Arrastrando la mala racha que arrastraba, la Real Sociedad se plantó el sábado en el descanso de Granada perdiendo 2-1 contra un rival casi desahuciado, salvada por su portero de una desventaja mayor y viendo además cómo el Valencia le había empatado unas horas antes en la séptima plaza de la clasificación. Los txuri-urdin terminarían luego remontando el partido, pero más allá del qué toca destacar el cómo, que diría Imanol. Se le podía haber dado la vuelta al encuentro juntando arriba a Sadiq y André Silva y cosiéndoles a balonazos. Podía haber sonreído la fortuna con un par de rebotes para acabar cantando victoria. Pero los tres puntos, de oro, llegaron tras aplicar a rajatabla el plan A previamente trazado por el entrenador. La victoria revitaliza y tiene que suponer un punto de inflexión, por lo que significa en lo numérico (43 puntos ya) y por la personalidad desde la que se logró.
Supongo que el entrenador de los andaluces, Cacique Medina, habría preparado el partido que planteó fuera cual fuera la meteorología. Doy por hecho que, con sol o con tormenta, habría apostado sí o sí por un encuentro intenso, de juego directo, de mucho duelo y de aperturas a banda, principalmente a Pellistri, una vez que se ganasen peinadas o caídas en el sector opuesto del campo. El caso es que resultó inevitable tener la sensación de que la lluvia y el estado del terreno de juego, rápido y dado alas imprecisiones, reforzó sobremanera la hoja de ruta nazarí. Controles largos, resbalones, pases imprecisos... Sí, el campo estaba así para todos, pero la Real necesitaba tocar el piano con precisión quirúrgica, y al adversario le interesaba en mayor medida un concierto de rock and roll con los decibelios a tope. Menos mal que Remiro se puso a repartir tapones para los oídos. Permitió a los suyos llegar vivos al descanso. Perdiendo, pero sanos y salvos al fin y al cabo.
Me gustó luego el arranque txuri-urdin en la segunda mitad, unos diez minutos en los que, sin modificar el guión pero ejecutándolo con mayor acierto, el equipo logró generar interesantes superioridades que se tradujeron en poca cosa. El festival de pérdidas de tiempo e interrupciones enfrió después los ánimos blanquiazules. Pero no tardó en regresar esa versión dañina de la Real, primero dando continuidad a las recepciones de Tierney como inicio de todo y al final ya, con el Granada descosiéndose, explorando pasillos interiores que durante los primeros 85 minutos habían resultado impenetrables. Ahora sí que sí, arranca una nueva temporada, con semanas limpias entre jornada y jornada y tiempo suficiente para el descanso. No esperemos el nivel otoñal de los Kubo, Brais, Merino y compañía, pero hay colectivo e ideas para conquistar el objetivo.