Felicidad, qué bonito nombre tienes”. La frase de la famosa canción de La Cabra Mecánica define a la perfección el estado anímico general con el que regresó la expedición txuri-urdin tras la extraordinaria exhibición que ofreció el equipo para sumar un triunfo clave en Salzburgo. Hace diez años se vivió una agria y evitable polémica al repetir Jagoba Arrasate que después de haber pasado por Segunda recientemente el equipo iba a disfrutar a la máxima competición de clubes. Estaba equivocado, disfrutar de verdad fue lo que se vivió en el Red Bull Arena con la sublime sinfonía de los donostiarras. 

El mejor resumen de lo acontecido durante 90 minutos que ya han entrado por méritos propios en las noches continentales legendarias txuri-urdin es que la afición austriaca, que tampoco es que sea la más caliente y temible de la competición, acabó soltando varios Ohhh de admiración en las combinaciones excelsas casi al primer toque con las que los de Imanol bailaron a los sorprendidos locales. La realidad es que no se lo esperaban. Los austriacos recordaban a la Real de su eliminatoria en la Europa League en la que pasaron siendo superiores y en esta ocasión, quizá el extraordinario partido ante el Inter de la primera jornada les puso algo en guardia, pero lo que no se imaginaban era el nivel top que mostraron los jugadores realistas que elevaron a obra de arte el estilo y la idea que lleva desarrollando desde hace cinco años al frente del primer equipo Imanol.

Como tampoco hay casi tiempo para descansar entre partido y partido, un desgaste acumulado que se nota no solo en las piernas, sino también en el físico del cuerpo técnico, tampoco lo hubo para festejos en el campo al acabar el encuentro. Los 500 aficionados blanquiazules, que vivieron una jornada inolvidable tanto por lo mucho que les impresionó la bella Salzburgo en un día primaveral que nada tuvo que ver con la gélida noche de hace cinco años, como por lo vivido en el campo donde acabaron silenciando a la grada local con la inestimable complicidad del recital de su equipo, tributaron una calurosa ovación a sus gladiadores. Aunque los más jóvenes se acercaron a la valla para solicitar la camiseta esta vez no fueron demasiados los que accedieron a sus peticiones (no fallaron Oyarzabal, Aihen, Remiro...). Los realistas se concentraron en uno de los córners, concretamente en el fondo al que atacó la Real en la segunda parte, en el anfiteatro inferior, al no ser tantos para el espacio acotado que tienen reservado para los seguidores visitantes. El mismo espacio que ocuparon hace cinco años, los mil que se desplazaron. Lo más divertido sin duda que resume el gran ambiente y el buen rollo de los realistas llegó en las postrimerías del encuentro, cuando la afición local comenzó a abandonar el campo resignada y les cantaron el tan manido y polémico: “Esos que se van, no son de la Real”.

En esa esquina del campo, estaban colocados los medios televisivos con derechos entre los que estaba Nacho Monreal, que fue aclamado por los desplazados. A Jokin Aperribay, que también se acercó por aquellos dominios, también recibió ruegos y encargos de la grada y hasta le convidaron a invitarles una Copa. Por cierto que el presidente había compartido mantel en la comida oficial con el CEO del Leipzig y del grupo Red Bull, con el que mantiene una excelente relación por las cesiones de Sorloth, dos, y de André Silva que han negociado y cerrado en estos últimos tres años.

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La afición de la Real disfruta de Salzburgo Mikel Recalde

Delante de los micrófonos, la euforia esta vez fue menos contenida que en anteriores ocasiones. O más bien, los héroes no quisieron ampararse en falsas modestias para minimizar el extraordinario mérito y valor que tuvo su triunfo en Liga de Campeones 20 años después. Imanol Alguacil, con cara de agotado, pero inmensamente feliz, dejó la frase de la noche: “Ha sido un primer tiempo escandaloso, yo creo que no sólo habrán disfrutado los aficionados de la Real, sino los del fútbol en general. Hacía tiempo que no veía jugar en la Champions a un equipo como lo ha hecho la Real”. Álex Remiro no dudó en calificarlo como “el mejor partido del año”; Mikel Merino fue aún más lejos: “Uno de los mejores encuentros desde que llegué a la Real”; y Brais Méndez lo culminó con un “ha sido el partido perfecto”. Las tres manifestaciones son tan contundentes como reveladoras.

