Contaba Mikel Oyarzabal de forma sensata y coherente, como es él, que no se sienten en deuda con la afición por sus pobres resultados que están cosechando en Anoeta: “En deuda no, porque eso sería si no lo intentásemos, si no nos esforzásemos bien… Para que al final de temporada estés arriba tienes que sacar más puntos en casa que fuera, normalmente. Nos está costando, no estamos teniendo nuestro mejor año en Anoeta, aunque estemos compensando con buenos resultados fuera. Pero ganar en casa es lo que siempre queremos, para que la gente esté contenta y se vaya feliz a su casa. Al final de temporada lo que vale es el cómputo de las dos cosas. Intentaremos que el año que viene sea de otra manera”.
Lo dijo la semana después del tropiezo ante el Almería y antes de la última derrota en Donostia ante el Real Madrid. Pero, aunque se entiende su defensa, los números no engañan. Uno de los mejores 16 clubes de Europa solo ha logrado siete victorias ante su parroquia. La historia se lee e interpreta de esta forma. El hecho de colarse en todo unos octavos de final conlleva una serie de obligaciones colaterales y estas se basan en que, si has demostrado que puedes hacerlo tan bien, rozando incluso la excelencia, el listón de la exigencia tiene que subir. La consecuencia es que si luego no eres capaz de estar a la altura de las expectativas que el propio equipo ha generado, es lógico que la impotencia y la frustración se instale entre tu afición. Cuando los blanquiazules luchaban por salvar el descenso, cada triunfo era celebrado como un parto, porque todos conocíamos las limitaciones del equipo. No es el caso del que, probablemente sea el segundo proyecto más exitoso de la historia txuri-urdin.
Comunión grada-equipo
Al dato. La Real solo ha ganado siete de los 21 partidos que ha disputado en su guarida. Un escenario, por cierto, en el que la connivencia entre la grada y el equipo es total, hasta el punto de que no se ha escuchado el más mínimo reproche ni esta temporada ni en las cuatro anteriores en las que Imanol ha estado al frente del plantel. A lo que íbamos. Solo un 33% de victorias, nueve empates y cinco derrotas. Lo peor de todo es que en sensaciones todavía resulta más doloroso, porque seis de los triunfos llegaron antes del 26 de noviembre. O lo que es lo mismo, en cinco meses la Real solo ha ganado un partido, ante el Cádiz (2-0), firme candidato a perder la categoría. De once comparecencias ante su afición y en su estadio donde todo el mundo coincide que se vive y se respira de una de las mejores atmósferas de la Liga, solo un triunfo. Así es normal que peligre ir a Europa o cualquier objetivo mínimamente ambicioso. Algo olía mal desde el principio, cuando la Real no pasó del empate en las dos primeras jornadas que el no tan caprichoso calendario, por aquello de todos los condicionantes a la carta que le imponen, dictaminó que fuesen en Anoeta. Sendos 1-1 ante Girona, al que se le superó ampliamente, y el Celta, que estuvo cerca de merecer llevarse los tres puntos. Curioso lo que han sido y lo que han hecho los dos después…
nueve de nueve El análisis de las siete victorias desvela que la alegría tampoco ha sido exagerada. Son tres triunfos por la mínima (Getafe, Mallorca y Sevilla), tres por dos tantos de diferencia (Granada, Benfica y Cádiz) y la goleada al Athletic en una noche en la que ciertamente la Real tampoco necesitó mostrar su mejor versión para arrollarle. Ya solo le quedan tres encuentros para maquillar un poco la estadística. Las Palmas, Valencia y el Atlético. Y los realistas siguen teniendo muy claro que a pesar de sus últimos resultados, siguen pensado que el billete para Europa: “Yo prefiero jugar en casa, digan lo que digan los números. Vamos sextos en la clasificación, y seguimos en la pelea. Dependemos de nosotros mismos y si ganamos nuestros partidos estaremos en Europa. Confío en que, haciendo encuentros como el del viernes y generando lo que generamos, llegarán por fin las victorias”, recordó Oyarzabal tras el 0-1 del Madrid.
La crisis de Las Palmas
El sábado llega Las Palmas en plena crisis de resultados, lo que le ha condenado a quedarse en tierra de nadie, sin peligro para descender, al estar a doce puntos de Europa y once por encima del descenso . El equipo de García Pimienta no ha ganado en sus nueve últimos encuentros en los que ha cosechado ocho derrotas, seis de ellas seguidas, y un solo empate.
La visita del Valencia, que se celebrará en jueves, será una final por Europa como la de hace once años cuando los dos equipos se disputaban una plaza de Champions con Montanier y Valverde en los banquillos. Los ché está a cuatro puntos y el gol-average también estará en juego tras el 0-1 de la ida en Mestalla.
Y por último, el Atlético. Un rival siempre muy competitivo, lo que le convierte en imprevisible. Lo normal es que no se juegue nada al haber hecho los deberes antes y haber sellado su clasificación para la Liga de Campeones. No será fácil y el duelo recordará al famoso 1-1 del Metropolitano, la última estación de la campaña 2019-20, la primera completa de Imanol con aquel gol de Januzaj al saque de una falta en el minuto 87.
Todo se decidirá en los últimos instantes, como les gusta decir a Imanol y a sus pupilos. Esperemos que vuelva a salir cara. Si la Real suma los nueve puntos de Anoeta estará muy cerca de quedarse con la sexta plaza...