Solo hay una persona para la que la visita de la Real a Japón está siendo más especial que para Kubo. Se trata de Patxi, un gallego afincado en Nagasaki, cuyo sentimiento txuri-urdin nació de una camiseta firmada por todos los jugadores hace 25 años en Zubieta y que ha logrado contagiárselo a sus dos preciosas y sonrientes hijas (Sara y Ema) de la misma manera gracias a la amabilidad de la expedición blanquiazul, que no dudó en lograr la rúbrica de todos los jugadores en las elásticas de sus dos hijas. Su vida siempre ha estado marcada por señales en blanco y azul, ya que cuando viajaba al país del sol naciente en 2013 para estudiar, se encontró en el aeropuerto de Barcelona con la Real de Xabi Prieto, Zurutuza y compañía, que venían de enfrentarse al Espanyol. “Sinceramente, no recuerdo mucho lo que hablé con ellos, porque estaba bastante nervioso por el viaje y el cambio de vida, y no estaba para demasiadas historias. Pero sí me acuerdo de que les había dicho que solo venía para tres años, y ya van unos cuantos más”.
El amor se cruzó en su camino y, tras casarse, se afincó cerca de Nagasaki, donde reside entre semana por trabajo, aunque su residencia familiar está en Fukoaka, con la fortuna, una vez más, de que, con lo grande que es el mundo y lo lejos que vive, esta vez ha sido la propia Real la que ha ido a verle. Pero el origen de su pasión realista se ubica en el parking de Zubieta hace 25 años. “Mi ama me llevó a un entrenamiento de la Real. Era a puerta cerrada y no pudimos ver nada, pero allí conocimos al padre de Aitor López Rekarte, y, según salían los jugadores del parking, los iba parando. Al final, me firmaron todos”.
La explicación de que, a pesar de ser gallego, se encontraba en Donostia también tiene un guiño en txuri-urdin: “En el año 1974 mi ama trabajaba en el restaurante de la Real situado en el paseo del Urumea. Era la época de Satrústegui, Arconada, Kortabarria..... Guarda muy buen recuerdo de todos ellos no sólo como profesionales, sino también como personas”.
Su sentimiento prendió para siempre por las firmas de su camiseta: “Yo me hice de la Real por algo como lo que vivieron mis hijas en esta gira. Nací en 1987 en A Coruña. Y creciendo en los 90 en A Coruña era complicado no seguir al Superdepor. Todos en el cole eran hinchas de este equipo, y yo, por ser parte del grupo, lo seguía también, pero con distancia. En septiembre del año 2000 fui con mi ama a ver el citado entrenamiento a Zubieta a puerta cerrada. Fue la semana después de que a Jankauskas le partieran la ceja en Santander, porque en las fotos que tengo sale con la sutura aún. De verdad, ese día mi madre consiguió que me hiciese de la Real”.
Su siguiente visita está marcada en rojo en la retina de todo aficionado blanquiazul que se precie: “En el año 2003 fui de nuevo con mi madre el día de la última jornada contra el Atlético. Unas semanas antes habíamos hablado de que si la Real llegaba con opciones al último partido tendríamos que hacer algo especial en casa. Y ella decidió que si había opciones nada de hacerlo en casa. Fuimos a Donosti, sin entradas, así que vimos el partido en la pantalla que pusieron delante del Ayuntamiento y al acabar fuimos corriendo a Anoeta para seguir al bus en el que iba el equipo”.
En las buenas y en las malas
Que conste que su sentimiento es inquebrantable y no entiende de tiempos de bonanza o de miseria: “Igual que estuvimos en las buenas, también estuvimos en las no tan buenas, porque el siguiente partido en el que estuvimos fue en Ferrol contra el Racing. La primera vez que entré en Anoeta fue el día del centenario, con entradas que nos regalaron en la peña Errealaren Landetxako Lagunak, a los que habíamos conocido en Riazor y con los que aún hoy guardo amistad. Después vi a la Real un par de veces más en Riazor y en Balaídos, y en 2013 ya me vine para Japón”.
Seguimiento en Japón
Ha pasado mucho tiempo sin que nos lo llegásemos a creer de verdad, pero por fin podemos entender y aceptar que la Real juegue al mediodía. Aunque sea por el bueno de Patxi: “Desde entonces he seguido viendo a la Real por la televisión. Al principio la seguía en directo después de volver de fiesta, y ahora en diferido mientras desayunamos, salvo que sean los partidos a las 14.00 de allá. El último partido en el que estuve fue en septiembre de 2023, contra el Granada. Mi madre volvió a vivir a Errenteria hace unos años, y, aprovechando que yo tenía que ir a Bilbao por trabajo, fuimos juntos al partido, pero me quedó la espinita de no poder ir con las niñas”.
La visita de la Real a Nagasaki y el encuentro ante el V-Varen permitió que sus hijas revivieran el mismo momento y el mismo hechizo txuri-urdin, esperemos que ya para toda la vida: “Por fin hemos podido ir juntos por primera vez, y gracias a la Real con las firmas en las camisetas que les mandaron los aitonas, no lo olvidarán nunca. Y seguro el mes que viene volveremos a la realidad de ver a la Real en diferido mientras desayunamos, pero el sueño de haber estado en nuestra casa este fin de semana no nos lo quita nadie”.
Embargado por la emoción y sin poder controlar el llanto al recibir las camisetas, Patxi nos recuerda lo fácil que es propagar el sentimiento realista por el mundo: “Hemos ganado a tres txuri-urdines más. Las tenía ya medio convencidas, pero con esto ya se confirma. Mi mujer ya ha dicho que en las próximas vacaciones vamos a un partido a Anoeta sí o sí”.
Así da gusto propagar la pasión blanquiazul. La enésima confirmación que sea donde sea, en un país cercano o en las antípodas, siempre habrá un aficionado txuri-urdin para arropar con el mismo cariño que Patxi y su familia a sus ídolos.