María González Camino, integrante de la Asociación de Lyme Crónico de España, ALCE, lamenta que “no se puedan dar datos” en el Estado sobre la prevalencía de esta enfermedad.

Las razones que baraja ALCE son varias: “Los casos no se están diagnosticando y la enfermedad no es de declaración obligatoria. La UE en su momento lanzó unas recomendaciones en esta línea, pero al final al no ser obligatorio la declaración obligatoria se ha hecho en algunos países pero no es España”. De ahí que no se conozca el número de casos. “Estamos en contacto con el Instituto Carlos III y nos cuentan que hay comunidades autónomas que sí quieren hacer la declaración obligatoria”, añade María González.

González sabe bien de lo que habla, dado que su hija sufrió Lyme. “Estuvo ingresada y tratada trece días con antibiótico intravenoso por Lyme, pero como no todo el departamento estaba de acuerdo, en el informe de sanidad no se puso que era por Lyme. Mi hija no está contabilizada”.

“Si te tapas los ojos no ves lo que tienes enfrente”, critica González, que asegura que este no querer ver hace “que la comunidad médica piense que es un problema menor, cuando no es así”.

En mayo el Carlos III “hizo un estudio del aumento de la incidencia hospitalaria por enfermedad de Lyme. Sólo con los datos de la Seguridad Social, no de hospitales privados. Considerando que algunos enfermos ingresan por otros motivos, muchos enfermos de Lyme no necesitan ingresar y, tomando en cuenta que no se comunican todos los casos, la cifra es enorme”. En el estudio, realizado de 2005 a 2019, se constata un aumento del 191,8% sólo en la incidencia hospitalaria. Si se reparte por años, destaca González Camino, el aumento anual es superior al 13%.

En salud un aumento anual en una enfermedad del 13% es una barbaridad”, abunda la representante de ALCE,que denuncia que a nivel estatal “no se haga un estudio del campo de garrapatas”. “Se da por supuesto que en Andalucía no hay, aunque las hay, y no se estudia. Hay pocos estudios al respecto: uno pequeño en Galicia, otro en Asturias, en Cantabria, que se reconoce como zona de prevalencia, no hay ninguno, y en el País Vasco creo que hay uno”.

“Si no buscas no encuentras”, subraya González, que recuerda que en distintas ciudades, como Nueva York, se han hecho estudios que señalan que en los parques públicos “se están encontrando garrapatas con esta bacteria”. “Las hay por toda España”, asegura.

Cada vez hay más garrapatas

Cada vez hay más garrapatas, hecho que se atribuye en gran manera al cambio climático. “Las garrapatas hay periodos en los que están inactivas, como cuando hace mucho frío. El clima está cambiando, lo que hace que estén más activas y se reproduzcan más. El cambio del uso del suelo, señala la OMS, y la globalización también influyen”.

 “Cualquier insecto hematófobo (que chupa sangre) puede picar, por ejemplo, a un ciervo, que es un reservorio, y después a un ser humano y pasarle la bacteria”, afirma. “Existe cierta obsesión por la negación y el problema es para los enfermos”, critica. “La situación de los enfermos clama al cielo, porque son mal atendidos, maltratados y mal tratados”, suma. 

Son los propios enfermos, declara, la prueba más patente de que la enfermedad existe. “Hay problemas de diagnóstico. El cuerpo tarda mucho en generar anticuerpos y las pruebas que se utilizan no son buenas para esta enfermedad”, insiste.

Cuando una persona lleva un tiempo con la bacteria “ésta deprime el sistema inmunológico y no genera anticuerpos y las pruebas no indican la existencia de la enfermedad. ¿Por qué se sigue investigando en sistemas de diagnósticos? Si las pruebas fueran buenas no haría falta”, apostilla.

“Hay cosas muy sencillas que se podrían hacer para mejorar. Por ejemplo, campañas informativas como las que vemos en los ambulatorios”, demanda González Camino. “Con eso no curas a las personas enfermas, pero sí puedes contribuir a que otras personas no contraigan la enfermedad”, apostilla.

Recetas hay varias, según ALCE, como dar “cursos a los médicos, crear un centro de referencia donde recoger los datos de los enfermos”, y avanzar para que el diagnóstico mejore sin argumentar que “hay síntomas inespecíficos y el enfermo acabe en psiquiatría”. “A veces se llega al diagnóstico tras descartar otras muchas cosas, y aún así les cuesta reconocerlo”, dice.

La representante de ALCE afirma que son “pocos los casos en los que se tiene solo la borrelia, son más los que tienen también otros patógenos. Esta enfermedad, además, consigue que se reactiven virus, como el de la viruela, etc.”

Ilustra su argumentación con un caso, el del cantante y actor Kris Kristofferson, al que diagnosticaron y trataron de Alzheimer. A los años a un médico “se le ocurrió” la posibilidad de que sufriera Lyme, “Dio positivo en la prueba, se le trató y comenzó a mejorar, pero ya se habían perdido diez años e, incluso, se habían dado efectos adversos por el tratamiento”, concluye González Camino.