Nacida en Valencia, criada en Ibiza, Roxana trabaja en el sector de la alimentación y es madre de dos hijas veinteañeras. Desde hace dos años apoya económica y emocionalmente a la madre de Alexandru Andrei (Alex), el joven brutalmente agredido en Amorebieta el verano de 2021 por dos hombres de la banda de los Hermanos Koala, quienes le causaron graves lesiones cerebrales. Ahora son familia. La curiosidad es grande, pero Roxana no quiere protagonismo ni hablar de cifras. Es rica en empatía.

Han pasado casi dos años y medio desde que Alex recibiera una brutal paliza en Amorebieta. ¿Cómo y cuándo se enteró de la noticia?

Me enteré de la noticia por la televisión a los dos o tres días.

¿Qué se le pasó por la cabeza?

Me pareció muy impactante y pensé que tenía que localizar a la madre de ese niño. Perdona, pero es un tema que... (se emociona). Me pareció que tenía que localizar a la madre de Alexandru para ayudarla porque me imaginaba que si él estaba trabajando aquí con el padre y ella estaba en Alemania, sería porque no tendría una situación muy fácil.

Fue un suceso que causó una gran conmoción en la sociedad vasca.

Fue monstruoso. No tiene nombre.

¿Tiene hijos de la edad de Alex? ¿Le impactó especialmente por ello?

Sí, tengo una hija de 21 años y otra de 23. Lo que le ha pasado a Alexandru ha sido una desgracia para toda la vida. No tiene perdón de Dios. Soy muy solidaria y ayudo en muchas causas, gracias a la educación que me han dado, pero este caso me conmocionó tanto que estuve dos meses intentando localizar a Ana Claudia.

¿Cómo consiguió dar con ella?

Me inscribí a periódicos del País Vasco para estar al día de cualquier noticia. Me llegaban notificaciones y fui cogiendo los nombres. Busqué por Facebook, pero no estaban con su nombre como aparecía en el periódico. Por eso me costó. Al final tuve la gran suerte de que Ana Claudia puso una foto de perfil con Alexandru. Le envié un mensaje privado y di con ella. Desde entonces tenemos contacto a diario.

¿Qué le transmitió en ese primer mensaje? ¿Qué le contestó ella?

Me presenté, le dije que si era la madre de Alexandru, que me gustaría tener contacto con ella y que rezaba todos los días por... (se emociona)... por Alexandru. Cuando ya me contestó que sí que era ella, nos comunicábamos a través de la traductora. Entonces descansé porque llevaba dos meses para localizarlos. Fue así, a través de Facebook.

Para que luego digan de las redes.

De vez en cuando valen para algo bueno. A raíz de eso, no hemos perdido el contacto ni un solo día.

¿Le sorprendió a Ana Claudia que otra madre a tantos kilómetros de distancia la quisiera ayudar?

Supongo que al principio le sorprendería porque, por desgracia, no es lo habitual, pero de esto hace ya dos años y pico.

Ahora ya son como familia ¿no?

Totalmente. Yo los quiero muchísimo, los adoro. Tengo vídeos del nene casi todos los días. Yo le envío vídeos míos haciendo el tonto, diciéndole cosas y Ana Claudia me envía cada día vídeos de la rehabilitación, de él durmiendo, de la primera vez que ha podido comer, porque ha estado sin poder comer hasta hace poco. Esto es muy grave.

Usted sufraga, según ha explicado la familia, buena parte de los gastos de Alex. Solo la rehabilitación en un centro privado de Barcelona cuesta 5.000 euros al mes. ¿En qué les ha ayudado estos dos años?

Yo soy muy pudorosa y hablar de cifras no me gusta. En un primer momento estaban muy mal y, a través de Alexandra, la traductora, les fui enviando para los gastos, sobre todo de la madre, que fue de Alemania a Bilbao. Luego les eché una mano con la silla de ruedas, con la cama de la casa... Todo eso. También me ayudan mucho los amigos. Unos amigos míos me dejan su casa para hacer comidas solidarias. Hacemos una rifa, pasamos un día agradable y encima recaudamos bastante dinero para Alexandru. Luego hago siempre un número de Lotería de Navidad para él. Al principio estuve sola en esto, pero ahora ya no. Mis amigos se vuelcan muchísimo.

Así que ha ido ampliando el círculo de personas que colaboran.

Sí, mis amigos colaboran un montón. En el momento en que convoco una comida benéfica, vienen, pagan la comida y va íntegro a Alexandru. Si cojo 60 por cabeza, no se descuenta la comida, van los 60 íntegros para Alexandru. Luego rifamos un montón de cositas y todos participan. Estoy muy contenta con mis amigos, se involucran mucho.

¿Cómo se fue forjando la relación con la madre de Alex?

