Dos de cada diez mujeres guipuzcoanas se reconoce como víctima de acoso machista digital. En las redes sociales o plataformas digitales. Pero el porcentaje de quienes reconocen haber sufrido algún tipo de ataque de este tipo alcanza a 6 de cada 10 mujeres. Es decir, “hay 4 de cada 10 que vive estas conductas y las normaliza de alguna manera o no sabe ubicarlas claramente dentro de una experiencia de violencia”. Son un 66% de las que dicen haberlas sufrido.

Este es uno de los principales datos obtenido en un estudio encargado por el Órgano para la Igualdad de Mujeres y Hombres de la Diputación Foral de Gipuzkoa (Percepciones y vivencias de las mujeres de Gipuzkoa en relación con la violencia machista en el ámbito digital), que traza por “primera vez una radiografía” de la violencia machista digital en el territorio. Un botón de muestra en vísperas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que se celebra este martes.

Quizá, a esa falta de percepción por parte de la mayoría, contribuye el hecho de que el 84% de quienes no se reconocen como víctima de violencia machista digital declara haber sufrido alguna de estas conductas de forma ocasional; en tanto que las que sí lo hacen es porque han sufrido estas conductas de manera regular e incluso diariamente.

Entre las mujeres que sufrieron agresiones reiteradas, las consecuencias se intensificaron, llegando a incluir daño a la reputación, aislamiento, exclusión, pérdida de amistades, abandono tecnológico, hipervigilancia o autolesiones, incluso.

La forma de violencia más habitual es el envío de contenido sexual (14%), seguida por la insistencia en obtener citas (10%) y los insultos machistas (8%). Un 7% recibió mensajes amenazantes, comentarios sexualizados u otras agresiones. También destacan casos de control de contraseñas (4%), llamadas amenazantes (4%), fotos sin permiso (6%), robo de identidad (5%) y control de localización (5%).

El análisis de los datos revela que la mayor parte de los agresores corresponden a personas desconocidas para las víctimas. Y, en segundo lugar, hombres conocidos, pero sin un vínculo cercano. Son “minoría” los casos en que los agresores son personas cercanas, lo que indica que el anonimato y la distancia relacional son factores clave.

Los insultos más comunes, puta y zorra, buscan “degradar a las mujeres desde un discurso patriarcal”

El informe destaca que el 13% de las víctimas manifestó sentirse insegura, mientras que un 9% señaló haber experimentado culpabilidad, huida, deterioro de la autoestima, estrés, desesperación, impotencia y angustia.

La tiranía de las redes

El estudio también incluye trabajo en grupos de reflexión que permitieron profundizar en estas consecuencias, especialmente entre mujeres jóvenes, quienes mencionaron también los efectos de la violencia simbólica ejercida a través de redes sociales. Destacaron la presión por acumular seguidores y el daño ocasionado por la difusión de patrones de belleza irreales, reforzados por filtros. TikTok es señalada como particularmente dañina, en ocasiones obligando a las jóvenes a eliminar la aplicación como estrategia de autocuidado.

El informe subraya que la violencia directa y la simbólica se entrelazan en el entorno digital: ataques explícitos con efectos inmediatos sobre la integridad psicológica, social y física de las mujeres, por un lado; y en segundo lugar, una “manera más sutil” de ataque, “naturalizando patrones culturales y estéticos que refuerzan la subordinación femenina y amplifican las vulnerabilidades ya existentes”.

La encuesta:

  • Cuestionario online a 249 mujeres sobre una población femenina de 350.190 en Gipuzkoa, lo que da un nivel de confianza del 95% y un margen de error del 6%.
  • En la muestra están infra-representas las menores de 25 y las mayores de 59 años, respecto al padrón de Gipuzkoa y está sobrerrepresentada el porcentaje de mujeres en edades 26-58.
  • El 92% de las mujeres eran autóctonas y el 8% extranjeras.
  • Se recogieron respuestas de 41 municipios de los 88 de Gipuzkoa. Nueve municipios concentraron el 76% de la muestra, mientras que 32 municipios aportaron el 24% restante. De los 10 municipios más grandes se obtuvo opinión de la población de Donostia, Errenteria, Hernani y Tolosa.


Tipo de agresión según el perfil de la víctima:

  • Mujeres visibles en lo digital (periodistas, youtubers, figuras públicas) reciben ataques constantes, mayoritariamente de hombres desconocidos organizados o incitados por influencers y figuras de la derecha/extrema derecha.
  • Mujeres migradas sufren violencia digital de empleadores, que abusan de su situación laboral y social para ejercer control sexual y económico. Además, enfrentan una hipersexualización racializada.
  • Mujeres jóvenes relatan recibir propuestas sexuales por dinero y fotos o videos íntimos no solicitados. También sufren control en la pareja mediante vigilancia de redes, chantajes con imágenes y aislamiento. Cuando esa pareja o expareja tiene una presencia en redes, sus seguidores amplifican el daño sumándose a las agresiones desde sus espacios digitales de influencia.
  • Mujeres adultas y mayores, especialmente en aquellas con una incorporación más reciente al uso de las redes sociales: el acoso digital se suma a experiencias previas de discriminación y desigualdad de género.


