No me gustaría aburrir con la repetición de los personajes, pero es que los míticos brasileños son una fuente inagotable de anécdotas y leyendas. La realidad es que ya no los hacen como antes. No hay más que ver a los dos más destacados del Madrid, que serán muy buenos futbolistas, no creo que tanto como sus predecesores, pero que son más aburridos que muchos de los nórdicos que han aterrizado en nuestro campeonato.
Romario era otra historia. El delantero, al que vi en un vídeo que sigue tirando caños y marcando goles esplendorosos de vaselina a sus 57 años, alcanzó el cénit de su sinvergonzonería en el Valencia. Lo cierto es que no era mala ciudad para perderse en su fiesta. Al baixinho sólo le faltó aterrizar en Madrid para completar su reinado de la noche. Cuando no llevaba demasiado tiempo en la ciudad del Turia y ya había sido multado económicamente en un par de ocasiones por su indisciplina, apareció una mañana en el vestuario con más de un millón de pesetas, mostró el dinero a sus compañeros y les dijo: “Aquí tenéis el pago, por adelantado, de mis multas por todas las noches que voy a salir de farra durante lo que resta de temporada”. Él siempre fue así, un jeta con clase. Pero un jeta.
Eran otros tiempos y eran otros genios. Como Ronaldo, a quien Florentino Pérez le solía pedir encarecidamente que dejara su vida dispersa fuera de los terrenos de juego hasta el punto de que un día le preguntó: “Roni, ¿por qué no sigues el ejemplo de Figo, que siempre se queda en casa por las noches?”. La respuesta de O Fenomeno estuvo a la altura del personaje y el carisma inigualable que desprendía: “Presi, si yo tengo una mujer como la de Figo, no salgo de casa de noche ni de día”. Doy fe. Coincidí con Helen muchas mañanas desayunando en un bar de Madrid y era una cosa de locos. Un ángel.
Me lo reconocía un familiar de un miembro del club txuri-urdin en el viaje de vuelta de Milán: “Lo más impresionante de estos jugadores es que, además de ser muy buenos futbolistas, son muy buenas personas. Y no solo los canteranos, los que han venido de fuera también”.
Es terrible lo que sucede en el mundo del fútbol. Hace unas semanas me llegó un rumor que al parecer estaba bastante extendido y es que Imanol se encontraba bastante molesto con la actitud de André Silva. Yo le respondía que me sorprendía mucho, porque, siempre que ha tenido la más mínima oportunidad, el técnico no ha dudado en elogiar al luso. Sin tener que preguntarle, la misma persona nos puso como ejemplo a los Silva: “Son encantadores. Y mira que su situación no ha sido cómoda, porque no ha podido jugar. Muy buena gente tanto él como su mujer”.
Aparte de lo que nos puede llenar eso, que evidentemente es mucho para cualquier aficionado txuri-urdin que se precie, este es el mejor recordatorio de que André es nuestro hombre. El luso llegó como el gran fichaje estrella y todavía Anoeta no ha podido disfrutar de su fútbol. No hay más que verle cinco minutos cómo se mueve, la calidad que tiene y su presencia física para constatar que nos encontramos ante un delantero de primera categoría. Todavía sin el necesario ritmo de competición, ante todo un Betis marcó dos goles que le anularon por sendos fueras de juego y uno de ellos no era suyo sino del asistente Oyarzabal.
Si en el club o el propio Leipzig, que tiene sus derechos, se plantean abortar la cesión y que se marche a otro club, apaga y vámonos. Sería el no va más. Como para llamar al Villareal y pedirle la cesión de Sorloth para lo que resta de campaña por tercer año consecutivo y cerrar el círculo de la incongruencia. Que quede claro, a André no le hemos visto y le estamos esperando, porque tiene y debe ser la gran esperanza para el nuevo año que la Real va a empezar sin tres piezas muy importantes como son Traoré, Kubo y Sadiq.
Otro tema a discutir es si es necesario que un equipo como la Real cuente con tres 9 natos. En el país de los delanteros centros, el rey es el 10. Se llama juego donde me digas Mikel Oyarzabal. Si Barrenetxea estuviese apto para competir, a nadie se le escapa que en Milán o en el próximo envite a la grande de París (en el hipotético caso de que el japonés haya regresado a tiempo), la punta del tridente la ocuparía el capitán.
Recuerdo con gracia cuando a Imanol le acusaban de inmovilismo. Ahora se nos olvida, porque este equipo juega con un casi intocable 4-3-3 por la simple explicación de que su secreto no es lo bien que juega con el balón como en años anteriores, sino lo bien que presiona, el daño que genera con sus recuperaciones en posiciones adelantadas y, sobre todo, que por momentos agobia tanto a su contrincante que no le permite ni cruzar el centro del campo.
No es que Remiro imponga respeto, que con su excepcional temporada también podría ser; es que esta campaña ha habido varios adversarios que ni le han visto la cara al meta, que se podía haber sumado a la grada Aitor Zabaleta para animar arropado por el resto de la afición, en lugar de esas celebraciones en soledad cuyo sinsabor sólo conocen los porteros. Para los más críticos, Imanol llegó con una idea clara de 4-3-3, inventó un 4-4-2 para que luciera como la estrella mundial que era David Silva tras la lesión de Oyarzabal, y ya sin el canario, regresó al 4-3-3 muy agresivo.
A eso se le llama ser un entrenador como la copa de un pino, con una facilidad para reciclarse y aprender como ninguno. Eso sin entrar en todas las modificaciones tácticas que hace en cada partido, de las que les informa puntualmente mi compañero Marco Rodrigo, a quien no se le escapa ninguna.
Regreso al país del delantero centro. Reconozco que he sido crítico con el inesperado por todos (quién sabe si también por ellos mismos en muchos momentos) movimiento de la dirección deportiva de este verano. Pero quiero incidir en una cosa. La Real cuenta en la actualidad en su nómina con tres 9 y el rey Oyarzabal. Y los cuatro son completamente diferentes, lo que le permite tener una paleta de bonitos y alternativos colores a Imanol. André es un cisne que dentro del área promete emociones fuertes, un elegante ladrón de guante blanco; Sadiq es un verso libre que no va a dejar nunca indiferente a nadie, capaz de lo mejor y de lo peor; Carlos es un delantero atípico, con difícil cabida en un sistema 4-3-3 porque nunca sabes si darle el 9 o el 10 para actuar por detrás de los arietes. Y Oyarzabal simplemente puede hacer todas esas cosas él solo. Lo que no tiene sentido es incorporar jugadores para doblar las posiciones que se parecen o que ofrecen las mismas prestaciones de lo que ya tenías en el vestuario.
La Real Sociedad cuenta con uno de los arsenales ofensivos más potentes y poderosos de su historia. Y, sin embargo, nadie lo destaca a la ahora de ensalzar sus virtudes. Se centran más en su rendimiento coral, en sus gladiadores en la sala de máquinas, en la fiabilidad de sus centrales o en sus exóticos puñales por las bandas. Una situación ideal para que aparezcan en escena por sorpresa y de forma letal, como en las películas cuando un inteligente general ha reservado a lo mejor de su ejército para asestar el golpe definitivo. En el momento que menos se lo esperen, llegará la estocada de nuestros delanteros centros. ¡A por ellos!