El Sadar. Domingo. Quedan un par de minutos para las ocho y media. La Real Sociedad ha perdido contra Osasuna y sus futbolistas se dirigen al córner donde se ubica la afición, para saludar a los seguidores desplazados. Tras un primer momento de aplausos y cánticos, la hinchada rompe a entonar todo un clásico: “Échale huevos, equipo échale huevos”. ¿Fue una arenga o un reproche? Si se trató de lo primero, vamos bien, porque el jueves aguarda un partido clave. Si resultó lo segundo, nos equivocamos y somos injustos. Gustarán más unos jugadores u otros. Se defenderá o no la continuidad de Imanol. Habrá quienes prefieran poner en duda el trabajo de la dirección de fútbol. Y a los demás nos toca respetar las distintas opiniones existentes. Sin embargo, esta plantilla se ha encargado durante los últimos años, con compromiso y profesionalidad, de trazar una línea roja en lo que a las críticas se refiere: su actitud no se toca. Entre o no la pelotita.

Un buen partido

Resulta imposible ir a Pamplona y completar sin testiculina el partido que hizo la Real. Puso las ganas que había que poner, al servicio de un fútbol que carburó bien en líneas generales. Pero falló lo de siempre. Un análisis aislado del encuentro aludiría a la manida “derrota por detalles” o a la contienda perdida “tras errores puntuales”. Cuando el diagnóstico se repite con tanta frecuencia, sin embargo, hablamos ya de un problema que, eso sí, no va más allá de lo deportivo. Los futbolistas quieren. Luchan. Pelean. Si Budimir hizo el 1-0, no fue porque Sucic o Remiro actuaran a medias. Si llegó luego el segundo, no fue porque a Aguerd (¡a Aguerd!) le diera todo igual. Lo que sucedió y sucede, principalmente, es que este equipo compite en la élite cada tres o cuatro días, y que en semejante escenario el agua se te cuela a borbotones a nada que muestres la más mínima grieta.

Ideas no faltan

Claro que fallaron cosas contra Osasuna. Pero el partido fue mejor que otros en los que se sumó la victoria y tras los que el mundo, obviamente, no pareció acabarse como ahora. Al calor de una derrota y de una mala racha se dicen muchas cosas, atentando algunas de ellas contra la verdad. Porque, como decíamos antes, las opiniones sobre el entrenador son libres. Sin embargo, no puede considerarse que a la Real le faltaran ideas en Pamplona, cuando resulta demostrable que hizo daño a Osasuna desde muy distintas facetas del juego. Comenzó amenazando a los rojillos con un desmarque al espacio de Mikel Oyarzabal. Acertó luego a combinar por dentro, sumándose el propio capitán a la medular desde la delantera. Mediada la primera mitad, modificó el míster el dibujo con balón para atacar con una especie de 3-2-5, activando así las diagonales de Aguerd a Kubo. Y tras el descanso llegó una nueva vuelta de tuerca, a través de las incorporaciones de Zubimendi desde segunda línea. Finalmente, cuando todo parecía perdido, varió el equipo parte de su paradigma para, con Becker a pierna natural y Óskarsson en el área, apostar por un fútbol de centro y remate. No, no faltaron alternativas, señal de que el único desgaste que puede estar sufriendo Alguacil es el del paso del tiempo. Su pizarra, mientras, sigue muy vigente. Y el modo en que los futbolistas le siguen, también.

Irregularidad

Hubo una fase del curso, a principios de diciembre, en la que la Real ganó varios partidos sin brillo, haciéndose fuerte atrás. Pareció entonces que la maduración del equipo y del proyecto podían haberse acelerado, pero la realidad actual nos devuelve a procesos más lógicos y coherentes. Si algo cabía temer de cara un curso con tantos cambios era una irregularidad liguera que va a dificultar pelear por el objetivo. Los txuri-urdin, en cualquier caso, la llevan con suma dignidad, sin escatimar esfuerzos, dándolo todo en las tres competiciones y actuando según hay que hacerlo en fases de crecimiento como la actual: utilizando el camino para mejorar, sin esperar de brazos cruzados. Durante la senda, confiemos en que de trayectoria ascendente, sólo nos queda ensalzar lo bueno, censurar lo corregible y acompañar con paciencia. “En las buenas voy a estar, en las malas mucho más...”.