Bancos públicos que no permiten recostarse, accesos vallados sin aparente necesidad, pinchos anti-vagabundos en zonas bajo techo... El diseño de los espacios públicos incorpora cada vez con más frecuencia modificaciones para "desalentar usos indebidos". Una práctica que persigue "sutilmente" despejar las calles de personas sin hogar.

Así lo ha puesto de manifiesto este miércoles Joseba Gaya, responsable del área de Vivienda de Cáritas Bizkaia durante la jornada Oztopoak Gaindituz: Arquitectura hostil, organizada por Cáritas Gipuzkoa en el auditorio Carlos Santamaría de Donostia (UPV/EHU).

Sin vivienda ni recursos que la hagan posible, el espacio público se convierte en lugar inevitable donde se libra a diario un pulso por la supervivencia. Un escenario en el que, sin embargo, toda suerte de barreras pueden llegar a impedir el descanso.

José Barreiro y Gloria Aranzabal aseguran que Donostia es un ejemplo de ello, con espacios en los que elementos arquitectónicos "incomodan o buscan directamente evitar que las personas de vida de calle no puedan descansar" como quisieran. Ambos son integrantes del equipo Bidelagun de Cáritas en Gipuzkoa, que atiende a pie de calle a personas sin hogar.

PIEDRAS Y PINCHOS

"Donostia será muy bonita, pero aquí el tiempo no ayuda y las personas sin recursos necesitan guarecerse. A este respecto, los elementos hostiles nos los encontramos en las zonas más céntricas de Donostia, y en barrios como Amara y Gros", expone Barreiro. Un equipo de Bidelagun ha hecho un recorrido por algunos de estos espacios. "Nos hemos encontrado con piedras y pinchos en zonas bien protegidas. Hay vecinos que buscan cómo expulsarles de sus portales a través de los diseños", aseguran.

Dentro de esa "sutileza" urbanística, ponen como ejemplo las marquesinas de los autobuses en lugares como el Boulevard donostiarra, "con asientos pensados para evitar recostarse", o el propio acceso a la plaza de la Trinidad, "vallado, que acaba afectando al uso que puedan hacer las personas sin hogar".

El personal de Cáritas también alude "al caso de una mujer que solía pasar horas en un banco en Amara que ahora han eliminado, por lo que continúa en el mismo lugar sentada en el suelo". Los bancos del mobiliario urbano tienen enorme importancia a la hora de configurar un espacio público, ya que inciden en la socialización, en la medida que permiten charlar o leer. "Y muchas veces nos encontramos con asientos individuales, como los dos que hay frente al Ayuntamiento de Donostia. Puede ser un cuestión de diseño pero supone un problema para las personas que viven en la calle", inciden.

José Ramón Aramendi, director de Cáritas Gipuzkoa, habla de "un grave problema que exige reflexionar sobre el drama humano que subyace. Estamos hablando de las personas más vulnerables de la sociedad, con enfermedades mentales muy graves. En estos momentos la mayor parte son migrantes, víctimas de una sociedad en la que prima lo inmediato".

REACCIÓN

Cifra en más de un centenar el número de personas sin hogar en Donostia, casi todos varones. "Tenemos que reaccionar como individuos y sociedad y pedir a las instituciones públicas que velen por ellos. Debemos actuar con unión sin protagonismos ni rechazos", ha insistido durante la presentación de la jornada. A esta tarea se entregan a diario 210 voluntarios y 30 trabajadores de Cáritas.

Gaya asegura que la llamada "arquitectura hostil" responde a políticas que "se están dando en todo el mundo". En países como Alemania e Italia, la creciente privatización de las estaciones de tren que eran utilizadas para pernoctar, han hecho desaparecer a las personas que buscaban ahí refugio.

“En Bilbao también nos encontramos desde hace unos años en proceso de cambio estético en el que se prioriza el turismo. Vemos ejemplos de arquitectura hostil en la estación de Abando, en la plaza Indautxu...”, ha enumerado el responsable del área de Vivienda de Cáritas.

Entiende que la Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana, más conocida como Ley Mordaza, “tiene mucho que ver con el uso que se hace del espacio público. No está concebida contra las personas sin hogar sino más bien como respuesta a acciones violentas o al uso que movimientos sociales hacen de las calles. Sin embargo, su aplicación también ha dado pie a una inseguridad jurídica de las personas sin hogar”, sostiene.