Iruñea - Se oye por la calle y en algunos medios, sobre todo los nacionales, que los encierros son cada vez más previsibles, menos peligrosos, casi aburridos. No es verdad. Un encierro de Pamplona nunca es aburrido, y mucho menos si es de Miura. Solo los segundos interminables de Aguilito llevando ayer prendido del cuerno derecho al baionarra Pierre Ponté en la bajada al callejón valen para superar en emoción a casi cualquier espectáculo que pueda verse en el mundo. Los atléticos toros de Miura hicieron del último encierro de los sanfermines la carrera más rápida, dos minutos y 12 segundos y, una vez más, no cornearon a nadie aunque dejaron siete traslados al Complejo Hospitalario de Navarra por traumatismos. Fue un broche más que digno a unos encierros de 2018 que han sido de récord. Solo dos heridos por asta. Hay que remontarse 35 años, hasta 1984, para encontrar un balance semejante. Solo en 1967, según los datos que recopiló el doctor Luis del Campo, no hubo heridos por asta en los encierros.

La mítica ganadería sevillana de Lora del Río se presentaba por 53º vez en la Feria del Toro. Seis toros marca de la casa: grandes, con 584 kilos de media, y uno, Tendero, por encima de los 600. Parece que van despacio, pero tienen un tranco formidable y sus largas patas devoran los adoquines. Tienen merecida fama de nobles que se apartan para no cornear a nadie. Solo 16 empitonados en los 38 últimos encierros, los que cuentan con estadísticas fiables. Y otra vez, la sexta consecutiva, la Meca puso a los miuras el día 14, superados ya aquellos años en que, precisamente por su teórico poco peligro, se corrían en domingo, el día de mayor masificación.

Listonero, Tendero, Maquilero, Tabernero, Aguilito y Déjalo salieron rápidos de los corrales de Santo Domingo, arropados por unos cabestros (sobre todo uno) más despistados que de costumbre. Un par de toros y un manso compartieron la cabeza, casi a relevos, y subieron por el centro de la cuesta sin hacer caso a nadie. Así atravesaron la plaza del Ayuntamiento, donde pisotearon a conciencia a un corredor alavés, y se plantaron en un visto y no visto en la curva Mercaderes-Estafeta, donde pasaron por encima de un manchego. El buey de cabeza, conocedor del recorrido, trazó la curva por la parte interior, mientras los toros se fueron a la izquierda, donde se encontraron con la barrera y la dejaron temblando tras empotrar con fuerza sus más de tres toneladas de peso conjunto. Un golpe formidable que arruinó alguna cámara fotográfica.

Los seis toros y el manso arrearon a toda velocidad Estafeta arriba, con los seis toros y el manso separados por muy pocos metros y los dos castaños al final. A lo largo de la calle abarrotada se vieron bonitas carreras y muchos mozos pudieron coger toro. Más difícil les resultó aguantar el fenomenal tranco de los sevillanos pero, a pesar de ello, no hubo tantas caídas como en días anteriores. La más peligrosa se produjo al final de la calle. Hacia la mitad de Estafeta un toro se quedó atrás con los mansos y sus cinco hermanos y el manso amigo se presentaron en un momento en la curva de Telefónica. A partir de aquí llegó el momentazo del encierro de ayer. Los cinco toros y el manso de cabeza se fueron hacia la derecha y allí se encontraron a un numeroso grupo de corredores-espectadores. Fueron momentos de confusión, toros y mozos tocándose, caídas, revolcones y, en el fragor de la batalla, el cuerno derecho del castaño Anguilito acertó a meterse milagrosamente entre la camiseta, el pañuelo y el cuello del joven de Iparralde, lo sacó de la valla y lo arrastró colgando durante unos 60 interminables metros por todo el callejón, el mozo dando bandazos a cada cabeceo del toro, arriba y abajo como un pelele. La angustia terminó ya junto a las garitas de escape dentro del callejón, cuando primero se soltó el pañuelo, luego se rasgó la camisa y Pierre pudo respirar.