Donostia – A la escritora argentina Samanta Schweblin le cansa tener que defender aún por qué el cuento, con el que ha captado lectores fieles en todo el mundo, no es un género menor. “Si realmente no estás conectado con los cuentos, es que no estás leyendo los apropiados para ti”, afirma.
“¿Borges, Carver, Cheever son todos escritores menores, cuando han sido bisagra en la historia universal de la literatura?”, suele ser su respuesta en estas ocasiones, según señala con motivo de su participación en el festival Literaktum de Donostia.
Schweblin (Buenos Aires, 1978) dice que a veces la gente se sorprende cuando explica que una novela te puede llevar año y medio de escritura y un libro de cuentos cinco.
“Intelectualmente, demanda mucho más, eso no significa que un libro de cuentos sea mejor ‘per se’”, añade esta autora, que dejó de ser la promesa literaria que vaticinó Mario Vargas Llosa para ocupar un lugar propio como una de las mejores autoras de cuentos en español.
Sigue promocionando El buen mal (Seix Barral), seis relatos en los que la muerte se muestra como parte de una cotidianidad extraña, una normalidad que puede tornarse perturbadora, oscura o desasosegante, pero también luminosa. O en la que dos niñas hablan del suicidio con una naturalidad “leal a nenas de esa edad”.
“Cuando somos muy niños, todavía no entendemos las consecuencias, los límites, las razones de algunas cosas y las tomamos como lo que son, a veces porque no las terminamos de entender y otras porque las entendemos mucho mejor que un adulto. Ese doble juego me gusta porque relativiza un montón de ideas que los adultos creamos acerca de lo que pensamos que es lo normal”, destaca.
Los niños y las personas mayores son los personajes que más le interesan. “Esos dos extremos saben mucho más, tienen información que a veces no saben que tienen, pero que está ahí”, explica la autora de Siete casas vacías, libro de cuentos con el que ganó varios premios, entre ellos el National Book Award para una obra traducida en Estados Unidos.
Le atrae, además, la atención que se presta a la muerte en la literatura. “¿Qué nos pasa con la muerte en la literatura que incluso ocupa su lugar más protagónico, que es el final de las historias?”, se pregunta.
Por eso, se planteó el “desafío” de escribir un cuento que comenzaran con la muerte pero “sin saltar a la fantasía”. “¿Se puede empezar desde un lugar de suicidio y seguir al personaje en lo cotidiano sin salir del plano de lo realista?”. La cuestión quedó respondida en el primer relato del El buen mal, en el impactante comienzo de Bienvenida a la comunidad.
Disfruta de los encuentros “cara a cara” con sus lectores. “Me encanta cuando hay oportunidad de leer un texto en voz alta y, de pronto, te das cuenta de que todo el mundo se ríe en el mismo lugar. Es como una partitura que está funcionando bien, una sensación de que estamos vibrando en la misma emoción”, asegura.
Las redes sociales son para ella algo “muy diferente”, aunque sabe que también hay lectores que hacen análisis “muy profundos” de sus textos. “Es lindo, pero es algo más abstracto, más lejano. Y yo tengo una relación muy distante con las redes. Tengo una regla, solo me paso por ellas los domingos”, comenta.
Cine y escritura
Schweblin estudió Imagen y Sonido, y se especializó en guion cinematográfico, aunque cursó toda su carrera “pensando en literatura”. El cine le dio la respuesta de cómo contar una historia que no había hallado en los estudios de letras.
En 2021, Distancia de rescate, la película de Claudia Llosa basada en su elogiada novela homónima, compitió por la Concha de Oro en el Zinemaldia. Ella participó como coguionista, aunque se tomó ese trabajo como una excepción.
“Siempre estoy abierta, pero a mí me gusta la literatura y es el espacio donde siempre voy a ir en primera instancia”, remarca.
Samanta Schweblin vive desde hace trece años en Berlín. Aunque piensa mucho en ello, le resulta difícil responder si desde la distancia se ve de otra forma tu país, se le quiere más o se le perdonan algunas cosas.
“Perdonar, con la situación actual argentina, no sé si es una palabra que podría usar en este momento. Y no sé que pensaría ahora de haberme quedado. Sí, me pasó y fue muy brutal, porque no fue planificado, que desde que me fui de Argentina mis libros son más argentinos que nunca. Es increíble que, tras estos años, cuando pongo mis manos sobre el teclado, vuelvo a transportarme a mi país”, asegura