El 17 y 18 de julio de 1936, al fracasar su intento de golpe de estado, los facciosos declaran la guerra contra la República. En Donostia, nuestra ciudad, un grupo formado por jefes oficiales de artillería, ingenieros, carabineros, policía gubernativa, falangistas, requetés y afines, siguiendo las consignas de los sublevados, se les unen. Toman los edificios más emblemáticos de San Sebastián y se hacen fuertes en ellos.

Los pocos milicianos que disponían de armas han partido hacia Eibar. Grupos de voluntarios acuden a las sedes de los partidos políticos en busca de armas. El PSOE y PC disponen de algunas cortas, salvadas del 34.

Los anarquistas tienen algunos fusiles que habían conseguido arrebatar de los alijos que traían vía Navarra la organización del falangista arquitecto José Manuel Aizpurúa y, formando barricadas improvisadas, ofrecen resistencia numantina a las tropas. La llegada en un último momento de los voluntarios que habían partido para Eibar consigue liberar la ciudad a costa de importantes bajas. Los facciosos retroceden y se atrincheran en los cuarteles de Loiola.

Los republicanos cercan los cuarteles, desde donde tiradores de élite siguen produciéndoles, entre los bisoños combatientes, numerosas bajas.

Una avioneta con los colores republicanos arroja unas granadas contra los cuarteles. Los sublevados, fracasado su intento sorpresa, y viendo que no llega la ayuda prometida, comienzan a flaquear.

La rendición. En una primera reunión presentan, firmada por el teniente coronel José Vallespín, una propuesta de rendición bajo tres condiciones: que los republicanos dejen de disparar. Según el testimonio de Amilibia, presidente la Junta de Defensa de Gipuzkoa, fue lo más sencillo (“No nos quedaba un solo cartucho”). Que se rindieran las tropas regulares o civiles representativos. Amilibia comentó que “resultó complicado. Sacamos de la cárcel de Ondarreta a algunos G.C. (veinte), mikeletes y guardias de asalto”. La última condición no se pudo cumplir: los sublevados deberían de ser juzgados por un tribunal militar.

Con esta tropa y en presencia de Miguel de Amilibia y los diputados Irujo y Lasarte, los facciosos se rindieron. Los voluntarios republicanos había derrotado a los sublevados ganando la batalla por la ciudad de San Sebastián.

Los combates terminaron con la derrota de los enemigos de la República. Los muros de los edificios son los testigos mudos de la entrega de unos hombres y alguna mujer por la libertad de San Sebastián. Que sean los restos de los edificios el libro donde se escriba, recuerde y agradezca su sacrificio.

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