Las entrañas de Euskal Herria son un territorio donde la historia, la naturaleza y el misterio se entrelazan bajo la superficie de sus montañas. Más que un simple deporte o pasatiempo, la espeleología es una forma de conectar con la tierra y de entender mejor nuestro lugar en el mundo, pues nos enseña a respetar lo que está bajo la superficie y a apreciar la belleza oculta que solo se revela ante aquellos dispuestos a buscarla.
Por ello, y de forma no tan profesional, nos adentramos en las profundidades de Bizkaia, Gipuzkoa, Araba y Navarra para explorar y visitar algunas de las cuevas más impresionantes y secretas de la región. Unas cavidades que no solo son testigos mudos del paso del tiempo, sino que también son santuarios naturales que nos invitan a descubrir sus más preciados enigmas.
Cueva de Baltzola
Nuestra travesía comienza en Bizkaia, tierra de montañas verdes y costas escarpadas. La cueva de Baltzola, situada en el municipio de Dima, se encuentra en un paisaje que parece sacado de un cuento de hadas. Con un valle repleto de helechos que se alzan hacia el cielo y unas paredes rocosas, la presencia de un arroyo que serpentea hacia la entrada de la cueva destaca por su encanto.
Su gran boca oscura se abre entre las rocas como si la tierra invitara a descubrir lo que aguarda en su interior. El techo, alto y amplio, nos hace sentir pequeños en comparación con la grandiosidad del espacio natural. Tras su marco, se esconden formaciones rocosas complejas y fascinantes como estalactitas y estalagmitas, que se abrazan entre ellas en aquellas esquinas que más se estrechan de la ancestral gruta.
Cueva de Goikoetxe
Nos alejamos de Baltzola, dirigiéndonos hacia otra maravilla vizcaina, conocida como la cueva de Goikoetxe, dentro de la Reserva de Urdaibai. Este enclave alberga un tesoro en su interior, pues son varias las pinturas rupestres que datan del Paleolítico Superior que pueden encontrarse en sus paredes. Estos trazos que nos conectan con el pasado, nos muestran las obras de esos primeros artistas que utilizaron las cuevas como lienzos para expresar su visión del mundo. Una experiencia que nos acerca inevitablemente a la civilización antigua, recordándonos nuestra pequeñez en la vastedad de la historia.
Cueva de Ekain
Nuestros pasos nos llevan hasta Gipuzkoa, una región donde las montañas se elevan majestuosamente y los valles parecen guardar misterios milenarios. Por esto, el recorrido continúa en Deba, concretamente en la cueva de Ekain, un santuario de arte rupestre que ha sido declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Pese a que su entrada es modesta, más allá nos encontramos con una verdadera galería de arte prehistórico en una atmósfera completamente mágica que invita a la contemplación de su espacio.
Actualmente, existe una réplica denominada Ekainberri en Zestoa que es posible visitar.
Cuevas de Arrikrutz
A unos kilómetros de Ekain, nos esperan las cuevas de Arrikrutz, en el municipio de Oñati. Se trata de un sistema de cuevas conocido por su complejidad y por la variedad de sus formaciones geológicas. El ambiente en su interior es fresco y húmedo, pues el sonido de las gotas de agua que caen desde el techo, evidencia la existencia de una gran humedad. Todo ello, contemplado en un mismo instante, ofrece un momento de paz donde el tiempo parece detenerse, y en el que solo queda admirar la belleza que la naturaleza ha esculpido durante milenios. Además, en ella fue encontrado un esqueleto de león cavernario, actualmente considerado como el más completo de la Península Ibérica y que ha sido replicado.
Cueva de la Leze
Hacemos una parada en Álava, tierra de contrastes donde los paisajes cambian dramáticamente entre llanuras y montañas. Situada en la Sierra de Altzania, cerca de Araia, la cueva de la Leze es única, ya que su río subterráneo la atraviesa completamente, creando un cañón natural en el corazón de la montaña. Su entrada nos hace sentir una mezcla de emoción y respeto, ya que no se trata de un lugar fácil de explorar, pero sin duda, merece completamente la pena, pues con un techo que se abre hacia arriba, es posible observar las chimeneas naturales por donde la luz del día se cuela tímidamente.
Cueva de Mairuelegorreta
Nos encaminamos a la cueva de Mairuelegorreta, en las faldas del Gorbeia. Se trata de un enclave que nos recibe con su tranquilidad y majestuosidad. Conocida por sus grandes dimensiones y por las leyendas que la rodean, relacionadas con seres mitológicos de la tradición vasca, nos envuelve con su atmósfera silenciosa y espectacular vista. En su interior, columnas naturales de roca se alzan como pilares de una catedral subterránea. Aparte, en una de sus salas, destaca una estalagmita que según la leyenda, es el trono de Mari, la diosa de la mitología vasca.
Cueva de Mendukilo
Nuestro viaje espeleológico culmina en Navarra, una región rica en historia y paisajes impresionantes. La cueva de Mendukilo, en la Sierra de Aralar, es un verdadero tesoro natural escondido en las montañas. Con unas galerías bien iluminadas, las formaciones de estalactitas y estalagmitas se combinan en un despliegue de formas y colores que nos deja sin palabras, pues la luz juega con ellas, creando sombras que parecen darles vida propia.
La cueva de Ikaburu
La cueva de Ikaburu forma parte del conjunto de las grutas de Urdax. Cercana a la frontera con Francia, se encuentra atravesada por el río Utxuma. Se trata de un lugar lleno de misterio y belleza, que nos sorprende con la frescura de su ambiente y el sonido constante del agua fluyendo. Las paredes se encuentran adornadas con formaciones calcáreas que brillan como si estuvieran cubiertas de cristales.
Su estructura cuenta historias de monjes y contrabandistas refugiados entre sus entrañas durante siglos, y es que al recorrer sus galerías, es fácil imaginar de dónde salen las leyendas sobre estas profundidades, que las caracterizaban como un lugar seguro para esconderse. Esta mezcla de historia y naturaleza nos recuerda que las cuevas no solo son formaciones geológicas, sino también testigos silenciosos de la vida y el ingenio humano.
Escondidas bajo los montes y valles de Euskal Herria, estas cuevas son un ejemplo evidente de la majestuosidad de la naturaleza en su forma más pura y antigua. Cada una de ellas nos ha ofrecido algo único: un desafío físico, una lección de historia y un momento de introspección en el que nos hemos sumergido en mundos en los que el tiempo parece detenerse, y donde las paredes de roca cuentan historias que se extienden mucho más allá de la memoria humana.
Con la promesa de volver algún día, nos despedimos de estos tesoros escondidos y de todo lo que representan, la historia, la naturaleza, y sobre todo, el espíritu indomable de la exploración que inevitablemente todos llevamos dentro.