A pesar de caer en apenas dos meses, y de ser un tema que apenas se ha investigado, más de cien voluntarios internacionales estuvieron en tierras guipuzcoanas en la Guerra Civil, muchos más de los que se pensaba hasta ahora. Junto a la resistencia de Gipuzkoa contra el bando nacional, personas de al menos nueve nacionalidades diferentes combatieron en las filas republicanas entre los meses de agosto y septiembre de 1936, antes incluso de que se crearan las Brigadas Internacionales.
El periodista Aitor Azurki y el historiador Aitzol Arroyo comandan una investigación apoyada por la Diputación de Gipuzkoa para “dignificar” y hacer justicia con decenas de personas que han caído en un “injusto olvido”. Para el 2026, y aprovechando que se cumplirán 90 años del inicio de la Guerra Civil, publicarán un libro con toda la información que han recogido. Muchos de los documentos los han encontrado en el Instituto de Investigación Social de Historia de Ámsterdam y en el archivo ruso de RGASPI.
Eso sí, el objetivo de la comparecencia de este miércoles de los dos investigadores, junto al director general de Derechos Humanos y Cultura Democrática de la Diputación, Ion Gambra, no ha sido solamente informar de su trabajo, sino sobre todo hacer un llamamiento a la población de “Gipuzkoa y de toda Euskal Herria”: “Apelamos a toda la sociedad por si conocen alguna historia de estos combatientes, alguna documentación, fotografía o información de cualquier tipo. Cada pista nos puede ofrecer un nuevo hilo del que podemos tirar”, ha señalado Gambra. Azurki lo ha secundado, ya que “las pequeñas historias individuales nos sirven para englobarlas junto a todas las demás”. Toda persona que quiera contactar con ellos tiene dos medios: el teléfono 665 72 47 52 y el correo electrónico internazionalistak@gmail.com.
El origen de la investigación
El germen de este trabajo viene de muchos años atrás: “Leí un libro de Miguel Usabiaga, en el que se hablaba de estos primeros voluntarios y voluntarias internacionalistas. Para mí fue como una primera pista”, ha rememorado Aitor Azurki. En 2019, junto con Aitzol Arroyo, mientras preparaban una exposición diferente, se apuntaron varios nombres extranjeros que fueron surgiendo. Tras la pandemia, y al comprobar que “nadie se estaba encargando de esta línea de investigación”, volvieron a retomar el asunto.
Su trabajo no se centra únicamente en la guerra. Además, han puesto el foco en otras dos cuestiones: los canjes de prisioneros y el ciclo represivo una vez derrotada la República en Gipuzkoa. En algunos de los intercambios de prisioneros, que se hacían en el puente Avenida de Irun, hubo brigadistas, que anteriormente habían formado parte de la resistencia en el territorio. Por otra parte, los investigadores también tienen identificados a presos internacionales que habían pasado por Gipuzkoa.
Historias personales de voluntarios
En la rueda de prensa, Arroyo y Azurki han querido destacar varias de las historias que han conseguido descubrir con sus investigaciones: la primera de ellas es la de Estoucha, Estera Zilberberg. Ella es, de momento, la única mujer voluntaria internacionalista que han encontrado, aunque están “convencidos de que hay más”.
Estoucha tenía 20 años cuando vino a Euskal Herria, estudiaba medicina y era judía, polaca y comunista. “Viene acompañada de su novio, Abram Gostinski, y de varios trabajadores metalúrgicos. Estoucha y él llevaban medicinas, mientras que los segundos portaban ametralladoras, todo para el frente”, ha contado Arroyo. A partir de ahí, la historia de esta joven en tierras vascas es “espectacular”: “En una ocasión le tocó disparar una ametralladora tras morir el tirador, ya que los fascistas venían de frente, a pesar de ser sanitaria. Fue herida más tarde, en la batalla de Legutio, en Araba, cuando asistía a un gudari herido”. Fue testigo, además, del bombardeo de Durango, y posteriormente de las ejecuciones de presos de derechas por una “masa llena de rabia” tras las muertes producidas por la aviación enemiga: “Ella escribió sobre ese suceso y comentó: Ahora sé lo que es la guerra. Más tarde trabajó como reportera en una revista feminista llamada Mujeres. Acabó tras la guerra en un campo de exterminio nazi de donde, afortunadamente, salió con vida”.
Gran parte de la información de Estoucha se ha conseguido de un libro publicado por su hijo Georges Waysand, en el cual se recogen declaraciones directas de la mujer, que ya en su vejez escribió unas notas sobre su pasado. Esta publicación es “la punta de lanza o el inicio de todo este proyecto”, han asegurado.

De hecho, siguiendo con la historia de Zilberberg, Azurki y Arroyo han anunciado que están traduciendo la obra de Waysand al euskera y al castellano, ya que originalmente fue escrita en francés. Además, están preparando un documental con la historia de Estoucha, “pero eso se podrá ver en dos o tres años”, ha comentado Azurki.
Otra de las historias que han querido poner en valor es la del novio de Zilberberg, Abram Gostinski. “Se nos había dicho que murió en la batalla de Irun, pero en el archivo de RGASPI hemos encontrado cartas manuscritas dirigidas a Dolores Ibárruri, la Pasionaria, en los años 1939 y 1940. Gracias a ellas hemos podido reconstruir lo que fue su paso por Euskal Herria, siempre al lado de Estoucha”, ha explicado Aitzol Arroyo, que ha destacado además que, a pesar de estar en Polonia o Ucrania, se sentía muy cercano al pueblo vasco: “En una de las cartas escribió: Yo también fui combatiente de Euskadi”.
Los investigadores también han hablado de tres trotskistas belgas, René Pasque, Louis Boulanger y Pierre Schavitz, que estuvieron en Irun. Escribieron muchas cartas, por lo que es un testimonio detallado de lo que fue el frente en la localidad de la muga. Pierre Schavitz fue herido a principios de septiembre y René Pasque murió por un obús. “Los pasajes de los últimos días en Irun te ponen la piel de gallina. Que unos jóvenes venidos de Bélgica quisieran seguir luchando, cuando uno de ellos había muerto y otro estaba herido, en una tierra que no conocían, es muy destacable. Como historiador, que no se haya investigado el recorrido de estos voluntarios me da mucha rabia, pero también me impulsa a seguir y lograr que este tema sea conocido”, ha concluido Aitzol Arroyo.