta o un portarretratos, son algunos de los objetos de los que parte Muro en esta exposición, que funciona a modo de 14 piezas independientes pero también en su conjunto, como un todo, "una decoración, por así decirlo". Una obra única.

En la poética de Muro, un portarretratos es "un ancla temporal, un piolet que utilizamos dándole a la ladera mientras nos deslizamos por el hielo, vitalmente. Es uno de esos objetos que nos anclan, o que queremos que nos anclen a la vida, a la trascendencia, al dejar algo: una fotografía, aunque sabemos que es imposible trascender, que esa idea está en oposición con el devenir vital", explica de este objeto, que "en sí ya tiene esa carga emocional del recordatorio, y ya introduce el tiempo, y la vejez... Suelo partir de objetos que tienen una carga comunicativa ya importante, consensuada aunque muchas veces olvidada o ignorada, y luego, con una manipulación sencilla o una mirada inteligente, se convierten en otra idea, en un símbolo nuevo". En este caso, un portarretratos en un ancla temporal.

Necesita objetos físicos de los que partir a priori. "De lo contrario, acabaría haciendo obras únicamente estéticas según mi criterio. Y eso me parecería un poco poco. De esta manera, voy más allá, me muevo más en el mundo de las ideas que en el mundo de las formas. Aunque las formas que salen del proceso también son interesantes y siempre busco también un resultado plástico, pero me concentro más en el mundo de la idea", explica Javier Muro.

Otro nuevo símbolo ante el cual nos sitúa en la exposición A veces surge de una manilla de una puerta transformada aquí "en una especie de puñal-lapicero, que puede dar entrada a ciertas actitudes violentas o vehementes en la vida del hogar", dice, puntualizando que no se trata de una exposición temática ni narrativa. "Los símbolos están bastante abiertos", dice.

E impregnados de un aspecto lúdico -al final, el escultor juega con unos planteamientos, unas leyes y unas normas que él mismo se impone-, así como irónico y poético. "Siempre procuro metaforizar de alguna manera, o llevar la realidad a ese aspecto más poético. En cuanto a la sorpresa, considero que el arte siempre debe tener un componente de sorpresa, y precisamente por tenerlo queda al final un regusto irónico. Como cuando alguien se pega un susto y luego se echa a reír. Después del susto viene la descarga", apunta.

La sorpresa y el asombro cobran más valor si cabe en un tiempo como el actual, de saturación de imágenes y una anestesia general. "Es cierto, estamos un poco inmunizados. Yo sigo buscando en los objetos y sorprendiéndome a día de hoy, yo el primero", reconoce este artista que tiene la certeza de que sus obras funcionan cuando ve "que crean sensaciones en el espectador".

Javier Muro considera la actual crisis "un momento todavía un poco más complicado para el arte". "Nuestra profesión vive un poco en la cuerda floja y cualquier incidencia en el mercado social hace que aún sea un poco más difícil, pero bueno, tanto al galerista Javier Balda como a mí nos apeteció hacer la exposición ahora en Altxerri, quizá para plantarle cara de alguna manera a esta situación y ofrecer una visión desde el punto de vista artístico. Todo lo relacionado con la cultura es ahora mismo un salvavidas. La vida sin cultura sería muy anodina", defiende. Y esta exposición, añade, "es una excusa para que el público pueda tener un momento de interés, dentro del contexto".

Bienvenida la oportunidad.

Título.A veces. Javier Muro.

Dónde. Galería Altxerri de Donostia (Reina Regente, 2).

Cuándo. Hasta el 30 de enero, de martes a viernes de 11 a 13. 30 y de 17 a 20. 30 horas; sábados por la mañana, de 11 a 13.30 horas.

Estudió Ciencias de la Información y en 1989, con apenas veinte años, obtuvo el Primer Premio de Escultura Pamplona, Jóvenes Artistas, y en 1991 una beca de ayuda a la creación en Artes Plásticas otorgada por la Institución Príncipe de Viana. La década de los 90 supuso para él múltiples premios. Artista que sabe moverse entre la figuración y la abstracción, su escultura tiene un claro interés por el diseño y las orientaciones poéticas.

"Me fijo no tanto en las certezas sino en las posibilidades de la existencia de las cosas"

"Concibo el arte siempre con un componente de sorpresa y, precisamente por tenerlo, al final queda un regusto irónico"

Escultor