“Antes de que le digas a la vida lo que tú intentas hacer con ella, escucha lo que ella intenta hacer contigo, antes de que le digas con qué verdades y valores has decidido vivir, deja que tu vida te cuente qué valores vas a representar y qué verdades vas a encarnar”. Parker J. Palmer.
La cercanía del primer aniversario del fallecimiento de Javier Echenique, el próximo 15 de diciembre, es un buen momento para recordar su figura. Una fecha cercana al 27 de noviembre, día en el que se concederán los premios que, con su nombre, entregará la Fundación Novia Salcedo a jóvenes con expediente excelente de universidades vascas y navarras, y en áreas de conocimiento similares a las que Javier desarrolló su actividad profesional.
Natural de Isaba, su vida transcurrió entre los grandes centros de decisión financiera y empresarial. Fue director general en ERCOS, director de Seguridad Social en el Gobierno Vasco, mientras enseñaba en la misma facultad en la que fue premio fin de carrera: Sarriko. Luego, director general de BBVA y, más adelante, vicepresidente del Banco Sabadell y Telefónica.
Llegó a ser el consejero que más consejos tuvo en empresas del Ibex, pero para él las empresas pequeñas y familiares fueron importantísimas y participó en los consejos de muchas de ellas. Colaboró también con organizaciones del tercer sector como Novia Salcedo y diversos think tanks, siempre generosamente. Javier supo mantener a lo largo de toda su vida una profunda conexión con sus raíces y su país. Cercano, comprometido, confiable, discreto, valiente y firme, unía la altura de los dirigentes excelentes con la bonhomía del mejor ser humano. Antes de su repentino fallecimiento, preocupado por las limitaciones y los riesgos de la economía vasca, se encontraba diseñando un plan para desarrollar la actividad económica y asegurar con ello recursos con los que mantener el Estado del bienestar.
Javier vivía la vida apasionado por todo lo que le rodeaba: su familia, el esquí, la montaña, el golf y el deporte en general. Excelente pelotari –como buen navarro–, jugaba a pala en Madrid con algunos compañeros de BBVA y en Bilbao con sus amigos del Club Deportivo, que recuerdan su fuerza y su visión técnica. En palabras de su gran amigo Pedro Luis Uriarte, Javier llevaba a las reuniones la claridad del valle de Isaba y la firmeza aprendida en las imponentes montañas que lo rodean.
Era al mismo tiempo firme y cercano, exigente y leal, siempre cordial. Una persona entrañable, a la que era muy fácil querer, un ser especial en un mundo donde abundan las relaciones en las que la única convicción es el propio interés. Javier representaba la coherencia. Ese suyo “con los más débiles” lo demostraba cada vez que debía tomar partido ante una injusticia o una indecisión. Entendía que dirigir es también cuidar. Encarnó una forma de liderazgo serena, austera y profundamente humana, basada en valores.
Uno de sus proyectos, muy queridos, fue su participación en nuestra Fundación Novia Salcedo. Una relación que comenzó en la época en la que Javier era director general del BBVA y el banco acababa de poner en marcha, en los inicios de este siglo, el programa Blue Joven para su acercamiento a la juventud. Yo le había dirigido una carta para que nos ayudara a presentarnos en una coyuntura de falta de expectativas dramática para los jóvenes.
Yo coincidía cada mañana en la parada del autobús de nuestros hijos con Martine Byrde, la mujer de Javier, y sin decirle nada a ella, entonces, más tarde, supe que la vida iba decidiendo por nosotras, porque fue realmente Martine la que pidió a Javier que atendiera nuestra petición de ayuda, iniciándose así la relación.
Javier dejó posteriormente el banco pero en tiempo récord nos facilitó un acuerdo que nos ayudó a salvar las cuentas de aquel difícil año, y siguientes, y nos permitió alcanzar una visibilidad de alcance nacional. Después de aquello, tras una conversación con nuestro fundador, Txomin Bereciartua, Javier se incorporó al patronato de la fundación liderando la comisión de fondos propios y de nombramientos y retribuciones.
Atrajo también a otros patronos al proyecto y nos abrió contactos con otras empresas como ACS, Telefónica o La Caixa. En su actuación Javier hablaba claro y tomaba postura; no se escudaba en la indiferencia. Debía venirle de familia a “lo que es, es”, en palabras de su hermano Pedro Miguel, como sello que les marcó su madre.
En un mundo en el que a veces las personas no se mojan, Javier tenía ojo para las situaciones que no debían tolerarse, siguiendo su mantra “yo siempre con los más débiles“ ante alguna actuación institucional que consideró intolerable. Quería fortalecer el proyecto de la Fundación y entendía que, además de la experiencia de las personas eran necesarios recursos económicos. Le gustaban nuestros principios filosóficos y valores, la importancia que dábamos a la formación de la juventud, y a las empresas como lugar en el que practicar el “aprender hacer haciendo”. En aquellos tiempos introdujimos en el tejido empresarial vasco a más de 12.000 jóvenes. Javier formó parte del patronato durante 20 años.
A su muerte, Juan Asua llamó a su esposa Martine para ofrecer su ayuda y tomar el testigo de Javier. Con su hijo Paul y el visto bueno de sus familias, pusieron en marcha los premios que llevan su nombre con el deseo de perpetuar su legado, reconociendo el esfuerzo, el talento y el compromiso con la juventud en los ámbitos y valores que Javier representó con integridad y pasión durante toda su vida.
Las personas premiadas en esta primera edición son tres mujeres: Natalia Sebastián, Sara Cabot y Cristina Rodríguez. Javier sonreiría viéndolas. El 15 de diciembre de 2024 su vida en la tierra se terminó inesperadamente pero su espíritu y anhelos esperan que la vida encuentre personas que sigan su luz. Con estas palabras os propongo rendir tributo al amigo, a la persona buena que fue, una figura ejemplar. La vida de Javier nos habla por el modo como trató a quienes lo rodeaban, por su compromiso y generosidad con todas las personas que encontró en su camino y cuya amistad perduró desde su etapa universitaria a la actualidad. Su afán por hacer las cosas bien, sin aspavientos y su sentido del humor quedan en nuestro recuerdo.
Para terminar, os propongo también el poema retrato que le dedicó Luis Cañada, anterior presidente del patronato de la Fundación Novia Salcedo: “Javier Echenique, persona que camina firme pero discretamente, tanto por el bosque como por la sutil y compleja vida económica, habiendo pernoctado en las simas más profundas y en las cumbres más altas arropado por su sonrisa conciliadora”.