Compitiendo como lo ha hecho y como lo hace, esta Real Sociedad lanza, en cierto modo, piedras contra su propio tejado. Ha llegado hasta los octavos de final de la Europa League para plantar cara al Manchester United. Se halla inmersa aún en unas semifinales de Copa cuyo partido de ida no mereció perder. Y en la Liga conserva vida continental, por mucho que los últimos resultados no hayan sido los mejores. El equipo salta siempre al verde despojado de excusas, dispuesto a ganar el encuentro de turno y sin fumarse de antemano ningún partido, mediante una actitud elogiable y ambiciosa que, sin embargo, nos ha hecho olvidar la naturaleza de la temporada en la que nos encontramos. Porque la espiral de competiciones, eliminatorias y jornadas ha situado el foco sobre el cortísimo plazo, es decir sobre el marcador del domingo o del jueves, cuando en realidad las miras del club resultan mucho más amplias que todo eso, nos guste o no.
Así comenzamos
El curso empezó como empezó, con el presidente Aperribay proclamando la apertura de un nuevo ciclo el día después del primer encuentro liguero, y con Imanol avisando tras cerrarse el mercado de que esta plantilla alcanzará su máximo nivel “dentro de dos o tres años”. La palabra “transición” no tiene cabida en la cabeza del futbolista que se viste de corto y sale al campo en busca de la victoria. Tampoco en la del entrenador que se pasa horas y horas analizando a los rivales y preparando los partidos. Y sigue sin existir para el aficionado que se sienta en su localidad de Anoeta o en el sofá de casa con la esperanza de que los colores txuri-urdin le alegren el fin de semana. Sin embargo, a quienes gestionan una entidad deportiva desde los despachos les toca ser un poquito más fríos en este sentido. Y además los rectores blanquiazules encuentran en la historia reciente del club motivos suficientes para construir alejados de la urgencia.
Algunos ejemplos
En junio de 2009, la Real de Lillo cerró la Liga de Segunda en una estéril sexta plaza, sin opción alguna de ascenso durante los dos últimos meses del campeonato: no obstante, los Carlos Martínez, Mikel González, David Zurutuza, Imanol Agirretxe y compañía adquirieron importantes horas de vuelo para subir a Primera un año más tarde. Poco después, en mayo de 2012, al equipo del recién llegado Philippe Montanier sólo le dio para salvarse con dos jornadas de antelación, mientras Asier Illarramendi e Iñigo Martínez, igual que varios de los anteriormente citados, se fogueaban en la máxima categoría: lo hicieron hasta el punto de que en la temporada posterior acabaron clasificándose para la Champions. Y también supo a poco, en primera instancia, aquella campaña 2015-16 que inició en el banquillo David Moyes y que acabó con Eusebio Sacristán a los mandos: Europa quedó siempre muy lejos, pero el técnico vallisoletano permitió crecer a futbolistas como Gero Rulli, Aritz Elustondo, Yuri Berchiche o Mikel Oyarzabal (también debutó Igor Zubeldia), jóvenes que cerrarían el siguiente curso festejando sobre la bocina el agónico gol de Juanmi en Balaídos.
Planificar y elegir
Durante este pasado verano, el club apostó por rejuvenecer la plantilla, colmándola de fichajes y canteranos nacidos en el actual milenio cuyo protagonismo en las alineaciones está siendo importante: Aramburu, Javi López, Turrientes, Olasagasti, Marín, Sergio Gómez, Sucic, Kubo, Barrene, Óskarsson... “Si un año no entramos en Europa tampoco pasará nada”, dijo el propio Aperribay durante la famosa rueda de prensa, sentenciando sobre las características de un proyecto que no parece mal tirado en lo filosófico y del que, sin embargo, se critica ahora “la planificación”. Yo creo que la idea tiene todo el sentido del mundo en lo estratégico, porque se ajusta a una fórmula históricamente exitosa por estos lares. Pero entiendo, de igual modo, que esa misma planificación, correcta, debe ir acompañada de acierto en la elección de determinados futbolistas. Se falló con Sadiq. El mismo Óskarsson genera ya más dudas que certezas. Y duelen esos 40 kilos que, convertidos en mejor rendimiento, quizás nos permitirían hablar ahora en diferentes términos.