Acaba el partido. Es noche cerrada de domingo. Y todo pinta negro en la Real Sociedad. La clasificación decía lo que decía antes de recibir al Rayo: cinco puntos de 21 posibles. Pero la posterior derrota ante los vallecanos eleva al cuadrado la preocupación, que ya no atiende sólo a los números sino también a las sensaciones. Vistos desde la distancia que otorga el tiempo, los brotes del día del Mallorca se observan ahora menos verdes que entonces. Y duele haber asistido en Anoeta a cierta regresión en el juego del equipo: ha regalado como casi siempre, y ha generado menos que nunca. Desde la 19ª plaza, con la impotencia instalada aún en el cuerpo y esperando como espera un parón liguero de quince días, se teme uno lo peor en cuanto al futuro de Sergio Francisco. Es decir, que le destituyan. Luego, transcurridas unas horas y conocida ya la continuidad del técnico, sólo cabe considerar lógica la decisión, atendiendo simplemente a sus circunstancias.

La plantilla

Al fin y al cabo, el míster no tiene la culpa de que el fichaje clave que pedía desde julio viniera lesionado el 31 de agosto y todavía no haya debutado. Tampoco debe responder directamente Sergio a que la apuesta para relevar a un pivote de 70 millones de euros sea un chaval que se estrena este curso en Primera División, en un movimiento que aplaudo pero que requiere de la misma paciencia que merece el entrenador. Toca igualmente eximir al técnico del nivel que está pudiendo dar la supuesta estrella del equipo, Take Kubo, quien bastante ha hecho durante el último mes saltando al campo con el tobillo colgando. Y entra también en el terreno de lo incontrolable que el prometedor delantero depositario de la confianza del club se produjera en Oviedo una rotura muscular de caballo. Todo ello por no hablar del envenenado exceso de efectivos en determinada zona del campo, la medular. O del modo en que se han gestionado ambos laterales, cuyos titulares son ahora un atacante reconvertido y una irrupción ilusionante que de momento no consigue aproximarse a las prestaciones de sus inicios.

El club

Cesar a Sergio durante el parón de octubre habría significado echarle a las primeras de cambio. Y habría resultado completamente injusto, algo de lo que seguro que se han mostrado conscientes en los despachos de Anoeta. Los rectores del club son plenamente conocedores de las circunstancias enumeradas en el párrafo anterior, saben que todas ellas están afectando al rendimiento del equipo, y asumen que varias de esas patatas calientes han sido sembradas en su jardín, no en el del entrenador, de ahí el coherente comodín del que este va a disfrutar. Además, si pregonas y vendes a la afición un evidente cambio de ciclo, tu gestión de la entidad debe ir en consonancia con las características del proyecto. Y esto pasa, obviamente, por no andar cortando cabezas en la jornada ocho.

Erik Bretos y Jokin Aperribay, durante una rueda de prensa en Anoeta. Ruben Plaza

El entrenador

Una cosa no quita la otra. Que el contexto y los efectivos con los que trabaja Sergio puedan llegar a explicar el mal arranque de Liga tampoco significa crédito ilimitado. Del mismo modo en que en la cúpula del club sienten que le deben al entrenador una bala extra, al propio Sergio no se le escapa tampoco cuáles son las leyes del fútbol profesional. Si la cosa no mejora de aquí a unas semanas, en noviembre estará fuera, y evitarlo pasa para él por hacer de su Real un equipo más competitivo. No lo es, por ejemplo, recibir un gol 17 segundos después de centrar una falta lateral al área contraria, circunstancias en las que el Rayo ganó en Anoeta un partido de empate que se torció en clave txuri-urdin. Algo ya habitual, por otra parte. Hemos explicado alguna que otra vez en este mismo espacio que el momento del club es el que es, y que estamos dispuestos a pagar el peaje de la ternura. Pero más preocupante se antoja que la producción ofensiva, a la que sí podíamos agarrarnos, decrezca con el tiempo, algo que de momento ceñiremos a lo del domingo. Enfrente hubo un rival que orientó la salida hacia Zubeldia y persiguió a Brais hasta al cuarto de baño. Y le cundió. El míster debe pensar y repensar para generar más y conceder menos. Si no... Sería una pena.