Llama la atención que la mayoría, un 56% no han sabido ni sabrían qué hacer ante una agresión machista digital, mientras que un 17% bloquea o se aparta de la persona acosadora; otras, alrededor del 15%, da una repuesta con perspectiva feminista o colectiva y solo un 13% denuncia por vía judicial.

La ‘fotopolla’

Esta violencia adopta diferentes formas, además, en función del perfil de la víctima. En los grupos, se destacó que las jóvenes enfrentan agresiones de exparejas o conocidos escolares, mientras que las mujeres migradas sufren acoso de desconocidos con acceso a su número por redes o anuncios laborales.

Las jóvenes reciben estas agresiones por parte de hombres con los que han establecido relaciones personales, afectivas y sexuales. Además de la recepción de imágenes sexuales no solicitadas (“fotopollas”), expresan haber vivido control de sus parejas masculinas mediante el móvil y suplantación de identidad, en espacios digitales de ocio y contacto afectivo como Instagram, TikTok o WhatsApp.

También señalan haber sufrido ciberacoso cuando rompen con su pareja. Muchas “normalizan” estas situaciones y “responden con humor o silencio”, pero son conscientes de lo que supone. Sus estrategias de respuesta incluyen bloquear cuentas, borrar perfiles, denunciar colectivamente y apoyarse en redes feministas y amistades. La desconfianza hacia las instituciones es alta entre las jóvenes.

Mensajes despectivos”

Por otro lado, las participantes en el grupo de reflexión con mujeres migradas señalan que la principal herramienta de acoso es el teléfono móvil y que en los ataques que sufren se combinan racismo, clasismo y machismo, vinculada a su condición de vulnerabilidad social y laboral.

Normativa:

  • Existe cada vez más normativa y literatura jurídica al respecto, pero su aplicación no es sencilla. Desde espacios feministas piden más pedagogía y sobre todo el fin de espacios de impunidad, con sanciones a usuarios y plataformas.
  • A nivel europeo, la Directiva (UE) 2024/1385 tipifica por primera vez delitos como el ciberacoso, el ciberacecho, la difusión no consentida de imágenes íntimas y la incitación al odio en línea. Se complementa con la Ley de Inteligencia Artificial de la UE, orientada a proteger derechos fundamentales frente a los riesgos tecnológicos, y con el Convenio de Estambul, que ya reconocía la violencia psicológica y el acecho también en entornos virtuales.
  • En el ámbito estatal, normas como la Ley de Libertad Sexual (LO 10/2022) y la Ley de Protección de Datos (LO 3/2018) incorporan explícitamente el espacio digital, mientras que el Código Penal sanciona conductas como el stalking, el sexting no consentido o los ciberataques con fines sexuales.
  • En Euskadi, el Decreto Legislativo 1/2023 reconoce la violencia digital como violencia machista y atribuye a las instituciones competencias claras en prevención, formación, atención y reparación.


Reciben acoso en redes usadas para buscar trabajo, con mensajes despectivos y sexualizados que reflejan explotación y subordinación. La búsqueda de empleo se convierte para ellas en una escalada de agresiones, ya que, al publicitar su número telefónico para contacto de quienes quieran contratar sus servicios, se convierten en blanco fácil de agresiones y amenazas.

Cuando se observan los datos globales de los tipos de consecuencias reportadas, se aprecia que los efectos más frecuentes son el deterioro de la autoestima (12%), la culpabilidad (12%) y los problemas de sueño (8%).

Puta” y “zorra”

Esta violencia online se traslada a la vida física: insultos, amenazas, agresiones, daños materiales y situaciones de acoso presencial que se refuerzan por la impunidad en que quedan la inmensa mayoría de estos actos.

Los insultos más comunes (“puta”, “zorra”) buscan “degradar a las mujeres desde un discurso patriarcal”. El envío no solicitado de imágenes de genitales masculinos (“fotopollas”) se ha normalizado, mostrando una masculinidad agresiva que invade la intimidad de cualquier mujer conectada. Además, las amenazas de violación se repiten de forma cotidiana. A lo que se suma la hipersexualización, “con impactos profundos en la salud mental, sobre todo de las jóvenes”, concluye el informe.

todo de las jóvenes”, concluye el informe.