Todo lo que aparece en El juego del calamar, es inevitable. Y si eres uno de los irreductibles que aún no está viendo la (LA) serie de Netflix puede que todo te suene a chino (a coreano, en este caso). Ahora les ha tocado el turno a unas galletas infantiles que salen en una de las pruebas. Inmediatamente se ha desatado la fiebre por ellas: todo el mundo las quiere comprar, y si no se venden, hacer, aun sin saber si son ricas o no. Como ha pasado recientemente con el chocolate Nestlé Jungly o con el turrón de avellana de Hacendado. Y están buenos.

¿Y qué tienen esas galletas? Poca cosa, literalmente. Sólo dos ingredientes. ¿Cuáles son? Antes, hay que poner en contexto a este dulce infantil, llamada dalgona, que se cocinaba y vendía hace décadas en puestos callejeros de Corea y con un tamaño minúsculo.

Con un pequeño molde se hacía un dibujo a la galletita (el dibujo estrella era una estrella, también podían verse corazones, círculos, triángulos, paraguas, etcétera) para darle un mínimo atractivo y también para que sirviera como juego: el reto era comerse la galleta sin romper el dibujo; si el niño o niña lo conseguían, el vendedor les regalaba otra. La alegría y la decepción de un infante, en manos del dibujo de una microgalleta de dos ingredientes.

Esos dos ingredientes tienen poco misterio: azúcar y bicarbonato: uno malo (salvo para Celia Cruz) y uno bueno, que lo mismo te ayuda en un postre que te saca una mancha del colchón o te arregla el estómago. Seguro que el conjunto sería "malo" para la app Yuka, que califica la bondad o maldad de los productos que puedes encontrar en el súper y que no suele generar grandes sorpresas: si lleva azúcar aparecerá un descorazonador círculo rojo en plan semáforo.

Lo bueno es que son tan fáciles de hacer que incluso el más torpe (nivel Juanma Castaño y su postre en MasterChef Celebrity) puede elaborar sus galletas; lo malo es que ahora todo el mundo (y en todo el mundo, que la serie ha batido récords planetarios) quiere enseñarnos por las redes cómo hace la dalgona.

Y la prueba de que muy sana no es la dalgona es que para hacer una única y finísima galleta hay que emplear 50 gramos de azúcar y 2 de bicarbonato, y transformarlos en galleta de calamar en esta fácil secuencia:

1. Poner en un cazo el azúcar a fuego medio-alto, removiendo constantemente para que el caramelizado sea homogéneo.

2. Cuando haya cogido color, apagar el fuego y añadir el bicarbonato.

3. Remover con energía hasta que la mezcla adquiera una textura espumosa.

4. Verter el resultado sobre papel de horno o una superficie de silicona.

5. Marcar rápidamente el dibujo con el molde elegido y dejar enfriar.

Toda moda, por pasajera que sea, provoca que alguien se enriquezca con ella. El azúcar y el bicarbonato ya estaban en cualquier despensa estándar, pero ahora el negocio está en la venta de los moldes para hacerles dibujitos a las galletas y así poder jugar a comérselas sin romperlas.