Desmond Doss fue el primer objetor de conciencia que recibió en Estados Unidos la Medalla de Honor, una condecoración que solo otros dos objetores han logrado después. Harry Truman le concedió esta distinción en 1945 por la valentía y determinación que mostró en la batalla de Okinawa (Japón) durante la II Guerra Mundial. Allí, Doss salvó a 75 hombres sin llevar encima una sola arma.
El joven Doss pertenecía a la Iglesia Adventista del Séptimo Día y tenía grabado a fuego el mandamiento No matarás. Cuando quiso alistarse en el ejército como médico no armado, su postura chocó con la de las autoridades militares, pero su perseverancia hizo que consiguiera alistarse en el destacamento médico de infantería. Incluso sus compañeros se mofaban de él y lo veían como un peligro en las trincheras.
Tras la fase de entrenamiento, fue destinado al frente del Pacífico, donde la guerra tenía los días contado y los enfrentamientos se recrudecían.
Durante la batalla de Okinawa, la unidad de Doss recibió la orden de participar en el asalto al acantilado de Maeda, una misión prácticamente imposible por lo escarpado de la colina y porque allí les esperaban nidos de metralleta, trampas y soldados nipones escondidos en cuevas y dispuestos a dejarse la vida en el combate. Allí fue donde Doss demostró ser no solo un hombre de principios, sino también de un valor extraordinario. Con la misma valentía con que combatió a las autoridades militares que querían prescindir de él por negarse a coger un fusil, se jugó la vida una y otra vez en el campo de batalla para evacuar a decenas de compañeros malheridos.
El protagonista de esta historia falleció en 2006 a los 87 años. Nunca había querido vender los derechos de su vida porque quería alejarse de la fama y la popularidad, pero al final se decidió a compartir su historia para que no se perdiera. Varios años antes de su muerte, el realizador Terry Benedict había recibido su autorización para empezar a producir el documental The conscientious objector.
El caso de Demond Doss llega a la gran pantalla gracias a un guion escrito por el dramaturgo ganador de un premio Pulitzer Robert Schenkkan (Kentucky cycle, All the way) y el guionista australiano Andrew Knight (El maestro del agua), y bajo la batuta de Mel Gibson (Brave heart, La pasión de Cristo, Apocalypto).
El realizador australiano vuelve a la dirección después de una década sin ponerse tras la cámara con una historia a su medida, en la que tiene ocasión de recrear combates épicos y de retratar a personajes de profundas convicciones.
La primera mitad de Hasta el último hombre transcurre en Virginia, tierra natal del Desmond Doss (Andrew Garfield) y el lugar donde se forja su carácter. Allí conocemos a su padre (Hugo Weaving), un veterano traumatizado por su experiencia en la Primera Guerra Mundial violento y alcohólico; a su madre (Rachel Griffiths), que mantiene a la familia unida y sirve de referencia moral a su hijo; y a la joven Dorothy Schutte (Teresa Palmer), la joven enfermera que se convertiría en su mujer y en su apoyo incondicional.
Completan el reparto Luke Bracey como Smitty Ryker, líder natural de la compañía que en un principio se oponía a Doss, Vince Vaughn, en el papel del sargento Howell, y Sam Worthington como el capitán Glover.
La película se rodó enteramente en Australia y se estrenó en el Festival de Venecia.