Hoy finaliza la Caravana Abriendo Fronteras. Durante dos semanas, más de 150 personas de Euskal Herria y representantes de otras organizaciones como la francesa Tous Migrants y la centroamericana Proyecto Puentes de Esperanza que luchan por las personas migrantes y refugiadas han recorrido en bus y a pie las rutas migratorias fronterizas en los Alpes después de atravesar la frontera Irun-Hendaia y los campos de concentración del sur de Francia que se instalaron a finales de los años 30 para quienes huían de la Guerra Civil. De Pirineos a los Alpes y de Euskal Herria a Turín, la Caravana que lleva por bandera que ninguna persona es ilegal culmina hoy en Barcelona.

¿Cuánta gente ha compuesto la Caravana este año?

Viajamos unas 150 personas y el 70% somos mujeres. Cincuenta personas aproximadamente somos de Euskal Herria y además hay de otros lugares como Madrid, Barcelona, Valencia, Castilla y León, Andalucía, Extremadura, Huesca y Cantabria. También viajamos con un grupo de personas italianas de Carovane Migranti y algunas personas que son testigos de otras fronteras, como una defensora centroamericana y una madre tunecina de un hijo desaparecido.

Europa ha vivido este año el mayor éxodo migratorio desde la II Guerra Mundial por la guerra en Ucrania, 37 personas acaban de perder la vida en la valla de Melilla, hemos comprobado cómo el Gobierno marroquí usa la migración como baza política para lograr sus fines geoestratégicos y cientos de personas siguen muriendo en el Mediterráneo. ¿Por qué la Caravana mira al norte y al pasado centrándose en recuperar la memoria de los campos de concentración?

Porque el norte es responsable de muchos de los conflictos que ocurren en el sur y que obligan a migrar. La fabricación y la venta de armas, los intereses geoestratégicos para apropiarse de sus recursos, la actividad de las empresas transnacionales, muchas de ellas de marca España o label vasco. Seguimos con las mismas prácticas neocoloniales del pasado. Aboubakar Aminou, un compañero que viaja por tercera vez en la Caravana nos decía frente al Ayuntamiento de Perpignan –de ultraderecha– que si queremos hablar de memoria, si queremos preguntarnos por qué vienen los africanos aquí, deberíamos preguntarnos antes por qué fuimos primero los europeos a África.

No hemos aprendido.

Seguimos repitiendo los mismos errores del pasado, pretendemos que sigan viniendo pero sin derechos para poder seguir disponiendo de mano de obra esclava. Son esenciales para sacar adelante nuestra vida: para cuidar de nuestros mayores, para tener la verdura en la mesa..., pero no queremos reconocer su derecho a existir, seguimos considerándolos indeseables, como se llamaba a las personas que eran candidatas a un campo de concentración, que por cierto también se llamaron inicialmente campos de acogida, como ahora se llaman de refugiados eufemísticamente. En el Estado español se está llevando a cabo una recogida de 500.000 firmas para tramitar una ILP en el Congreso para regularizar a las 500.000 personas que se estima viven y trabajan sin derechos.

¿Qué se les ha movido por dentro en esas visitas a los campos?

Es profundo visitar lugares de la memoria como los campos de concentración del sur de Francia, los de Gurs, Argelès o Rivesaltes, conectar con las condiciones de vida y de sufrimiento que padecieron, escuchar a los colectivos locales sobre la situación de las personas migrantes en las fronteras interiores de Irun-Hendaia y la frontera franco-italiana, fronteras que en el espacio Schengen se supone que no existen, pero en las que hay personas africanas muriendo por cruzarlas. Es preciso parar el reproductor automático de la historia porque ya sabemos dónde nos lleva, no hay más que recorrer las huellas de la memoria. Es preciso parar el aumento del racismo, de la xenofobia, de la ultraderecha y generar espacios de solidaridad, de encuentro y de resistencia frente a un sistema depredador, señalar responsabilidades, a nuestros gobiernos.

