Ya lo cantaba Nino Bravo. “Es ligero equipaje para tan largo viaje, las penas pesan en el corazón”. Pues eso que, literalmente, cada vez viajamos más ligeros de equipaje, por lo menos si lo hacemos en avión. Facturar una maleta sale más caro que el billete de una persona, por lo que metemos cuatro cosas en una mochila y allí nos vamos, a pasar un mes en la selva amazónica. Lo que antes se nos hacía impensable, ahora se nos hace casi obligado. Volvemos a limpiar calcetines, ropa interior y un par de camisetas en el lavabo, y adelante como los de Alicante. ¡Qué cosas! De llevar un conjunto de playa, otro de noche y otro de paseo por día, a alternar el pantalón verde y el azul, con el mismo top durante quince días. Pues eso. Que todo se puede hacer. Pero parece que solo lo podemos lograr cuando la recompensa es estar ante las aguas transparentes del Caribe y no en nuestro día a día. También podríamos renunciar a cosas que nos sobran, ¿o no?. Porque viajar ligeras de equipaje puede ser bueno a todos los niveles. Llevas menos peso, menos envidias, menos recelos. Y recuerdo de nuevo a Nino Bravo, “es ligero equipaje para tan largo viaje” y de verdad pesan las penas, lo no dicho, lo mal dicho, lo que no se da. Y, además, ¿de qué vale ser la más rica del cementerio? En ese viaje, el más largo, todo sobra.
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