Hernán Crespo estaba llamado a ser el héroe de la famosa final de la Champions de la temporada 2004-05 disputada en Estambul. El argentino marcó dos goles en una primera parte en la que el Milán aplastó al Liverpool con un 3-0 que incluso pudo ser más amplio dada su abrumadora superioridad. “Ese día a mí me salía todo. Me sentía el más rápido, el mejor”. Todos recuerdan lo que sucedió tras el descanso, con el despertar del Liverpool de Xabi Alonso que igualó el marcador para acabar ganando en los penaltis. “Estaba en mi mejor momento, hice todo y no alcanzó”, dijo con el paso de los años el extraordinario Valdanito, además de reconocer que se planteó hasta la retirada: “No quería jugar más”.
Pero hubo un mensaje de Scaloni, el actual triunfal seleccionador argentino, que lo cambió todo y que le rescató de su agujero negro en cuanto encendió su móvil: “Te felicito, te lo mereces, la rompiste...”. Cuando se reencontraron en la concentración de la albiceleste, Crespo desveló que “Lionel estaba en el fondo y no me quería ni saludar, no sabía cómo pedirme perdón”. El ex del Deportivo también contó la verdad más tarde: “No acabé de ver el partido, ¡pero si ya estaba sentenciado! Me fui al cine con mi hermano. Cuando salí llamé hasta a Movistar para intentar que cancelaran el mensaje”. La anécdota les hizo inseparables.
En el fútbol nunca es fácil regresar a casa porque es imposible saber si es el momento adecuado. Y si no que se lo pregunten al propio Crespo. El punta acabó contrato con el Parma y como su equipo del alma estaba en plena crisis “quería ver qué pasaba con River”. “Empezamos a buscar casa para vivir y un colegio para las nenas en Argentina. Llamé a su presidente Passarella. Le conté que quería hablar. Me dijo que le espere, que ya nos íbamos a juntar porque era un momento complicado para él. A las pocas horas de aquella primera charla telefónica, nos cruzamos de casualidad en un centro comercial. Él justo se reunía con alguien ahí y yo fui a saludarlo. Me dijo: Quiero hablar con vos. Yo, por supuesto, le contesté que había vuelto al país para eso. Y ahí llegó la frase. Me dijo: Escúchame, ¿no tenés 300 lucas? (300.000 pesos) Necesito para el fideicomiso y otras cosas’”, contó apesadumbrado Crespo antes de defenderse y excusarse con la que fue su afición: “Me quería morir. Quería hablar con él para volver a River y me vino con esto. Quedó como que yo no quise regresar, pero eso no es verdad”.
Mikel Arteta me dijo un día, cuando no le salían las cosas en la Real y cometió un error grave que costó un gol en un partido disputado en Anoeta: “No hay nada más duro que te silbe tu gente. Es insufrible”. Yo creo que este fue el principal motivo o temor por el que Xabi Alonso, que como se titula el reportaje que le hizo Informe + acabó su temporada “intacto”, decidió no apurar sus últimos días como txuri-urdin.
Siempre respetaré y valoraré al jugador que decide volver, porque, aunque ahora la Real es un emergente, solvente y fiable proyecto de Champions, te expones a la siempre exigente censura de tu propia parroquia. Lo contaba Gari Uranga, con el que coincidí en una tertulia después de mucho tiempo sin verle: “Es una maravilla ver cómo juega este equipo. Increíble. Eso sí, esta generación no sabe lo que supone que te esté silbando tu propia afición”.
Álvaro Odriozola siempre ha estado bajo un permanente estado de sospecha para un sector de la hinchada realista. Se fue al Madrid, previo pago del importe de su cláusula de 32 millones de euros (casi nada, para los olvidadizos), y luego se ha iniciado esta absurda campaña de que si le gustan los toros, es la imagen de El Ganso, un pijo de manual o que se codea con la jet set madrileña... Algunos parecen olvidar que solo es un futbolista y que es lo único que nos debería importar, salvo que mancille y salpique el escudo de la Real, algo que no ha hecho ni hará jamás porque lo ha querido desde la cuna por una simple cuestión de educación familiar donostiarra.
Al igual que Sadiq o Cho, que también son de los nuestros, Álvaro no lo está pasando nada bien. Regresó con la ilusión disparada para cumplir el sueño que suponía para él disputar la Champions con la txuri-urdin y los problemas físicos derivados de la inactividad competitiva durante los últimos meses en el Madrid solo le han permitido disputar los últimos minutos ante el Inter, en los que jugó de forma inesperada de extremo y que fueron un reconocido por todos error global, y una segunda parte más que aceptable en Mestalla, donde por momentos nos recordó al carrilero que devolvió en ese mismo escenario el olfato goleador a un Oyarzabal al que se le había olvidado marcar en su segunda campaña en la elite. Me lo contó un trabajador del club: “El problema en equipos como el Madrid es que los titulares que juegan cada tres días están como motos y suelen ser superdotados. Pero los que no juegan se van quedando fuera de forma. No hacen los entrenamientos del día después como aquí, en los que Imanol les machaca”. Han sido justo esos, las sesiones de los lunes al sol, las que han condicionado mucho a un Odriozola al que estoy seguro de que le llegará su momento en una temporada tan larga. Necesita jugar y la Real le necesita, porque en enero no estará Traoré, que lleva dos encuentros como una auténtica moto, y que le va a exigir su nivel de antes de marcharse si pretende luchar de verdad por la titularidad. Ya se lo advirtieron, la Real a la que vuelves no es la Real de la que te fuiste. Pero que nadie lo olvide, este club se ha convertido en un equipo tan grande entre otras cosas gracias a traspasos millonarios como el de Odriozola. Ha vuelto por cuatro duros, si lo comparamos con su venta. Vamos a esperarle, yo creo en él. Confiemos en que su resurgir comience hoy mismo en la Copa, como el de tantos meritorios que están obligados a reducir la gran zanja que se ha abierto entre titulares y suplentes.
Como le sucedió a Crespo cuando se le apagó la luz y a este equipo en un torneo precioso como la Copa, en el fútbol todos necesitan un mensaje, una señal o una mano que les rescate. Y, como el propio Álvaro sabe, no hay nadie mejor que el elegido para recuperar futbolistas y reivindicar el sentimiento txuri-urdin y la importancia que tiene defender esta camiseta en cualquier partido oficial, sea ante el Buñol o ante el Benfica o Inter en Champions. Don Imanol Alguacil Barrenetxea. Nuestro guía en la Copa, el camino más corto para lograr un título... Bueno, visto lo visto, parecido al de la Champions, ojo. ¡A por ellos!