No hubo tiempo para más, ya que en ese momento los trabajadores de la Real recogieron todos los bártulos en tiempo récord y los tres autobuses, el del equipo, el de los patrocinadores, familiares y la plantilla de la Youth League, y el de la prensa, en el que hubo un veterano curtido en mil batallas rezagado que sembró cierta inquietud en la expedición, salieron pitando hacia el aeropuerto que se encuentra a muy pocos kilómetros del Red Bull Arena. Era un espectáculo comprobar cómo bajaban y entraban en la terminal los jugadores porque muchos apenas podían andar. Turrientes estaba cojo por un bocadillo que recibió nada más saltar al campo, aunque las molestias no le borraban la sonrisa: “Siempre me llevo todas”, bromeaba. Merino y Brais no podían contener la sonrisa al pasar entre los periodistas mientras les llovían ánimos y flores, y el propio Imanol, quien el ser preguntado en broma por si pensaba jugar siempre así de bien, con su habitual excepcional talante, no dudó en bromear: “Cada vez nos ponéis el listón más alto”. 

Vía libre

Tras pasar el control menos controlado de los últimos años, ya que si el avión no despegaba antes de las 23.00 horas se quedaban todos en tierra, todos los viajeros embarcaron tras cruzar unos metros de pista. Algunos no esperaron ni al despegue para ponerse a jugar a las cartas y otros se prepararon para intentar descansar y recuperar. No faltó la felicitación del piloto y las azafatas, tanto en castellano como en euskera: “Zorionak, Reala txapeldun”.

Después de una primera parte del vuelo bastante movida por las anunciadas turbulencias y de degustar un modesto piscolabis, Jokin Aperribay se acercó a la parte del trasera para mantener una animada charla con los medios de comunicación. El presidente, radiante pero prudente, se mostró encantado con la actuación del equipo y reconoció estar preocupado por el sorteo de las entradas al confirmar que tenían más de 6.000 peticiones y que estaban tratando de pulir las solicitudes duplicadas. Y se mostró receptivo cuando le explicaron las quejas por la problemática que se está produciendo con el transporte público que conecta Donostia con otras localidades del territorio los días de partido, especialmente cuando estos son en horario nocturno.

Dejando atrás estas preocupaciones, el presidente explicó con bastante gracia que en Salzburgo pensaban jugar de txuri-urdin, al salir los locales de negro, pero que el colegiado se lo prohibió porque pensaba vestir de azul y optaron por actuar completamente de blanco (un color que no viene mal en la Champions). Y que en Valencia tuvieron que improvisar con el traje naranja porque su planteamiento era combinar la camiseta azul con el pantalón blanco, pero se lo impidieron al no estar permitido las indumentarias inversas (en la Real consideran, aparentemente con razón, que su azul es distinto al negro del pantalón del Valencia).

Pasada la una de la mañana y con muchas caras de cansancio pero también de satisfacción plena, el avión procedente de Salzburgo aterrizó en el aeropuerto de Vitoria, desde donde partieron varios autobuses dirección Zubieta. Hacia las 2.15 horas fueron apareciendo en las instalaciones para recoger los vehículos particulares con los que cerraron un desplazamiento en torno a las 3.00 horas dependiendo de la distancia que le separaba de sus respectivos hogares.

En los viajes a Lisboa y a Milán, el equipo tiene previsto pernoctar la víspera y la noche posterior a los encuentros al jugarse a las 21.00 horas y preferir Imanol dormir y entrenar incluso por la mañana en el destino europeo. En el mismo vuelo de ayer, la expedición conocía a la perfección que el Inter había ganado 1-0 al Benfica, porque la Real no piensa poner límites a sus sueños de Champions.