Bien está lo que bien acaba. La Real participará el martes en el sorteo de la segunda ronda copera, tras firmar en Requena un partido tan alejado de la brillantez como de una supuesta dejación de funciones. El equipo quiso siempre, actuó con toda la profesionalidad que le podemos pedir y demostró haber trabajado el encuentro como cualquier otro, dando así veracidad sobre el verde a las palabras previas de Imanol en rueda de prensa. Sí, costó ganar más de lo presupuestado a un rival que milita cinco categorías por debajo, pero la gran mayoría de lo visto contra el Buñol respondió a la más pura de las lógicas. Rotación extrema en la alineación, un balón más difícilmente controlable en césped artificial, un rival que hizo muy bien las cosas... El mérito de la escuadra txuri-urdin ante todas estas circunstancias residió en no volverse loca y en seguir insistiendo con su plan, actitud que terminó dándole la victoria.
Los precedentes ante Becerril y Cazalegas, los dos adversarios similares durante la era Alguacil, hablaban de una Real muy abierta y confiante en el desequilibrio por banda de sus extremos. Sin embargo, el entrenador del Buñol, Luis Navarro, demostró tener bien estudiada la lección y esperó a los blanquiazules con un 5-3-2 que aunaba necesidades: defender atrás todo el ancho del campo y tapar al mismo tiempo los carriles interiores. La receta no le resultó suficiente de inicio, porque, si bien hubo instantes de apuro txuri-urdin, los de Imanol merodearon con espacio y tiempo la línea de fondo, renunciando como renunciaban a intentar conectar por dentro. Hacia el minuto 10, mientras, el encuentro se tranquilizó al variar los locales a un 5-4-1 más efectivo. Tocaba picar piedra y no perder los nervios.
Con los cambios de orientación en largo aparentemente condicionados por el viento, las rupturas al corazón del área desde segunda línea lastradas por el mismo motivo y las circulaciones rápidas de banda a banda claramente dificultadas por la hierba sintética, a la Real no le quedó otra que escoger ala y atacar por los flancos, haciéndolo de forma asimétrica. En la izquierda, las características de Pacheco obligaban a Zakharyan a ganar altura para fijar o escorar a su central, con el objetivo de limpiarle el terreno a Cho. En la derecha, mientras, el carácter más profundo de Odriozola permitía a Magunazelaia o Dadie pisar zonas interiores, ejerciendo en ocasiones el mismo rol que el ruso en el otro costado. Los txuri-urdin nunca dejaron de tocar a las puertas entrenadas, a sabiendas también de que al rival cada vez le iba a costar más cerrárselas, y en una de esas llegó el gol, justo cuando el propio Buñol se había matizado para situar a un jugador sobre Turrientes. Algo ganó ahí el adversario, pero desprotegió otras zonas...