Lo de la Real Sociedad con los bombos europeos empieza a dar ya para una tesis doctoral. Alguna vez les ha sonreído la suerte a los txuri-urdin, solo alguna, porque por regla general la fortuna les resulta esquiva, de forma casi sistemática. La brillante fase de grupos completada en la Champions League por el equipo de Imanol debía reportar el premio, en teoría, de un enfrentamiento algo más amable en los octavos de final, pero este lunes no se cumplió tal circunstancia y la eliminatoria enfrentará a los guipuzcoanos con el Paris Saint-Gérmain, el rival a priori más potente de los que podían corresponder. No quedó ahí la cosa, porque en el club blanquiazul lamentan incluso las fechas de los partidos, la del de ida concretamente: se jugará en el Parque de los Príncipes el miércoles 14 de febrero a las 21.00 horas.

Recordemos aquí que el fin de semana previo al encuentro, el sábado 10 y el domingo 11, se jugarán las finales de la Copa de Asia y la Copa de África respectivamente, encuentros que podrían implicar la participación de Take Kubo (Japón), Hamari Traoré (Mali) y Sadiq Umar (Nigeria). Sí así sucediera, extremo, lateral y/o delantero volverían con el tiempo demasiado justo para competir en París, contratiempo que no se daría en caso de haber programado la UEFA el encuentro en segundo turno (el martes 20 o el miércoles 21). Imanol sí tiene garantizado que todos los futbolistas no lesionados (o no sancionados) del plantel disputarán el partido de vuelta en Anoeta, el martes 5 de marzo (21.00 horas).

Un rival presionado

No todo resulta tan negativo. La eliminatoria se presenta durísima, cierto. Pero también significa para la Real una magnífica oportunidad de medirse a sí misma en el máximo nivel internacional. Las liguillas de otoño están muy bien, pero Europa desprende un aroma diferente, a título, cuando arrancan las eliminatorias. El escenario será otro para los txuri-urdin, y también la exigencia de un rival que sabe que no puede fallar. El multimillonario proyecto catarí de Nasser Al-Khelaïfi en el PSG comenzó en octubre de 2011 con la Champions como gran objetivo, pero, durante la década larga transcurrida desde entonces, el equipo galo solo ha alcanzado una final (2020) y unas semifinales (2021). Se antoja frívolo juzgar así, a la ligera, dos logros tan relevantes, pero conviene también ponerlos en contexto y citar las ingentes cantidades invertidas. Fichajes galácticos, refuerzos constantes, entrenadores de todo tipo... No será por no haber tocado teclas.

La que pulsó el propio Al-Khelaïfi este pasado verano es novedosa. Con Pochettino y Galtier, los dos técnicos anteriores, pareció buscar perfiles menos protagonistas que se amoldaran a las características del plantel y canalizaran todo el talento existente. La apuesta actual por Luis Enrique, mientras, refuerza la figura del entrenador, multiplica sus galones y viene a otorgarle poderes plenos para hacer y deshacer, factores que se han dejado notar desde un primer instante. El equipo se reforzó durante la pretemporada gastando un pastizal en fichajes, 382 millones de euros, pero, lejos de comprar meros cromos, se fijó en perfiles algo más bajos de lo habitual y acordes a una idea concreta de juego. El técnico asturiano imprimió a su escuadra, desde los amistosos iniciales, una identidad propia y definida, al menos en cuanto a intenciones. Y el resultado de todo ello muestra a un equipo en construcción, con sus lagunas, pero cuyos resultados acreditan cierta trayectoria ascendente.

Duros comienzos

No comenzó bien, allá por agosto, la primera temporada post Messi y Neymar. Al fin y al cabo, resultó lógico que un PSG más centrado en lo colectivo que en lo individual sufriera para comenzar a carburar, durante un primer mes y medio de competición muy complicado. En las siete jornadas iniciales del campeonato francés, los de Luis Enrique solo sumaron tres victorias, por tres empates y una derrota. En la Champions, mientras, comenzaron ganando en casa contra al Dortmund, pero justo después se pegaron un batacazo morrocotudo en el campo del Newcastle (4-1). Casi temerarios en la salida de balón y superados por la presión local, en Saint James’ Park hicieron gala al menos de una identidad que no se negocia y que la intensidad defensiva de la Real volverá a poner a prueba.

Porque la idea se mantiene: Luis Enrique no es un técnico que renuncie a sus principios. Además, los triunfos en liga (ocho seguidos hasta el 1-1 de este domingo en Lille) han aportado la calma necesaria para avanzar en cualquier proceso que se precie. Y la agónica clasificación en Champions ha contribuido también a encauzar un proyecto igualmente empujado por el nivel excepcional de algunos de sus futbolistas. Sobran las palabras sobre Kylian Mbappé, quien además podría enturbiar el ambiente propio en caso de plantarse en febrero-marzo sin renovar (termina contrato en junio). Puestos a elegir, así, nos quedaremos con el adolescente Warren Zaïre-Emery, un todocampista canterano de solo 17 años que, según parece, disputará la próxima Eurocopa con la selección absoluta de Francia.