Vallisoletano de 1997. Canterano del Pucela y blanquivioleta de cuna. Cumplió el sueño de estrenarse con el equipo de su corazón, pero sin la fortuna de tener luego continuidad. Roberto Corral ha vestido también las camisetas del Numancia, del Korona Kielce polaco, del Sestao River... y del Metalist Kharkhiv, un club ucraniano en el que compitió con el conflicto bélico en el país ya desatado. Sucedió entre marzo y junio de 2023. Hace nada.
Repaso su trayectoria... y veo que jugó en 2019 un Tolosa-Valladolid de la Copa del Rey.
Sí, eso es. Fue uno de los dos partidos que llegué a jugar con el primer equipo del Pucela, ese y el de la siguiente ronda contra el Marbella. Tras aquellos dos encuentros se me presentó incluso la opción de debutar en Primera, pero me lesioné el tobillo durante la semana previa a mi posible estreno. Es una espina que tengo clavada, pero lo de Tolosa no dejó de resultar súper especial para un chaval como yo que llevaba catorce años en el club, desde alevines.
En cualquier caso, yo le llamaba por su experiencia en la liga ucraniana. Fue corta pero intensa, ¿verdad?
Durante todo el año previo había estado en el Korona Kielce de Polonia, donde todo me fue muy bien hasta que se produjo un cambio de entrenador. Rescindí el contrato en enero de 2023, me quedé sin equipo al cerrar el mercado invernal y, si quería jugar durante lo que restaba de campaña, tenía que irme a algún país cuya ventana de traspasos siguiera abierta. Todas las opciones apuntaban a ligas nórdicas o del este de Europa: República Checa, Serbia, Ucrania...
Y se animó a trasladarse a un país de complicado contexto.
Sí, para fichar por el Metalist Kharkhiv. Les acababan de quitar al lateral izquierdo y necesitaban uno nuevo. Esa era mi demarcación.
Se alinearon los astros.
Bueno, vamos a ver, la historia resulta curiosa... El caso es que el Dnipro y el propio Metalist, dos equipos de primera división, compartían presidente. Y, llegado aquel mercado, el tío dio prioridad a intentar meter al Dnipro en Champions, aún a costa de mermar al Metalist. Traspasó a seis futbolistas de un club al otro, y yo al llegar me encontré con un equipo que acusó mucho aquellos cambios. A falta de diez jornadas estábamos en mitad de tabla y acabamos descendiendo.
Usted disputó justo aquellas diez jornadas finales, incluido el partido contra un Dinamo de Kiev que visita hoy Anoeta.
Cuando el otro día me propusiste hacer esta entrevista, revisé los datos de aquel partido y vi que en el equipo actual continúan varios titulares a los que me enfrenté. Perdimos 1-3 y jugué de central zurdo en defensa de cinco, una posición en la que me encuentro muy a gusto.
¿Qué recuerda del rival txuri-urdin?
Que por mi zona jugaron el delantero centro Vanat, un chico joven con gol, y el extremo Voloshyn, un extremo con desborde muy habilidoso. Del resto del equipo destacaría al lateral derecho Tymchyk, que tiene muy buen nivel. Los tres siguen en la plantilla, aunque no sé si tendrán minutos en Donostia...
¿La Real es favorita?
Sí, rotundamente sí, estoy convencido de ello, por mucho que lleve ya más de un año lejos de Ucrania. Por mi experiencia allí, puedo decirte que el Shakhtar Donetsk era el único equipo con nivel suficiente para jugar en la Primera División española. Un escalón por debajo, al propio Dinamo, al Dnipro o al Zorya les podía dar para competir aquí en Segunda. Y el resto de equipos contábamos con un potencial similar al que pueden tener los clubes de Primera RFEF.
¿Pero tan mal estaban y están las cosas?
Es que hay que tener en cuenta todas las péridas que la liga ucraniana y sus participantes están teniendo por el tema de la guerra. Ingresan menos dinero, y además les resulta muy difícil invertirlo en fichajes, pues su poder de atracción respecto a jugadores foráneos se ha visto reducido.
Usted fue uno de los que se animó a hacer las maletas y a plantarse en Ucrania. ¿Qué le decían al respecto sus compañeros de equipo?
Nada en especial. Más que preguntarme cómo me había atrevido, me daban las gracias por haber accedido a ayudarles. Es cierto que en Ucrania el tema del inglés no lo tienen muy dominado y que me costaba comunicarme con la gente, pero mantuve una muy buena relación con todo el mundo.
¿Con qué liga se encontró?
Pues con una liga muy marcada por el conflicto con Rusia, como no podía ser de otra manera. La mayoría de los clubes jugaban en sus ciudades, ante muy poco público. Y tanto el Shakhtar en Lviv como nosotros y el Dnipro en Uzghorod vivíamos en el exilio.
¿Dónde se encuentra exactamente Kharkhiv, la sede del Metalist?
Se trataba y se trata de una de las ciudades más afectadas por la guerra, ubicada a 40 kilómetros de la frontera con Rusia. No la llegué a conocer, aunque jugué en su equipo durante tres meses.
Y me dice que, además de presidente, compartían ciudad postiza con el Dnipro.
