El contacto con las montañas cercanas a los Pirineos deparó un gran espectáculo ciclista. El Port de Lers, más el calor sofocante, gastaron las ya exiguas fuerzas de los corredores, para que el Mur de Péguére, con tres kilómetros y medio con porcentajes tremendos, 13, 12,6 y 11%, a 25 kilómetros de meta, dejara solos en sus rampas a los más fuertes: Pogacar, Kuus, Vingegaard, Majka, Nairo Quintana. En Lers, Pogacar atacó al líder, subiendo y también bajando, pero Vingegaard no tuvo aparentemente ningún problema para atrapar enseguida la rueda del esloveno. Y si nos fijamos en la cara, en el lenguaje gestual, Vingegaard da la impresión de ir más desahogado y con más recursos. Por delante, una escapada numerosa fue la que se jugó la etapa en Foix, con la victoria de Houle, segundo corredor canadiense que gana una etapa en la historia del Tour. Emocionado, en la meta, la dedicó a su hermano, atropellado por un automóvil que le causó la muerte mientras practicaba footing. En esta escapada se filtró el ruso Vlasov, lo que le permitió meterse entre los diez primeros de la general. Ése va a ser un empeño en las próximas etapas, el de los corredores con aspiraciones iniciales, que por falta de fuerzas se descolgaron de la tabla, y que así quieren volver a un lugar honorable. Puede ser el caso del balear Enric Mas.

Ayer, 19 de julio, se cumplía un aniversario en el Tour: el de la victoria de Federico Ezkerra, vizcaino de Gordejuela, en la etapa Niza-Cannes. Esa victoria dio mucho que hablar. Se disputó, según cuenta la prensa de la época, bajo un calor insoportable, como ayer. Ezkerra atacó en el col de Castillon, fue cazado en la bajada y descolgado del grupo de los favoritos. Pero en las rampas del col de la Turbie se produjo la sorpresa, la hazaña de Ezkerra, que, llegando desde atrás, fue remontando uno tras otro a todos los corredores para coronar en solitario y lanzarse a tumba abierta hasta la meta, cruzándola victorioso con su maillot con los colores republicanos. Dio que hablar porque Ezkerra, cuando recibió la tradicional botella de champagne en el podio, no la abrió para esparcir el espumoso entre el público. Y ese gesto fue interpretado como una muestra de pena y solidaridad con la República frente al golpe militar franquista, que se había producido la víspera y del que ya estaban informados. Aunque Ezkerra nunca lo dijo.

Foix, la capital del departamento del Ariège, tiene el honor de haber sido liberada de los nazis, el 19 de agosto de 1944, exclusivamente por guerrilleros españoles, la 3ª División, compuesta por unos 200 combatientes. Entre sus comandantes estuvo un vasco de Oria, Victoriano Vicuña, Julio Oria, y dos asturianos, José Antonio Alonso, comandante Robert, y Cristino García. Diseñaron una táctica de distracción, atacando un puente con un grupito de hombres y alto poder de fuego, para fingir que el ataque sería por allí. Los alemanes cayeron en la trampa y reforzaron ese sector, desguarneciendo otras posiciones, por donde atacó el grueso de guerrilleros, desconcertando a los nazis, que se acuartelaron en el Liceo y posteriormente se rindieron. Esperaban refuerzos por tren que no llegaron porque los guerrilleros se ocuparon de inmovilizarlos en la estación de Tarascon. 200 prisioneros y 80 muertos alemanes, por sólo dos bajas guerrilleras. En el col de Calzan, cerca de los de la etapa de ayer, se yergue una columna de 2 metros de altura con la inscripción: “Durante la ocupación alemana, aquí empezaba el territorio de los guerrilleros españoles, y el 19 de agosto, de aquí partió el primer batallón para liberar Foix, capital del departamento”.

Cristino García se cruza en mi memoria con el recuerdo de un popular ciclista donostiarra, Joaquín Iturri, campeón de España de ciclocross en 1929, a través de su amigo íntimo José Isasa Olaizola, alias Fermín, que tras la Guerra Civil se exilió en Sudamérica. En noviembre de 1944 Isasa se embarcó en Argentina con destino a Lisboa, desde donde fue a Madrid, para integrarse en la Agrupación Guerrillera urbana, dirigida por Cristino García, que había dejado Francia; junto con el mondragonés Celestino Uriarte. El 13 de septiembre de 1946 Isasa es detenido. Se produce un enfrentamiento armado en un maizal cercano a Talavera de la Reina, que ocasiona varias caídas, en las que se interviene una libreta donde consta su nombre. El 23 de septiembre es condenado a muerte y ejecutado, como Cristino García. Valgan para reflejar esa lucha, tan opaca, tan dura, tan desconocida e incluso incomprendida, las palabras dichas valientemente al tribunal por Cristino García, el 21 de febrero de 1946:

“Sé bien lo que me espera, pero declaro con orgullo que cien vidas que tuviera las pondría al servicio de la causa de mi pueblo y de mi patria [...] El fiscal nos llama bandoleros. No lo somos. Bandoleros son quienes nos acusan, quienes martirizan y matan de hambre al pueblo. Nosotros somos la vanguardia de la lucha del pueblo por la libertad. Este juicio es una farsa en la que se nos acusa de delitos que no hemos cometido. Pero tenéis prisa por deshaceros de nosotros. No queréis que el mundo vea nuestros cuerpos martirizados. Queréis ensuciar con este juicio el glorioso movimiento guerrillero”.

Y hoy, los Pirineos.