Tras la primera toma de contacto a través de Facebook, yo le iba preguntando cómo estaba Alexandru, cómo evolucionaba. Al principio era a través de Alexandra, gracias a Dios que existía, porque si no, yo no me habría podido comunicar con Ana Claudia. En un principio le preguntaba cada dos o tres días. Luego, cada día. Como veía que ella estaba muy abierta a la comunicación conmigo y me enteré, a través de Alexandra, de que su situación económica no estaba muy bien, empecé a ayudarla económicamente.

A estas alturas se felicitarán en los cumpleaños, las fiestas...

Claro. Por los cumpleaños le hago regalos a Alexandru a través de Alexandra. Ella lo compra y yo se lo pago.

Dice que hace videoconferencias con la familia. ¿Alex la reconoce?

Yo creo que sí porque me envía besos y, dentro de cómo puede gesticular, se le ve cuando sonríe.

Lo conoció cuando permanecía inmóvil. ¿Cómo ve su evolución?

De cómo estaba hace dos años y medio a ahora ha habido una evolución. Ha empezado a comer, en el centro de Barcelona lo han puesto de pie... Son pasos pequeñitos, pero para nosotros son muy grandes.

¿Los vive con tanta intensidad y alegría como su madre?

Con muchísima. Cuando vi que a Alexandru lo ponían de pie, porque Ana Claudia me va mandando los vídeos, me emocioné muchísimo, es inevitable. Cualquier persona normal se tiene que emocionar con algo así.

Ana Claudia dice que usted es como “la segunda madre de Alex”. ¿Qué siente al oír esas palabras por boca de su propia madre?

Me emociona y me impacta mucho que me considere así. Todos los días es: “Buenos días. ¿Cómo estás? Que Dios te bendiga”. Yo le contesto enseguida: “Buenos días”. Luego, al rato, me llega un vídeo del nene. Luego hablamos, hacemos videollamada... A mí me llamaba ángel siempre. Decía: Mi ángel, mi ángel. La quiero mucho.

¿Contribuye con otras personas que necesitan ayuda económica?

Contribuyo con causas generales.

¿Siempre ha sido una persona solidaria, desde su juventud?

Sí, de toda la vida. Primero, me lo han inculcado y segundo, considero que el que pueda debería de ayudar. A mí este caso me quitó el sueño nada más lo vi, porque han pasado dos años y pico, pero hay que recordar la salvajada tan grande que fue... No le encuentro ni nombre.

En enero se juzgará a los acusados mayores de edad. Será un momento duro para la familia...

Muy duro. De hecho, Ana Claudia en el juicio anterior se desmayó en la puerta. Se la tuvo que llevar una ambulancia y ahora, en enero, será el juicio de los adultos.

Y ahí estará usted, dándole su apoyo en la distancia.

Hombre, claro, por supuesto.

Ayuda económica aparte, que la madre pueda desahogarse con usted, tenerla como paño de lágrimas... Supongo que habrán llorado mucho al teléfono también.

Sí. Yo estaré ahí apoyándola al cien por cien. Será un día muy duro para todos, pero tiene que llegar y, además, Dios quiera que se haga algo de justicia. Ya no van a devolver a Alexandru lo que le han quitado ni cómo está, pero que se haga justicia. Eso creo que lo deseamos todos.

Las penas de los menores acusados fueron insuficientes a ojos de la familia. Cuando el hijo de uno es la víctima, debe de ser muy duro.

Es muy duro, muy triste, porque, dentro de lo que tú estás viviendo, encima es como si te echaran otro cubo de agua fría.

¿Por qué ha preferido ocultar su rostro y sus apellidos?

En Ibiza lo sabe prácticamente toda la isla. Todos mis amigos lo saben. Como empecé en privado con la familia, prefería mantenerlo así. Lo que pasa es que después ella me ha nombrado varias veces, también llegó aquí, a Ibiza, y ya está.

¿Cree que hay muchas personas como usted que ayudan a otras, sin conocerlas, desde el anonimato?

Hay de todo un poco, porque Ibiza es muy solidaria. Hay gente que lo hace desde el anonimato y hay gente que no. Muchas veces no tiene importancia. No es nada malo lo que se está haciendo.

Sus hijas estarán muy orgullosas de la madre que tienen.

Sí, sí, claro que lo están.

En un contexto económico difícil a muchos les costará entender que una persona ayude a una desconocida a cientos de kilómetros de distancia. Cuando lo ha contado, ¿la reacción ha sido de sorpresa?

Sí, la verdad es que muchas veces la gente se ha sorprendido. Me decían: “Pero ¿cómo los localizaste? ¿Cómo habéis llegado a tener esta amistad tan grande que tenéis diaria?”. Se sorprenden un poco. Ahora ya se han hecho a la idea y me preguntan hasta: “¿Cómo está tu niño?”.