Sí, y te voy a contar una anécdota al respecto. Los futbolistas de uno y otro equipo vivíamos en zonas muy cercanas, y mi vecino era el delantero centro del propio Dnipro. ¿Sabes de quién se trataba?
Sorpréndame.
Era Artem Dovbyk. Cuando terminó aquella temporada fichó por el Girona y fue Pichichi de Primera División. La verdad es que estábamos a gusto, en uno de los lugares más seguros de Ucrania. Uzhgorod se encuentra en el oeste del país, lejos de Rusia y a un paso de Eslovaquia.
¿No se percibían allí los efectos de la guerra?
Bueno, sí. El tema de las alertas ante posibles ataques aéreos estaba muy presente. Existía un protocolo muy definido sobre lo que había que hacer cuando sonaban las sirenas. Al principio impresionaba. Pero luego te ibas acostumbrando y naturalizándolo todo, sobre todo al ver cómo reaccionaba el resto de la gente. Igual estabas un día entrenando, saltaba la alerta y la sesión continuaba como si nada. Ellos no hacían caso al aviso, y tú seguías trabajando con el resto del equipo.
¿De verdad que se termina uno acostumbrando a estas cosas?
Digamos que las interiorizas y que pasas a asumirlas de otra manera. Pero tampoco te voy a engañar: yo nunca terminé de llevarlo bien. Cuando acabó la campaña y se consumó nuestro descenso, recibí ofertas de dos clubes ucranianos que habían permanecido en primera división, pero rechacé ambas. Al final el tema de la guerra me había afectado, porque los tres meses y medio que pasé en el país los percibí casi como tres años.
¿Ya tienen la cabeza los ucranianos para seguir una competición futbolística?
Sí, sí, claro que sí. De hecho, te diría que hasta lo necesitan. Necesitan el fútbol para evadirse. Bastante tienen ya con lo que les consume el conflicto como para no disfrutar de sus aficiones durante los ratos de entretenimiento. En este último sentido, la liga significa allí uno de los principales elementos para el ocio. Recuerdo que, al menos cuando yo estuve en el país, los partidos se emitían en directo por YouTube, y que eran muy seguidos. La guerra sí afectaba muchísimo a la afluencia a los estadios, pero estamos hablando de una nación futbolera con muchos hinchas e instalaciones de primerísimo nivel. Fue una lástima que yo no pudiera vivir todo aquello desde la normalidad.
¿En qué circunstancias se jugaban los partidos?
Tuve la suerte de que, de los diez en que participé, siete se disputaron en Uzhgorod, la ciudad donde residíamos. Luego es verdad que los otros tres los jugamos a domicilio, y ahí la cosa se complicaba por el tema de los viajes. El espacio aéreo ucraniano está cerrado, así que resultaba obligatorio desplazarse por carretera o en tren. Recuerdo un par de partidos a domicilio que nos implicaron trayectos de 17 horas la ida y otras 17 horas la vuelta.
Encima para jugar encuentros ‘fantasma’...
Apenas había público en las gradas, es cierto. Y eso es algo que está afectando al fútbol del país.
¿Por qué?
Yo veo cómo le está yendo al Dinamo en la Europa League o a la propia selección de Ucrania en torneos como la pasada Eurocopa y percibo que la presión de los estadios con público pasa mucha factura a jugadores acostumbrados a competir sin ruido en las gradas. Cuando te habitúas a jugar en medio de un ambiente determinado, no te encuentras preparado para salir fuera y verte envuelto en según qué atmósferas. Estamos hablando además de chavales muy jóvenes en su mayoría. Es cierto que, durante la propia Eurocopa, estuvieron en Alemania futbolistas como Tsygankov, Lunin, Zinchenko, Zabarnyi o el mismo Dovbyk, con experiencia reciente en grandes ligas. Pero en la selección había también jugadores de clubes locales que juegan los domingos ante 200, 500 o como mucho mil espectadores.
Anoeta rondará este jueves los tres cuartos de entrada...
Se está juntando un poco todo. El tema este del ambiente. La reducción de ingresos en la liga ucraniana. Las dificultades para fichar de fuera. Y también el hecho de tener que jugar los partidos continentales de casa en el exilio, como hace el Dinamo de Kiev en Hamburgo (Alemania). Como te decía antes, la Real es muy favorita. Pero ojo también con el propio Dinamo, porque tiene futbolistas con talento. Es cierto que no les está yendo bien en la Europa League, por todo lo que te acabo de comentar. Pero si están arriba en la liga será por algo.
Me consta que va a ver el partido desde Andorra.
Sí, yo aquí sigo. Cuando se abren los mercados de fichajes soy ambicioso y suelo aguardar a que se presenten las mejores opciones posibles, de ahí que alguna vez me haya quedado sin equipo. Fiché esta temporada por la UE Santa Coloma porque aceptaban la inclusión de una cláusula liberatoria en caso de que encontrara otra posibilidad. Eso sí, estoy contento y agradecido en el club, trabajando a tope para continuar dedicándome a esto profesionalmente.
Que tenga suerte. Y que acierte con su pronóstico.
Creo que sí lo voy a acertar... Pero los partidos hay que jugarlos.