Rabieta monumental en el autobús, en mitad de la calle, en el supermercado. Llanto irrefrenable, con gritos y pataletas, ante una negativa (no te compro helado, no puedes bajarte de la sillita en el autobús). En definitiva, casquetas varias que, siendo una reacción natural de las niñas y los niños en su época más temprana, tanto cuesta gestionar a los adultos. Amaia Iguiñiz, psicóloga de la Asociación de Cardiopatías Congénitas de Euskadi, Bihotzez, cuenta a esta periódico cómo hay que actuar en estas situaciones.

¿Cuáles son las causas que originan las rabietas infantiles?

-Hay que tener en cuenta que, principalmente, las rabietas se dan entre niños y niñas de dos a cuatro años. A partir de esa edad empiezan a desarrollar otras habilidades cognitivas y otros aprendizajes de comportamiento a nivel de comunicación. Pero sobre todo en torno a los dos años, la etapa de inicio en la que empiezan fuerte, esa rabieta se da porque el niño o niña comienza a tener cierto nivel de independencia. Comienza a andar, a hablar un poco... Estrena ese nivel de autonomía y es la persona adulta la que pone los límites. Cuando el niño quiere ver la tele o pide una chuche y la persona adulta le dice que no, la forma de comunicar es a través de la rabieta y el enfado.

¿Qué quieren conseguir con la rabieta?

-Es un enfado, una frustración. Las rabietas tienen una función, quieren conseguir algo, comunicar algo. No lo saben hacer de otra manera. Pero hay dos tipos de rabieta: una de ellas es la que se da a nivel de comunicación, como forma de pedir algo. Pero ocurre que cuando un niño o una niña se enrabieta muchas veces, aprende que obtiene atención, que a veces según la respuesta del adulto puede conseguir lo que quiere. Es un refuerzo. Si aprenden que se enrabietan y consiguen lo que quieren, al día siguiente volverán a hacerlo. Los adultos implícitamente les lanzan el mensaje de que con la rabieta consiguen lo que buscan.

Cuando llega la rabieta, ¿qué tienen que hacer los adultos?

-Te sacan de tus casillas. Es algo difícil de gestionar, porque o te pones a gritar, o les das algo para que se callen. Es sumamente importante controlar la calma. Si yo también me altero, no ayudo a que el niño o la niña se tranquilice. Con nuestro comportamiento trasmitimos esa energía al niño. Es importante controlarnos, decirles no con cariño y tratar de explicárselo con paciencia, porque la capacidad de comprensión se adquiere con el tiempo. Tenemos que dar confianza y tener confianza en que se le va a pasar. Si no trasmitimos calma, no ayudamos a calmar. Tenemos que intentar que no nos trasmita la casqueta porque, si no, entramos en un círculo vicioso.

La receta en ningún caso pasaría por intentar solucionar todo cuanto antes dándole lo que pide, sino aguantando el tirón.

-Así es. Las rabietas son normales. Es lo que nos cuesta comprender muchas veces. Nos quedamos con esa creencia de que los demás piensan que es un niño maleducado, que se comporta mal, que le estamos enseñando mal. Ahí radica el error. Las rabietas, hasta que el niño aprende otras habilidades para mandar mensajes, son parte de su etapa evolutiva. No saben decirlo de otra manera, aprenderán después otras habilidades, porque siendo tan pequeños son totalmente emocionales.

¿Se puede trabajar para evitar las rabietas o no merece la pena?

-Podríamos tal vez anticiparnos. Si sabemos que el niño o la niña se va a agarrar la rabieta cuando le digamos que no, podemos pensar cómo manejarlo de otra manera, buscar alternativas o simplemente ser modelo, porque lo somos para los niños. Yo le enseño que no cojo la casqueta, que me tranquilizo, me comporto normal, intento razonar. Intento transmitirle que esa no es la forma, que hay otras maneras de comportarnos.

¿Hay niños o niñas que son más casquetosos que otros?

-Por norma general, las casquetas las cogen todos los niños y niñas. Es cierto que algunos pueden tener más carácter que otros y ser más explosivos. Estamos hablando de emociones y hay niños y niñas que son más emocionales que otros. Creo que en función de la respuesta de los adultos, si reforzamos que las cojan, sí las cogerán más unos que otros. Aunque por la etapa evolutiva las cogen todos.

Si esta etapa de rabietas se prolonga más allá de los cuatro años, ¿tenemos que preocuparnos?

-Si los adultos enseñamos al niño o la niña que si se coge la casqueta consigue lo que quiere, le voy a a ayudar a que continúe con esa conducta. Para los cinco o seis años, se comportarán de una forma u otra según se ha definido su recorrido hasta entonces. Si le hemos ayudado a que desarrolle otras habilidades y a que la casqueta no es la forma de lograr lo que quiere, intentará buscar cómo conseguirlo de otra manera. Si le enseñamos que esta es la forma de lograrlo, lo seguirá haciendo. Pero las casquetas de cinco o seis años no serán iguales que las de los dos años. Además, si siguen con las rabietas este hecho, más que ayudar, les perjudicará en su contexto.

Con el tiempo se ve a niños y adolescentes con problemas de conducta. ¿Tiene algo que ver?

-Cuando un adolescente marca unas conductas conflictivas, tenemos que echar la mirada hacia atrás. Si ha tenido un entorno pacífico que le ha escuchado, que le ha ayudado a desarrollar otras habilidades, será más fácil que las tenga. Pero si sus habilidades son problemáticas es porque no ha aprendido otras cosas, y el entorno influye en esto.

Como educadores y educadoras algo tendremos que aprender. ¿Qué claves tenemos que interiorizar?

-Hay que tener paciencia, no dejarse llevar por las emociones del niño en el momento de la rabieta. Es difícil, porque nos afecta el nivel de cansancio que tenemos, las prisas, etc. Resulta complicado contenernos y que no nos transmitan esa alteración. Hay que mantener la calma, no darles lo que quieren y poner límites claros, Porque si un día, como tengo prisa y necesito que el niño deje de chillar, le doy lo que quiere para poder seguir, establecemos límites incoherentes. Si un día se lo doy y otro no, le mareamos. Se enrabietará siempre porque igual hoy no cae pero mañana sí.

Un mensaje de esperanza ante las rabietas.

-Que es una etapa que pasa. Si le enseñamos a pedirlo de otra forma e intentamos razonar con él aunque hoy no lo logremos, veremos que con el tiempo razonará e intentará entenderlo. Hay que intentar escucharles y mirarles, porque muchas veces ni les miramos, porque estamos a mil cosas. No nos tenemos que ir, sino mantenernos a su lado sin darle lo que quiere conseguir. Sé que es difícil

La presión del entorno de la gente que nos mira, ¿influye?

-Sí, claro. Pero tenemos que tener claro que dejar llorar a un niño con casqueta no es maleducarlo. Hay muchas creencias negativas sobre las rabietas y no es así, porque es algo normal en esa edad. A veces nos ponen en un compromiso, pero tenemos que tener claro que es lo que hay, que son niños pequeños y que estamos en una etapa concreta del desarrollo normal. l