n 2016 Train to Busan fue celebrada como una bocanada de aire fresco por crítica y público, cansados de un subgénero que no había ofrecido nada nuevo desde la mirada autoral de 28 días después (2002) y del remake de Elamanecer de los muertos (2004). En una época en la que lo más interesante del cine de zombies se encontraba en la gamberrada -véase las ovejas zombies de Black Sheeps (2006), los castores zombies de Zombeavers (2014) o los zombies nazis de Dead Snow (2009)-, la de Yeon Sang-ho innovaba al convertir un tren en marcha infestado de muertos vivientes en el tren de la bruja; en la que la única manera de sobrevivir era seguir hacia adelante estancia tras estancia, dejando en el poder de imaginación del espectador cómo atravesar el siguiente vagón sin recibir un mordisco. Todo ello, además, aderezado con el punto justo de drama familiar. Train to Busan también vino a confirmar el excelente estado de salud del cine coreano en este siglo, que ocupaba titulares y festivales con nombres como el de Kim Ki-duk, el de Park Chan-wook y, por supuesto, el de Bong Joon-ho. También abonó el terreno para estupendas series de televisión como Kingdom. Es más que oportuno abrir la Semana del año del COVID-19 con una cinta sobre un virus tan contagioso que obliga a la OMS a poner un país en cuarentena, pero Península, secuela de Train to Busan en la que Sang-ho sigue a los mandos, queda muy lejos de esta. Apenas se percibe en esta secuela una sombra de su predecesora y eso que ambas han sido reconocidas por Cannes. Con un mayor presupuesto que apenas se aprecia por la escasa calidad del CGI automovilístico que recuerda demasiado a un Mad Maxhipervitaminado por la influencia de los videojuegos, el cineasta arrincona la amenaza zombie, frenética en el tren, para traernos una máxima que Kirman ha explotado durante 16 años en The Walking Dead: no hay nada más peligroso que el ser humano. En Península, un equipo de refugiados coreanos debe incursionar en su país, aislado por la pandemia, para hacerse con un botín que los muertos no reclamarán. Al llegar, no obstante, el espectador descubre que se ha equivocado de película y que está viendo Perseguido (1987), pero sin la gracia de Schwarzenegger.