¿Qué es lo que más le ha impactado a usted personalmente?

Es una caravana que en general mueve mucho por dentro porque conecta con nuestro pasado más inmediato. Una amiga nos pidió que le enviáramos fotos de la playa de Argelès-sur-Mer, lo que fue el primer campo de concentración, porque su madre estuvo allí. Asociamos los campos de concentración con la Alemania nazi y con personas europeas; y me ha sorprendido mucho ver que existieran tantos campos en el sur de Francia, y ver, entre las fotos antiguas del Memorial del Campo de concentración de Rivesaltes, un grupo de mujeres africanas. Hubo personas internadas de hasta 100 nacionalidades en las diferentes etapas. Ha sido testigo de los desplazamientos forzados que han provocado conflictos como la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial, pero también de la guerra de Argel y el proceso de descolonización. También que sus instalaciones se hayan utilizado hasta 2007 como campo de internamiento para personas migrantes previo a su expulsión.

Además de visitar los campos de Gurs, Rivesaltes o la playa de Argelès donde pasaron penurias miles de exiliados republicanos, habéis recorrido la frontera de Irun-Hendaia. ¿Hay que resignarse con que el Bidasoa se pueda convertir en otro Mediterráneo en casa?

No podemos resignarnos.

¿Cuál ha sido la acogida en los pueblos y ciudades que visitan?

En la playa de Argelès repartimos folletos sobre quienes éramos y porqué estábamos allí. Hubo personas que nos dieron las gracias. En Bielsa también. Es muy reciente la recuperación de la memoria histórica democrática también en estos lugares. Hemos tenido encuentros con descendientes que vivieron en campos, con colectivos locales de personas migrantes y organizaciones que, como las nuestras, defienden los derechos de las personas migrantes, y en todos los casos la acogida está siendo un soplo de aire fresco porque las realidades locales son difíciles.

Tras una semana por los lugares de la memoria del sur de Francia os adentrasteis en la etapa italiana. ¿Cuál ha sido el plan?

Nada más llegar tuvimos un encuentro online con testigos de la frontera mesoamericana, varias de las cuales han participado en anteriores ocasiones en la caravana. Madres, hermanos de personas desaparecidas en la ruta migratoria que buscan a sus seres queridos en la frontera centroamericana, que se unen, que levantan su voz pidiendo respuestas, exigiendo justicia, que marcan los pasos en el trayecto que hicieron sus seres queridos antes de ser desaparecidos. Escuchar testimonios está en la centralidad de la caravana.

¿Qué papel juegan los Alpes en las rutas migratorias?

Hemos tenido encuentros con colectivos de un lado y otro de la frontera franco-italiana, como Tous Migrants, que realizan un trabajo intenso rescatando personas en las montañas de los Alpes, porque no solo mueren en el Mediterráneo o accediendo a Europa, sino que muchas personas mueren dentro ya de las fronteras internas. También con organizaciones italianas como Carovane Migranti, coorganizadores de la caravana europea, como Tous Migrants. Y se desplazaron hasta allí personas de organizaciones que trabajan en otros puntos de la ruta migratoria italiana: Linea D’Ombra, que trabaja con las personas que entran a Triestre desde Eslovenia con los pies destrozados después de hacer la difícil ruta balcánica; Rete Antirazzista de Catania, que desarrolla su trabajo en Sicilia, etc. Llevamos adelante acciones de denuncia como una manifestación que hicimos en Turín frente al centro de detención de personas migrantes en espera de ser deportadas y esperamos concluir este domingo esta caravana en Barcelona.

¿Qué esperan de la Caravana?

Esperamos seguir adelante, en ruta, porque las fronteras no solo son un espacio de victimización y vulneración de derechos sino un espacio para la articulación de alianzas, y la experiencia de la Caravana Abriendo Fronteras, en su séptima edición, es un ejemplo de ello.