En la tierra de Mozart, la Real le acaba de hacer el mejor homenaje posible al componer una sinfonía sublime que le ha permitido llevarse tres puntos de oro. El juego de los realistas ha sonado por momentos a música celestial y ha dejado boquiabierta a una parroquia local con muy buen paladar acostumbrada a los espectáculos más selectos. Luis Aragonés solía pasearse por los entrenamientos con los ojos cerrados para escuchar los sonidos de los pases de sus jugadores y saber así si estaban enchufados o no. Esta tarde ha sido una auténtica maravilla oír sonar los golpeos de los blanquiazules con los que han bailado a todo un Salzburgo que no se esperaba una exhibición de semejante calibre ni en la peor de sus pesadillas. La primera parte ha sido un show que pocas veces se ha visto en el continente en estos últimos años, al nivel de belleza y precisión de los mejores. Es decir, del City y alguno más de esa talla como en su día el Barcelona, por supuesto. Para clasificarse para los cruces de esta competición es obligatorio asaltar uno de los tres estadios que visitas y la Real lo sabía perfectamente de antemano. La impotencia y la frustración que sintieron tras aplastar durante 75 minutos y quedarse sin sacar adelante el duelo adelante ante el Inter, vigente subcampeón, ha tenido su continuación en el Red Bull Arena al salir con sangre en los ojos y la mente clara para practicar un fútbol champagne que nos ha deleitado de tal manera que por momentos nos ha erizado hasta la piel.

La afición de la Real Sociedad baila el 'Dale Cavese' en el Red Bull Arena de Salzburgo

La afición de la Real Sociedad baila el 'Dale Cavese' en el Red Bull Arena de Salzburgo N.G.

La mejor versión de la Real de Imanol, que se dice pronto, se ha traducido en unos primeros 45 minutos inolvidables y arrolladores que han podido acabar en goleada, y en una segunda parte en la que los blanquiazules han confirmado que han subido muchos escalones en cuestión de competir y saber sufrir con las mangas remangadas sin conceder ni la más mínima ocasión.

La Champions desprende un aroma especial. No se puede comparar con ninguna otra competición de clubes. Clasificarse diez años después en una Liga tan exigente y complicada como la española tiene un mérito extraordinario. El Salzburgo acumula diez títulos austriacos seguidos lo cual, a pesar de ser un nivel inferior, es una hazaña para los anales de historia. Cinco años después, los dos clubes se volvían a ver las caras, esta vez en la Champions en lugar de la Europa League, lo cual es el principal indicativo de sus respectivos crecimientos. Dos proyectos referentes y estudiados en el Viejo Continente. Con una propuesta muy similar, por su confianza y fe en los jóvenes, con la diferencia de que la Real trata de cuidar como nadie su propio vivero guipuzcoano (han jugado nueve en este partido, un dato que calla muchas bocas), y dos estilos de juego muy parecidos, marcados por su valentía a la hora de presionar como tigres en posiciones muy adelantadas y a plantear un fútbol con muy buen gusto gracias a que la mayoría de sus futbolistas están muy dotados técnicamente (el Salzburgo jugaba mucho más en largo y vertical).  

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RB Salzburg-Real Sociedad: las notas de Mikel Recalde Mikel Recalde

Aparte de las lógicas exigencias en un grupo de cuatro, el duelo prometía emociones fuertes. Imanol ha demostrado tener más que claro que, tras el desafortunado empate ante el Inter, este era el partido que había que ganar a domicilio si pretende clasificarse entre los dos primeros y ha optado por dar entrada a su actual once de gala, salvo por la ausencia de Tierney, que ha cubierto sin ningún dramatismo desde que se conociera la noticia, Aihen Muñoz. El técnico ha recurrido a su guardia pretoriana con sus soldados más acreditados y que más garantías le ofrecen. Con los Zubeldia, Le Normand, Zubimendi, Merino, Brais, Kubo, Oyarzabal y Barrenetxea. Casi nada al aparato. Aunque comparezcan muy tocados o cansados. Por eso están jugando la Champions, claro. En el Salzburgo, Struber ha podido contar con el talentoso danés Bidstrup, que era duda hasta el último momento. Mucho diamante en bruto y un físico imponente que daban hasta miedo al saltar al campo, como ya había anunciado Imanol.

