El tránsito de vehículos en el Puente de Santiago de Irun es incesante este viernes soleado, con carteles de la Donosti Cup por todas partes y cientos de familias y particulares que van y vienen de Hendaia. A unos cien metros, dejando la ladera de Jaizkibel a la izquierda, discurre en paralelo otro puente restaurado. Tan histórico y atractivo como desangelado. “Esto es una vergüenza”, dice Jose Mari, un vecino de Irun que se acerca en bicicleta hasta el paso fronterizo del Puente Avenida.

A este lado del Bidasoa no hay ningún problema para acceder a esta infraestructura de 112 metros de longitud, un paso peatonalizado que enlaza Irun con Hendaia, y que permanece cerrado a cal y canto al otro lado de lado de la orilla desde hace más de dos años. Solo el Tour posibilitó la libre circulación, que duró lo que tarda en pasar la caravana. Los vecinos denuncian estos días que la ronda gala parece tener más peso que los propios derechos humanos y las necesidades diarias de miles de habitantes del País del Bidasoa

El paso entre ambas orillas se desbloqueó el lunes a las seis de la mañana, con motivo de la tercera etapa ciclista. Era la primera vez que desaparecían las vallas tras el cierre decretado en 2020 con la justificación antiterrorista. La función de un puente es servir de soporte a una vía de comunicación, de ahí que esta semana se felicitaran por la medida los alcaldes de Irun, José Antonio Santano, y de Hendaia, Kotte Ecenarro. Su alegría por la libre circulación entre ambos municipios, sin embargo, duró menos de 24 horas. 

De hecho, los ayuntamientos de ambas ciudades han llamado a la ciudadanía a que responda este viernes a las 18.00 horas la decisión del Gobierno francés de restablecer el cierre. “No tiene otro nombre lo que hemos visto estos días, ha sido una vergüenza”, insiste el deportista, único usuario en ese momento de un puente con un firme que apenas ha sido pisado.

Sobre el asfalto, a medio camino entre ambas orillas, puede leerse pintado en rojo “No frontera”. Este periódico cubre el recorrido hasta que una valla, y la mirada desafiante de seis gendarmes al otro lado, impide continuar el camino. “Soy Jose Mari, pero el apellido no te lo doy porque estoy seguro que esos tíos nos están grabando”, dice el ciclista que poco después se marcha por donde ha venido.

Del vallado que impide el acceso a Hendaia cuelgan dos viejas bicicletas con algunos accesorios a modo de protesta, y un cartel en el que puede leerse en euskera Andarra jo digute. Una tomadura de pelo. Es la sensacion que, al paso del Tour, tienen estos días colectivos que trabajan en favor de las personas migrantes como Irungo Harrera Sarea. “La representación de estos días pasados ha sido vergonzosa”, reconocen desde la entidad, que junto a una decena de asociaciones llaman a la ciudadanía y a cargos políticos de Bidasoaldea a una convocatoria el próximo 22 de julio para exigir la apertura de la frontera.

Drones para "la caza de personas"

Las entidades de apoyo a migrantes denuncian que desde 2020 la comarca es una zona controlada y militarizada. Un malestar que se ha visto agrabado estos días tras conocer que este verano “se utilizarán drones para la caza de personas”. Denuncian que los derechos humanos de las personas migrantes son constantemente vulnerados por los Estados francés y español.

El pasado 1 de noviembre, representantes de entidades, asociaciones, sindicatos y partidos, abrieron el puente peatonal para denunciar el absurdo de la situación. “El teatro de esta semana ha demostrado que no vamos a conseguir nada por separado”, señalan las entidades, que creen que es “urgente” que la sociedad y representantes de todos los partidos políticos comiencen a trabajar juntos para acabar con estas “políticas migratorias racistas y asesinas”.

Así lo entiende también el Gobierno Vasco, que ha anunciado que estará presente en la protesta convocada esta tarde por los alcaldes de Irun y Hendaia. En concreto, será el director de Migración y Asilo, Xabier Legarreta, quien acuda. “Solo facilitando corredores humanitarios seguros podemos garantizar la defensa de los derechos humanos”, señala.

La eurodiputada Izaskun Bilbao, que también estará presente, ha planteado una pregunta a la Comisión Europea sobre el cierre del paso peatonal, recordando que este tipo de prácticas vulneran el código de fronteras de Schengen. Y no hay más que acercarse a este punto, para comprobar que, en realidad, no han desaparecido las fronteras interiores de la UE.

Confusión: "¿ah, pero no se puede pasar?"

Lo curioso, como puede comprobar este periódico, es que desde el lado de Irun no se aprecia el vallado que impide el paso hacia Hendaia. Son varios vecinos y turistas los que se ven obligados a darse media vuelta una vez que llegan al otro lado. “¿Ah, pero no se puede pasar?”, pregunta Lierni Menzibal, una vecina de Irun que quiere pasar en el día en la playa de Hendaia y se ve obligada a dar media vuelta para continuar su camino por el Puente de Santiago. Otro tanto les ocurre a dos donostiarras que daban por hecho que el paso estaba abierto.

Una situación que, en palabras del alcalde de Irun, “es una ofensa para las dos ciudades y para los vecinos de Irun y Hendaia, y no es solo una dificultad para la movilidad. Es algo más profundo: se está creando un obstáculo para la relación entre ambas ciudades. Es incomprensible”, asegura.

Apenas un día después de que los responsables de ambos municipios se felicitaran por la apertura, el primer edil irundarra reconocía no poder “comprender cuáles son las razones que pueden llevar a este cierre en el contexto de una frontera que tiene 500 kilómetros, con puentes en Gipuzkoa, Navarra y más allá”.

Los vecinos tampoco lo entienden. “Lo de estos días con el Tour ha sido una cuestión de imagen”, dice, molesto, Vitor. Este vecino de Hendaia comparte la misma reflexión que los clientes del restaurante Mikel, el establecimiento a este lado de la muga más próximo al puente. “Aquí dependemos de París. Hay mucha gente de Irun que viene en bici con sus niños. ¿Por qué no pueden pasar por aquí? ¿Por qué tienen que ir por la acera del Puente Santiago?”, se pregunta Arantxa Uranga, vecina de Hendaia que apura su consumición en el local guipuzcoano. “Aquí no existe el espacio Schengen”, dice mirando a la camarera, quien lamenta que el cierre -“a pesar de que siguen viniendo franceseses”- afecta al negocio.

En el exterior del establecimiento, Mario Echevarria da rienda suelta a su malestar. “Restaurar este puente nos ha costado dos millones. ¿Para qué? ¿Para tenerlo cerrado? Estoy cansado de los franceses, siempre son follones, cuando no es la pandemia es el terrorismo”, dice el decorador, que gesticula mientras retira del escaparate varias alpargatas de San Marcial, una vez concluída la semana festiva en Irun.