Son muchas las ocasiones en las que la gente de fuera que realmente está sorprendida por la decadencia de la Real incide en que, con todo lo que ha vendido e ingresado en los últimos años, cómo es posible que haya invertido tan mal el dinero. O lo que es lo mismo, qué poco ha acertado en los fichajes. Como suele ser habitual, el principal señalado en mitad de una crisis de resultados, que es por lo que está atravesando sin ninguna discusión el club realista en este ya maldito comienzo de temporada, es el entrenador. Hasta Sergio Francisco es plenamente consciente de que la cuerda siempre se suele romper por el lado más débil que en este mundo siempre es el del técnico. Los o el que más confianza aparentemente han puesto en él serán los primeros en redactar y firmar su finiquito. n
Pero muchas veces resulta recomendable mirar hacia fuera y escuchar para intentar encontrar explicaciones a lo que le está sucediendo a la Real. Si tras la derrota en Oviedo constatamos que es muy complicado preparar un partido mientras diez jugadores de tu plantel no saben dónde van a dormir 48 después por el cierre de mercado y ante el Real Madrid destacamos el desorden de un equipo que se encontraba en clara fase de construcción, lo cierto es que contra el Betis se agotan las excusas. En un problema que viene de lejos, esta Real sigue con una mandíbula de cristal que provoca que no reaccione cuando recibe golpes (más de 30 partidos sin remontar un resultado lo certifican) y con una tendencia casi enfermiza a pegarse un disparo en el pie de forma constante y en cualquier momento. Pero está claro que, al menos por ahora, y aunque es evidente que no le han dado las herramientas a tiempo porque no están preparadas, Sergio tiene su parte de responsabilidad. Lo que no admite discusión es que un técnico que siempre ha tenido fama de regirse por la meritocracia y de ser muy normal y lógico en su toma de decisiones no va a echar piedras contra su propio tejado. A muchos les llama la atención que haya jugado Pablo Marín los cinco encuentros de Liga titular, pero quizá habría que darle la vuelta al argumento y destacar lo preocupante que resulta que se decante por él antes que por el overbooking de centrocampistas que tiene en nómina. Porque en realidad habla muy mal de cómo está viendo al resto. Para el puesto de 8, que es sin duda el que más le importaba reforzar y por el han traído dos fichajes: uno, Yangel Herrera, que es sin duda el perfil que marcaba como prioritario, llegó roto y aún está por debutar (probablemente no juegue hasta después del parón de octubre); y el otro, Carlos Soler, casualmente un viejo objeto de deseo del presidente, aterrizó sin ningún minuto de competición en pretemporada, que es muy distinto a haber completado 30 entrenamientos junto a sus ex compañeros en el PSG.
Los jugadores
Al margen de la angustiosa falta de gol, que está por encima de cualquier otra circunstancia, tampoco se puede olvidar que el año pasado, salvo Remiro, todos los demás jugadores rindieron por debajo de su supuesto nivel. Si ya empieza a fallar la guardia pretoriana del exitoso lustro pasado txuri-urdin con el gol que se marcó en su propia portería Remiro en una de esas salidas de puños sin fe ni contundencia, la situación comenzará a adquirir tintes dramáticos. Como ya sucedió en Oviedo, hay que diferenciar claramente las dos partes. En la primera, los realistas parecieron rehacerse bien a un gol defendido con menos agresividad que los escolares en playeros y, tras empatar casi a renglón seguido el enmascarado Brais, estuvieron mucho más cerca del segundo varias veces que su adversario. En ese once estaban Remiro, que no tuvo su noche; Aramburu, que se encuentra muy lejos del jugador que irrumpió tras la lesión de Traoré; Zubeldia, que con mala compañía no es tan fuerte; Caleta-Çar, que estuvo horrible; y Sergio, que fue de lo poco salvable. En el centro del campo, Gorrotxategi, que lo pasó mal en su tercer encuentro de titular en Primera; Pablo Marín, que no consigue consolidarse a pesar de seguir jugando todos los encuentros; y un Brais, que tiene un mérito indudable pero que no acompaña con continuidad a su gran calidad. Eso sí, si tiene una buena opción para golpear con su pierna izquierda, la suele clavar, como así logró el empate (en los dos primeros partidos no acertó en ocasiones muy claras). Y arriba, el tridente mágico inventado para la Champions de Imanol, con Barrenetxea, que ha arrancado muy fuerte pero que debe ser más letal; Oyarzabal, a quien, como siempre, se le puede reprochar bien poco; y Kubo, que está con el tobillo seriamente dañado, como no escondieron en la previa al enfocarle dos veces y en sendos sitios distintos mientras se lo vendaban, y que si está tan tocado no puede ser el jugador diferencial.
Para los que les gustan los números y porcentajes, son seis jugadores que han pasado por el filial y cinco foráneos, de los cuales solo uno ha llegado este verano, Caleta-Çar; otro que llegó el pasado, Sergio Gómez, que es un buen fichaje y seguro que irá a mejor; Brais y Kubo, que ya llevan aquí cuatro años; y, por supuesto, Remiro, que se encuentra en su séptima campaña en Zubieta y es casi como uno más de la casa.
No se puede discutir ni poner en tela de juicio el compromiso y el sentimiento de la mayoría de ellos. Lo más preocupante es que en la lista de los que viajaron a Sevilla también se encontraban dos porteros canteranos, Marrero y Arana, y en defensa, Aihen, Aritz, Odriozola y Jon Martín (por ahora todos de casa). Ahora empieza lo impactante, Turrientes, Carlos Soler, Goti, Sucic y Zakharyan (los cuatro últimos, incorporaciones, aunque el vizcaino fue héroe en el filial antes de subir). Y arriba, Karrikaburu, Guedes y Sadiq. Apartados por lesión, el citado Yangel y el frágil Óskarsson.
Sin ánimo de señalar a ninguno de ellos, porque lo grave de lo que sucedió tras la pifia de Remiro fue que todos bajaron los brazos, en la segunda parte entraron Soler, Guedes, Zakharyan, Sucic y Aritz. O lo que es lo mismo, dos refuerzos para esta temporada, uno de la pasada, otro de la anterior y uno de los de toda la vida. Hubo un momento en el que estuvo en juego la identidad, con solo Zubeldia y Oyarzabal en el campo.
Llegados a este punto, en la famosa filosofía de cantera con supuestos refuerzos que marquen la diferencia, lo que ha comenzado a fallar han sido refuerzos que no han llegado a ser ni titulares. Y este es el primer paso para que empiece a salirse la cadena y que el equipo se encuentre cuesta abajo y sin frenos en gran parte por los reiterados errores individuales y por una candidez coral que, al menos por ahora, su entrenador, desprotegido por completo por la desastrosa planificación del club, no está siendo capaz de corregir, equilibrar y organizar para lograr que el equipo gane partidos.