El donostiarra Antxon Eceiza fue la cabeza visible del Cine Nacional Vasco, un movimiento de reflexión que inició tras su exilio en México donde, paradójicamente, comenzó su trayectoria como "cineasta vasco" con la película Mina, vientos de libertad, que le sirvió para hablar del conflicto en Euskal Herria desde el otro lado del charco. Asimismo, Eceiza fue el primer director que optó a la Concha de Oro con una película en euskera, Ke arteko egunak, que se proyectará en el cine de Tabakalera este sábado, 22 de octubre.

En la víspera de la ‘Operación Ogro’ en la que ETA acabó con Carrero Blanco, Eceiza se exilió, primero a París y luego a México.

He podido leer las memorias de Antxon depositadas en su fondo y son muy divertidas, episódicas. En la primera página él hablaba de la Enmienda Idígoras, que decía que contar los secretos de los demás era de hijo de puta, pero contar los de uno mismo era de gilipollas y que él no iba hacerlo. Antxon nunca jamás desveló las razones últimas por las que se tuvo que exiliar. Había rumorología sobre que se autoexilió, que no había razones para ello, pero él sostenía que un día después a marcharse entraron a buscarlo a su casa. La realidad fue que acabó en México.

En México inicia su etapa como “cineasta vasco” con un encargo, ‘Mina, vientos de libertad’.

Es muy curioso que una persona recién llegada a México pudiera dirigir una superproducción, financiada entre aquel país y Cuba. La única obligación que le pusieron es que debía abordar la historia de Javier Martín Mina –nacido en Noain en 1789 y guerrillero que participó en la Guerra de la Independencia de México– pero le dieron libertad para que él estuviera hablando de la situación en Euskadi. No se puede ver esa película sin abstraerse de lo que ocurría aquí. El final de la película es muy paradigmático de ello: mientras están fusilando a Mina se leen los versos de Txiki y se oye a un coro cubano cantar Eusko gudariak.

Volvió a Euskal Herria en 1978.

La causa contra él aún no estaba clara y desde Biarritz emprendió tanto el debate sobre el Cine Nacional Vasco como el proyecto Ikuskak.

"Antxon Eceiza nunca jamás desveló las razones últimas por las que se tuvo que exiliar a México"

El debate de los cines nacionales a Euskadi llegó con retraso.

Hasta la transición no se pudo dar pero a nivel europeo se dio diez años antes. En Euskadi quien capitaneó el debate, sin duda, fue Antxon. Desde un punto de vista teórico y práctico, creía que su aportación a la recuperación del País Vasco debía ser a través del cine y a través de posibilitar la construcción de una industria aquí. Desde ahí pone en marcha el proyecto Ikuskak y desde ahí intenta poner las líneas del cine que cree que hay que hacer.

Eceiza creía que había tres características con las que debía contar el cine vasco. La primera, que fuese en euskera.

Él decía que el Cine Nacional Vasco o era en euskera o no era. Hubo polémica porque surgieron películas en castellano que se enmarcaron en dicha etiqueta. Es el caso de Tasio, de su examigo y excompañero Elías Querejeta.

También abordó la estética.

El aspecto de la estética era aún más pantanoso. Es fácil decir que uno quiere hacer una estética vasca, pero aterrizar eso es complicado. Siempre hubo una querencia oteiziana y del Quosque tandem. La adaptación al cine de toda esa propuesta la acabó haciendo Juanmi Gutiérrez con Tempo vasco. El debate se desinfló, la industria vasca fue por otros derroteros y hoy en día cuesta hablar de conceptos que se plantearon en aquellos libros, como el ser vasco asociado a una estética.

"Eceiza decía que el Cine Nacional Vasco o era en euskera o no era"

El tercer lugar se encontraría que el cine debía cumplir fines políticos.

Antxon creía que el arte y el cine debían de ser una herramienta para mejorar la sociedad. En ese momento él creía que tenía que contribuir a una Euskadi reunificada, socialista y euskaldun y como tal puso su cine como herramienta para conseguirlo.

¿Qué importancia tienen en la historia del cine vasco los cortos documentales ‘Ikuska’?

Fue un encargo de la Caja Laboral y al principio le dieron carta blanca a Antxon que hizo un corto sobre el referendum con un lenguaje muy cinematográfico. A la Caja Laboral Popular no le gustó el mensaje político del corto y pasó a no ser considerado parte de Ikuska. A partir de ahí hubo un pacto entre caballeros que asentó las bases de lo que trataría Ikuska. Creo que es uno de los proyectos más importantes que ha habido en la industria del cine vasco: él decía que era la primera vez que se escuchaba el euskera en el cine y es verdad. Sentó las bases de la industria y supo ser generoso con las personas que estaban interesadas en el cine. Sirvió como plataforma de aterrizaje para muchos técnicos. Cuando uno ve los 20 cortos tiene la sensación de ver el reflejo de aquel tiempo.

‘Ke arteko egunak’ de Eceiza, que presentarán el sábado, fue la primera película en competir por la Concha de Oro.

El actor protagonista de Ke arteko egunak es Pedro Armendariz Jr., que no sabía euskera. El propio Eceiza tampoco. Rodaron en castellano y la doblaron al euskera, pero reconocían –y se reconoce– la versión en euskera como la original. Cuando seleccionamos Loreak en 2005 nos dijimos: han tenido que pasar 25 años hasta que otra película en euskera opte a la Concha de Oro.

Tanto ‘Ke arteko egunak’ como su última película ‘Felicidades Tovarich’ tienen matices biográficos.

Son ajustes de cuentas con su pasado, con su vida y con su cine. Me parece el díptico más interesante de su trayectoria. Ke arteko egunak es un ajuste de cuentas con su etapa vasca y Felicidades Tovarich con su etapa española. Se traslada hasta en su propuesta cinematográfica. En Ke arteko egunak se dio cuando el debate sobre el Cine Nacional Vasco se había desinflado y el tipo de cine comprometido que él hacía fue perdiendo espacio. Aunque no fuesen, en puridad, obras autobiográficas, sintió la necesidad de contar por qué hizo el cine que hizo y por qué lo hizo así.