La gobernanza de un país debe asentarse sobre soportes que garanticen su estabilidad. Aquella basada en la tradición, la imposición o, simplemente, en la continuidad, tiene los “pies de barro”, si no viene acompañada de sólidos fundamentos éticos que la legitimen. Analizar el origen, la solidez y las características de las bases del sistema es una premisa necesaria.
La sociedad anterior, amparada en conceptos tales como patria, país, estado o religión, ejercía el poder desde la tradición o la fuerza, generaba élites y establecía las reglas del juego. Esa sociedad ha desaparecido, dando paso a otra, laica, que se asienta en la persona y sus necesidades. Se eliminaron las “referencias supremas” y se ha democratizado el poder, pero el origen vertical (top-down) de la organización social continúa intacto. El sometimiento de antaño ha dado paso a una tutela paternalista ejercida desde el poder. El actual “Estado paternalista” no es coherente con el requerido protagonismo de personas e instituciones sociales; se necesita iniciar un proceso de “metamorfosis social” que lo modifique. Los valores de antaño, si bien pueden mover conciencias personales, no condicionan formas de organización social.
Entre las estructuras que conforman un sistema social destacan tres, por ser sus columnas vertebrales: la política, la económica y la naciente social-comunitaria. Veamos las razones éticas, la solidez y los condicionantes de estos tres soportes, que nos indicarán la fortaleza del sistema:
- La estructura política genera leyes, administra servicios, imparte justicia y trata de gestionar la distribución solidaria de recursos. Dirige una poderosa administración pública a través de partidos políticos y su legitimidad ética se sustenta en la participación democrática; sin embargo, tiene condicionantes que limitan su cometido: su actuación se ciñe al ámbito público, el tiempo de mandato es corto, está muy condicionado por la opinión pública y la búsqueda de mayorías se convierte en su prioridad. Concebida para administrar, no dispone de las condiciones necesarias para liderar y deja amplios espacios desatendidos.
- La estructura económica se legitima éticamente por ser garante del bienestar social sosteniendo a personas e instituciones, pero tiene serias limitaciones: centra su actividad en la búsqueda de rentabilidad, actúa en territorios plurinacionales, selecciona recursos, no interviene en la economía social (no lucrativa), su arraigo territorial es débil y su participación en la gobernanza del país es un factor secundario, condicionado a su propio fortalecimiento.
- La estructura social-comunitaria (aún en proceso de conformación) sustenta su legitimidad ética en la participación y primacía de la persona y en su proyección comunitaria. Su variada composición le ofrece una excelente atalaya para reconocer necesidades e idear soluciones desde una visión holística a la que nada le resulta ajeno. Sus limitaciones son evidentes: carece de una estructura sólida y sus iniciativas requieren de tutela e impulso inicial de la sociedad.
La gobernanza sobre tres soportes
Son tres soportes básicos sobre los que se asienta la gobernanza: complementarios, interdependientes, autónomos, de culturas diferentes y sin un poder superior o nexo que aglutine esfuerzos. Son vectores libres, legítimos, necesarios, bien dotados, divergentes en su orientación y aislados en su esfuerzo. Su eficiencia se pierde por la falta de sintonía. ¿Puede una sociedad afrontar, en estas circunstancias, un turbulento proceso de cambio?
Es evidente la necesidad de establecer un sistema de gobernanza en el que converjan las estructuras señaladas, pero ello solo se puede lograr en la medida que la sociedad se plantee asumir retos de futuro y proyectar su porvenir abordando proyectos ambiciosos que requieran la confluencia de esfuerzos y la optimización de recursos. La carencia de un poder superior que, coartando libertades, ofrezca engañosas soluciones, se suple mediante procesos democráticos de cooperación que, además de beneficiar al conjunto, fortalecen a cada una de las partes (win-win).
Es urgente estructurar un sistema de gobernanza; su ausencia favorece la proliferación de populismos, de aparente eficiencia, que esconden intereses bastardos.