La cruel guerra Rusia-Ucrania y el terrible genocidio que está cometiendo el Gobierno del Estado de Israel contra las y los palestinos y las relegadas guerras como las del Sáhara, Yemen, Sudán y otros no nos son ajenas. Son guerras nuestras, y no solo porque están cerca y nos afectan y afectarán, sino también porque, aunque no queramos, somos responsables activa o pasivamente de ellas.
Europa no hemos sido ni estamos siendo capaces de tomar ninguna iniciativa democrática. Las medidas económicas planteadas contra Rusia han quedado en ridículo y contra Israel no se ha tenido la vergüenza de adoptar más que algún pronunciamiento simbólico. Ucrania sigue poniendo la carne de cañón y sigue estando en manos de organizaciones ultras al servicio del capital americano.
Lo que debía haber propuesto Europa en el caso ucraniano era y es la aplicación de los principios de autodeterminación y las garantías de derechos humanos y civiles. Pero con responsables diplomáticos, como es el señor Borrell, que está aquejado de una enfermiza obsesión anti autodeterminacionista y cuyas únicas iniciativas han sido las de mandar más armas a Ucrania e imponer más sanciones a Rusia, Europa no ha mantenido la imagen que corresponde a la defensa de los principios democráticos y de diálogo. Una gran irresponsabilidad.
Ha sido el régimen de Sudáfrica el que ha tomado la iniciativa en la defensa de los derechos humanos y principios democráticos y tratándose, como se trata, de un país con su historia resulta digno de ser alabado. Es la postura de Sudáfrica la que ha cogido el estandarte de los derechos de los que debió haber hecho gala la diplomacia europea. Al señor Putin no se le puede ganar con sanciones económicas sino que son los pacifistas de la propia Rusia los que acabarán planteando otras políticas, que es lo que también deberá ocurrir y ocurrirá en Ucrania, ahora avocada a una aventura militar condenada al fracaso.
Es una vez más la hora de recordar que el peor enemigo de los judíos y el antisemitismo objetivo más indecente es el de los señores Netanyahu y compañía. El artificial y belicista estado de Israel basado y supeditado en la cobertura que le dé el imperio yankee deberá acabar haciendo caso a las organizaciones jurídicas anti sionistas que son las que marcan y van a seguir marcando el futuro.
Si hubiese o si pudiese haber ahora una niña escritora como Ana Frank escribiría una historia aún más triste de niñas y niños que no solo pasan hambre, pierden sus familias, sufren las consecuencias de la guerra y no tienen dónde esconderse e incluso no tienen a dónde huir. La criminalidad del ejército de Israel se pone en evidencia con la agravante genocida de haberse aprovechado de la terrible tragedia de Gaza para realizar en Cisjordania la invasión y continuación de la Nakba con la ocupación de pueblos y terrenos, como han seguido haciéndolo. Lo más antisemita del mundo son los asesinatos de niños por parte del ejército judío y la continuación de la Nakba. Israel no debería olvidar que durante dos milenios fueron las potencias árabes las que cobijaron y dieron asilo al pueblo errante de las judías y judíos, mientras eran perseguidos y aniquilados muchas veces con saña por las diferentes doctrinas cristianas.
Nuestras guerras nos obligan a mencionar, por puro principio, la reivindicación del pacifismo. La humanidad se enfrenta a una alocada carrera armamentística, cuyo fundamental impulso es el negocio más cruel y despiadado de las grandes potencias, que son las que fabrican, venden y ganan dinero con las armas a costa de la sangre y el desastre humano de la mayoría de los protagonistas últimos de las guerras. Todo ello cuando no se trata de actuaciones estrictamente calculadas para el puro negocio como es el caso de los estados, como el de Somalia o el Congo, a los que no se quiere dejar existir como tales o buscar sus caminos de paz por motivaciones pura y simplemente económicas. No ha existido en la historia crueldad armamentística peor que la actual.
El pacifismo tiene que ser coherente consigo mismo y empezar desde casa con base en el principio de que no es democrático ningún logro ni avance político efectuado por la fuerza y la imposición. El pacifismo necesita además una coherencia sin excepciones y la OTAN es una excepción. Aquí también en Navarra las míseras migajas de beneficios que se reciben a cambio de la utilización del polígono militar de la Bardenas tendrían que ponerse sobre la mesa. Las Bardenas fueron inscritas en el registro de la propiedad a nombre de una asociación de usuarios (es decir no propietarios) llamados congozantes en 2003. Es decir, el mismo año en que se inscribieron a nombre de la iglesia y el arzobispado de Pamplona la catedral, el palacio arzobispal y propiedades anejas. Siempre se había dicho –e históricamente así lo era– que las Bardenas eran de todos los navarros. Su titularidad de nuda propiedad (no el uso) fue rescatada del estado con ocasión del pseudo estatuto de Navarra, apodado con nombre medieval Amejoramiento y luego transferido a los usuarios mediante tristes estratagemas jurídicas de filibusterismo político de UPN, iguales o parecidas a la prórroga de la concesión administrativa de Audenasa. Esta triste historia de trileros no solo deberá ser revisada sino también corregida algún día. Aunque dado el apego a recibir dinero de los congozantes y de sus mentores es de temer que el polígono de tiro de las Bardenas, y único de Europa solo se acabe si hay algún día alguna desgracia.