A pesar de que Donostia se ha convertido en los últimos años en una ciudad de ciencia e innovación evidente, lo cierto es que sus parques tecnológicos y los laboratorios de investigación que aguardan en ellos son, mayoritariamente, unos desconocidos para el gran público. Entre ellos, destaca por su hermetismo el centro de investigación CIC biomaGUNE, la única instalación de Gipuzkoa designada como infraestructura estratégica del Estado español y que, gracias a la iniciativa Espacios de innovación, ha abierto sus puertas a medio centenar de ciudadanos.
Situada en el Campus Donostia del Parque Tecnológico de Euskadi, el CIC biomaGUNE es uno de los principales motores de investigación científica, pero, realmente, ¿qué se investiga? “Fundamentalmente, nos dedicamos a diseñar infraestructuras para biomedicina. Creamos nanoestructuras y biomateriales con los que entender mejor una enfermedad, realizar un diagnostico más precoz o evaluar nuevas terapias”, explica la responsable de Comunicación científica del centro, Clara García, al primero de los grupos que se inscribió a la visita y al que se sumó NOTICIAS DE GIPUZKOA.
Con 170 trabajadores y once grupos de investigación, de los que el 33% son internacionales y el 59% mujeres, el CIC biomaGUNE ha desarrollado en sus casi dos décadas de vida más de una veintena de patentes y cuatro empresas de investigación. “Se ha convertido en un espacio excepcional en su género”, apunta García, en clara referencia al que es el corazón del centro: la Unidad de Imagen Molecular y Funcional, una instalación de referencia en Europa en el campo de la imagen preclínica gracias a un equipo “único” escondido en sus profundidades.
El acceso a esta unidad, en la que se realizan ensayos a roedores en los que se combina la química, la biología y la física, es exclusivo, por lo que solo es posible acceder a él mediante una tarjeta de identificación. Dentro, los investigadores se dividen en varios espacios con equipos de última generación, entre los que destaca el ciclotrón, un acelerador de partículas circular en el que se generan isótopos radiactivos que se utilizan en diagnósticos y tratamientos médicos.
“Trabajamos para entender mejor una enfermedad o realizar un diagnóstico más precoz”
Se trata, por lo tanto, de un equipo que genera radioactividad y que está protegido por dos metros de puerta de acero que únicamente se abren en caso de que los detectores de radioactividad así lo permitan. “Se mide con mucha sensibilidad, por lo que es imposible que haya una fuga”, asegura Ángel Martínez, responsable de Transferencia de Tecnología y Servicios Externos del CIC biomaGUNE, sobre un equipo que debe permanecer siempre conectado y que por las noches es utilizado por una empresa privada para la fabricación de geles para diagnósticos oncológicos a partir de flúor 18.
Gran precisión
Para poder controlar el ciclotrón, los investigadores cuentan con un laboratorio de radioquímica desde el que vierten a través de unas ventanas de acero en forma de escotilla los radioisótopos necesarios para el experimento, que se mandan a módulos automáticos en los que hay un control de calidad y purificación.
Al mismo tiempo, en un proceso que no supera las dos horas, el propio investigador duerme y prepara al roedor para el ensayo. Para ello, el centro cuenta con un animalario en el que tienen cabida ratas, ratones y cobayas, la mayoría de ellos sanos, aunque también es posible dar con modificaciones genéticas, siempre aprobadas para su investigación, a los que se le administra el compuesto extraído del ciclotrón.
A continuación, a través de equipos PET, los isótopos permiten visualizar la actividad y el metabolismo de órganos y tejidos del cuerpo, detectando cánceres, enfermedades cardíacas o trastornos cerebrales en el animal. La sustancia radiactiva se acumula en áreas de alta intensidad y una cámara especial crea imágenes detalladas del metabolismo del roedor en una pantalla por la que el investigador sigue todo el proceso.
“Con esta tecnología, apreciamos con altísima calidad un muy pequeño espacio del cerebro”
A todo este equipo, hay que sumarle, asimismo, diferentes aparatos de tomografía, rayos X y resonancia magnética, de los que poseen una amplia variedad de teslas, como es conocida la unidad de medida de la potencia del campo magnético de cada equipo. Entre ellos, destaca el de 11,5 teslas, capaz de generar imágenes de gran resolución, nitidez y contraste de roedores de pocos centímetros, y del que únicamente existen cinco en el mundo.
Gracias a esta precisión, los trabajadores del centro, además de apreciar lesiones, pueden evaluar el funcionamiento del cerebro y obtener, de este modo, evaluaciones más rápidas en torno a dolencias como tumores o incluso las diferentes etapas del Alzheimer. “Podemos apreciar con altísima calidad un muy pequeño espacio del cerebro”, indica Martínez.
Divulgación
Con todo este proceso, los investigadores son capaces de estudiar los nuevos compuestos antes de que lleguen a los ensayos clínicos en humanos. Una labor que pocas veces se conoce y que el CIC biomaGUNE trata de visibilizar cada año con la iniciativa Espacios de Innovación, impulsada por la Asociación de Parques Científicos y Tecnológicos de España (APTE).
“La divulgación nos parece algo muy importante, porque, evidentemente, el mayor esfuerzo está puesto en la investigación, pero es muy importante dar a conocer lo que se está haciendo aquí”, asegura García. Para ello, el centro comparte diferentes vídeos e informaciones de manera habitual a través de sus redes sociales, además de organizar jornadas de puertas abiertas a escolares de Bachillerato o Formación Profesional. “Queremos que vean que la imagen de científico excéntrico del cine y la televisión no es real y que somos personas normales y corrientes”, añade.