La vivienda es para las personas una especie de núcleo neurálgico central de nuestra vida y desde el que la desarrollamos y organizamos. Diríamos que es nuestro campamento base, por lo que tener solucionado el problema habitacional nos aporta seguridad y estabilidad, además de confort o satisfacción en función de la calidad del lugar en el que vivimos.

Pero además y desde el punto de vista económico, teniendo en cuenta que se trata normalmente de la mayor inversión que vamos a realizar en nuestra vida, adquiere otra vertiente que es la del ahorro, ya que desde el momento en que la compramos se convierte para muchísima gente en una especie de “hucha” en la que mes a mes se introduce un dinero que nos asegura un nivel importante de tranquilidad económica de cara a nuestro futuro.

Es normal que nos preguntemos si la compra que estamos realizando, además de considerarla como un lugar adecuado para desarrollar nuestra vida, es una buena inversión en cuanto a su rentabilidad

Ante la relevancia de la inversión, es normal que nos preguntemos si la compra que estamos realizando, además de considerarla como un lugar adecuado para desarrollar nuestra vida, es una buena inversión en cuanto a su rentabilidad. Y en este sentido deberíamos atender a aspectos como por supuesto su precio, pero siempre relacionándolo con su ubicación, superficie, estado del inmueble y del edificio en el que se ubica, con las cargas futuras en cuanto a posibles reformas e incluso deberíamos considerar su funcionalidad o posible disfuncionalidad, dado que hay inmuebles que a veces tienen un componente depreciativo simplemente porque dejan de ser funcionales, y se me ocurre como ejemplo el de las casas de pueblo o caseríos que tienen 600 o 700 metros y no son divisibles, con lo que teniendo en cuenta el reducido tamaño de las familias actuales y el alto coste de reforma o simplemente de mantenimiento de una casa de esa tipología, se convierte en una inversión disfuncional a la que en el futuro puede costar dar salida por la baja demanda que puede tener, siendo por tanto una dudosa inversión.

Oferta reducida

Es cierto que hoy la oferta de vivienda es muy reducida y prácticamente cualquier vivienda se vende en un plazo corto, pero esto no siempre ha sido ni va a ser así y es por ello que realizar un análisis económico de la compra desde el punto de vista de inversión es recomendable que se realice de forma adecuada y no solo atendiendo a los impulsos de un momento puntual.

También es cierto que en una situación del mercado de oferta tan reducida y volátil al mismo tiempo, donde los inmuebles “vuelan” y se venden de un día para otro, a veces nos exige tomar decisiones rápidas que dificultan la realización de ese análisis más exhaustivo y que por tanto obviamos pensando que al fin y al cabo la vivienda es un bien que casi nunca se deprecia y, en este sentido, el hecho de que se trate de una inversión para vivir en ella y a largo plazo siempre da cierta seguridad y nos hace preocuparnos menos de su valor futuro, ya que su función principal es la de darnos cobijo y que sea ese campamento base desde el que vamos a vivir, por lo que en cuanto al futuro de la inversión, “Dios dirá”.

En este sentido, yo recordaría que en la crisis del 2008, que fue un punto álgido de precios, estos cayeron y no volvieron a recuperar los niveles del 2008 hasta hace algunos meses, ¡15 años después!

Una oferta tan reducida y volátil, donde los inmuebles “vuelan” y se venden de un día para otro, a veces nos exige tomar decisiones rápidas

Demanda escasa

Desde el año 2025, y hasta el año 2021 o 2022, la oferta y demanda de vivienda, con sus lógicos vaivenes, se ha movido en un equilibrio de oferta y demanda que se ha roto recientemente hacia una situación de demanda escasa debido a diversos motivos.

En primer lugar, debido a los bajos niveles de desarrollos de nueva construcción, que se ha movido en los últimos años muy lejos del volumen que se desarrollaba hasta el año 2008. La crisis que se inició en ese año supuso un frenazo sin que con el paso del tiempo se haya recuperado.

Otro factor es el del crecimiento de la población, tanto por la inmigración que llega para trabajar en nuestro país, como de personas que quieren simplemente asentarse tras su jubilación, o extranjeros con una segunda vivienda que, en definitiva, afloran una demanda que empuja a tensionar el mercado y acentúa la falta de oferta.

Un tercer factor clave es el de la situación actual del mercado de viviendas en alquiler. La normativa de los arrendamientos está provocando una huida de propietarios arrendadores del mercado de arrendamiento de vivienda habitual, con una consiguiente reducción de oferta que dificulta la solución habitacional e incrementa el precio de las rentas que hacen cada vez menos interesante vivir en una vivienda en arrendamiento frente a la opción de vivir en una vivienda en propiedad.

Otro aspecto es el perfil del inversor, que no compra para vivir sino para obtener una rentabilidad de su vivienda mediante su arrendamiento o simplemente por la revalorización que pueda obtener con el paso del tiempo. Las rentas actuales se encuentran en un rango alto, por lo que podríamos entender que se está obteniendo una buena rentabilidad, sin embargo, las incertidumbres creadas por la nueva normativa de arrendamientos, provoca que se pueda pensar que no es un buen momento para ese tipo de inversión y por tanto empujar a ciertos inversores a destinar su dinero a otro tipo de inversión.

En San Sebastián nos podemos encontrar con rentabilidades medias de entre el 2,5% y el 3,5%, mientras que en el otro extremo, zonas como Cáceres o Huelva podrían llegar del orden del 6,6% o 7,5%

A modo de curiosidad, hay un perfil de personas que, habiendo realizado la compra de una vivienda, no habitan en ella y además la tienen cedida en arrendamiento, mientras que ellos a su vez viven en otra vivienda arrendada, eso sí, de una categoría superior y que no tendrían capacidad de adquirirla. La vivienda adquirida cumple esa función de “hucha” comentada para su ahorro futuro y con la renta obtenida y aportando algo más pueden acceder a vivir en un lugar mejor.

Hay que tener en cuenta, por último, que la rentabilidad que se obtiene por el arrendamiento es normalmente muy superior en plazas donde los precios de la vivienda son más bajos que en aquellas donde se encuentran más tensionados. En San Sebastián nos podemos encontrar con rentabilidades medias de entre el 2,5% y el 3,5%, mientras que en el otro extremo, zonas como Cáceres o Huelva podrían llegar del orden del 6,6% o 7,5%.

Sin embargo, y a pesar de estas diferencias vemos en nuestra ciudad, en San Sebastián, en donde muchos propietarios inversores se sienten más seguros teniendo su inversión “cerca”, en casa, sintiéndola más controlada, aunque sea menos rentable que si estuviera en otra ciudad más lejana.

En definitiva, nos encontramos ahora mismo en un entorno de baja oferta de vivienda en el mercado y precios tensionados al alza. La pregunta que nos podríamos hacer es: ¿Hasta cuándo el esfuerzo inversor ya sea para vivir o para obtener una rentabilidad va a compensar estando los precios tan tensionados?

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