Me presento, como en las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Hola, me llamo Mikel Recalde y soy una cebra acomplejada y envidiosa. Aún no sé de qué, reconozco que ese puede ser mi gran problema. En una semana en la que han vuelto a ser noticia en Gipuzkoa por llevarse a un niño más de 12 años (más peligro que Gargamel con los pitufos, oiga), para que luego se pregunten por qué nos acordamos tanto de ellos, voy a contarles una buena historia del vecino. Tengo un amigo, y en este caso les aseguro que no soy yo (se lo garantizo), que es un gran aficionado del Athletic y que además cubre la información de su equipo. Lo lleva en la sangre. Este año ha sido padre por primera vez y cuando se puso a hacer cuentas de lo que le correspondía de baja, pidió las fechas y se las concedieron, se llevó un enorme disgusto porque no había tenido en cuenta que la final de Copa se jugaba el 6 de abril y no iba a poder trabajar. Evidentemente, visto ahora tampoco suena tan descabellado, pero es que cuando se percató de que podía perderse la cita de Sevilla los rojiblancos no habían disputado ni la primera ronda de la competición ante el modesto Rubí. Estamos hablando ni más ni menos que del mes de octubre. Como para no estar engorilado ahora. Más aún , quiero decir. 

Ya lo saben, qué les voy a contar, estos son así. Si un día nos pusimos a discutir lo vergonzoso que era que su estadio pitara a Iniesta por la famosa entrada de Amorebieta y nos juraba y perjuraba que ni le había tocado en su entrada de juzgado de guardia (menos mal que le pilló sin haber nacido la de Goikoetxea a Maradona). Cuando le pusimos las imágenes no sabía dónde meterse. Genio y figura. Pero vamos, prototipo habitual del aficionado zurigorri. Este viernes ya hay una reunión para ver cómo organizan la gabarra, y el martes habrá otra. Ya no le queda pared en su vestuario a Aguirre para poner todo lo que se está publicando sobre la dichosa embarcación esa...

A los más susceptibles del planeta de los ofendiditos les anuncio que voy a hablar bien de su equipo, para que tengan compasión y alguna vez me lo tengan en cuenta. El impresionante Athletic de esta temporada, que va como un avión hacia Europa dirigida por un fenomenal entrenador como es Valverde, en teoría no ha cambiado mucho respecto al curso pasado. Su defensa sobre el papel es peor; su sala de máquinas con Galarreta y Prados es nueva y tiene un nivel excepcional; su línea de mediapuntas ya estaba el curso pasado y ya se presumía que marcarían diferencias y, en punta, un Guruzeta que ha tenido la capacidad y la inteligencia para aprovechar la mejora global. A lo que iba, este equipo el año pasado se quedó a veinte puntos de distancia y no entró en Europa. Es más, lleva cinco años sin hacerlo. La Real lleva cuatro entrando de forma seguida. Y luego se discute aquello de que somos vasos comunicantes. 

El Valencia, que es evidente que se encuentra en un dramático proceso de descomposición, acumula tres cursos sin salir al viejo continente. El Sevilla ha vuelto a correr peligro de descenso por segundo curso consecutivo y el Betis, que con Pellegrini es muy regular, ha hecho un ridículo espantoso en Europa. Por poner un último ejemplo y no aburrir, el Celta, que está en situación de máxima emergencia, ha encadenado seis campañas sin jugar contra extranjeros después de haber sido flamante semifinalista de la Europa League.

Volver a Europa

Yo entiendo que mucha gente no se sienta representada o identificada cuando Imanol dijo que le hacía más ilusión entrar en Europa que haber jugado la final de Copa, sobre todo porque cuando lo dijo la herida de los penaltis estaba sin cicatrizar. Pero por otro lado no podemos perder la perspectiva. Con la ambición y un espíritu de superación por bandera, como no puede ser de otra manera si pretendemos mantenernos en la cresta de la ola hasta donde nos llevó y nos instaló el oriotarra, pero siempre con los pies en el suelo. Tiempo atrás quedó la época en la que la Real no le daba tanta importancia a entrar en Europa, como cuando Uralde marcó aquel gol en un San Mamés engalanado para celebrar su último título de Liga y Txiki se le acercó y le comentó que estuviese tranquilo, que “ahora nos metían otro” (contado por ellos, era otro fútbol). Y el 2-1 de Liceranzu le dejó fuera a un equipo al que le valía el empate. Ir a Europa adquiere un valor excepcional en la Liga. Y si no que se lo pregunten a los anteriormente mencionados.

Un mérito extraordinario

La Real tiene un mérito extraordinario. Sin ser un gigante económico, es un club que desde 1980 ha viajado casi siempre en el vagón de la esperanza que sigue al de la gloria. Siempre cerca de la victoria. Ese vagón de los sueños que a veces se cumplen. Y eso adquiere un valor incalculable y, dentro de nuestras limitaciones, inigualable. Y si nos salimos de este guion nos equivocaremos por completo. A pesar del envidiable palmarés del club de un territorio con tan pocos habitantes, lo normal en nuestra historia es perder mucho más que ganar. Es no alcanzar semifinales ni finales. Ni es entrar en Europa, aunque ahora nos tengan mal acostumbrados.

Estoy de acuerdo con Imanol en que debemos hacer un ejercicio de carpe diem y disfrutar con el camino. Porque lo de este año, por mucho que nos hayamos frustrado y crispado, ya que este equipo nos había demostrado que, como otras plantillas realistas anteriores, estaba llamado a poder alcanzar los laureles, nuestra leyenda dice que lo normal es que el curso que viene no sea tan bueno. Y como no jugamos en Champions, váyanse preparando a contar con un plantel inferior, al menos sobre el papel. 

Seguro que nos volveremos a ilusionar, porque esta gente se lo merece y se lo gana, pero les garantizo que en octubre no tendré ni idea de cuándo se juega la final de Copa. Europa es un gran premio y un magnífico colofón para un curso inolvidable. Vamos a valorar los objetivos deportivos exigentes en su justa medida. Y a ser plenamente conscientes de que no se puede seguir así ni un día más en Anoeta. Ya está bien de no mandar a su gente a casa con una sonrisa dibujada en su cara. ¡A por ellos!