"No ha sido que se llegara el descanso con el 0-2 conseguido, fue el cómo se ha logrado"

Pues bien, el baño que le ha dado la Real al Salzburgo en su campo está al alcance de muy pocos equipos en el mundo. No hay más que consultar las estadísticas y la solvencia de los centroeuropeos desde hace mucho tiempo en su guarida para ratificarlo. No ha sido que se llegara el descanso con el 0-2 conseguido, ha sido el cómo se ha logrado. Una Real imperial, madura, brillante, con pies de plomo atrás y una estrategia perfectamente diseñada al desnudar a un contrincante de primer nivel, y, sobre todo, con una calidad técnica majestuosa.

En el minuto 36, y a pesar de la presión que ejercían los locales, los blanquiazules habían acertado el 91% de los pases que han intentado. Casi todos ellos sin apenas tiempo para pensar. Si la del Inter fue una carta de presentación en toda regla en el Olimpo europeo, la exhibición de los donostiarras en la primera parte ha sido como para que le garanticen un abono por mucho tiempo en la Champions. Los austriacos no sabían lo que hacer y caían en todas las trampas que les tendían unos realistas a los que ya no les tiembla el pulso cuando afrontan este tipo de batallas. Ha sido un auténtico espectáculo verles mover el balón, con ese tino, esa magia que temíamos haber perdido tras el adiós de David Silva y la convicción que te proporciona el tener las ideas claras gracias a un planteamiento inmaculado de su patrón. Otro más.  

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La Real Sociedad brilla con un partidazo en Salzburgo EFE

El 0-2 al descanso ha sido una ventaja hasta corta dados los méritos contraídos por los marcianos de blanco. Ya lo avisaba Valverde en la previa del derbi, esta Real entra muy bien a los partidos. Durante mucho tiempo le echábamos en cara que nunca salía en tromba, marcando territorio, pero la llegada de Kubo le ha proporcionado una chispa que le permite arrancar en otra marcha. Lo de Salzburgo ha sido un ciclón. Y eso que la mayoría de los blanquiazules estaban debutando en partido a domicilio en Champions.

A los dos minutos, tras una jugada diabólica del japonés, el chut de Barrenetxea se ha topado con una pierna austriaca. Tres minutos después, Merino ha encontrado a Oyarzabal, que ha bajado la pelota con la derecha y en plena carrera un balón imposible, pero su disparo cruzado lo ha salvado Schlager. Se veía venir el gol y este ha llegado en el minuto 8, en un saque de banda en la izquierda que Barrenetxea ha cambiado de primeras a Traoré. El lateral ha habilitado con rapidez a Brais para que este encuentre el desmarque del capitán quien, en vez de acelerar, ha tenido la sangre fría para definir con calidad e inteligencia mediante un pase a la red.

Después de unos minutos de tanteo, el Salzburgo ha intentado reaccionar y equilibrar la contienda, con dos balones a la espalda de Le Normand, que ha vuelto a confirmar que por ahora sigue lejos de su mejor nivel, que finalizó mal Konaté y que acabó en una amarilla, y tras un susto en una falta que ha culminado Bidstrup, con un disparo de espaldas que no ha encontrado palos.

Pero en ese momento han regresado a la escena los tres tenores para dirigir e interpretar una sinfonía maravillosa con la que nos han deleitado como nunca para convencer a los escépticos que se pensaban que la nueva versión realista 2.0 sin David Silva iba a carecer de tanta brillantez. Combinaciones eternas, plenas de detalles técnicos, circulando el esférico de banda a banda buscando y encontrando el hombre libre. Una maravilla. Toc, toc, toc… Se podía cerrar los ojos para saber que el balón iba siempre al sitio indicado.

En el minuto 26, Merino ha cortado una pelota en su área y le ha dado las llaves de su moto a Brais para que, con una pequeña ayuda para repostar de Kubo, se recorriese todo el campo, bien escoltado por los interesantes movimientos del japonés y Oyarzabal, y finalizara con un disparo cruzado pleno de intención para encontrar hueco entre las piernas de dos rivales. Con los austriacos sobre la lona, Barrenetxea ha servido un centro también con música que Oyarzabal no ha logrado rematar a puerta en una posición franca a solo dos metros de la portería.

Las jugadas de la Real se sucedían una y otra vez, con la grada frotándose los ojos, salvo la parte de la afición realista, que la gozaba como nunca. Brais ha acabado otra de esas largas combinaciones con un disparo por encima de la escuadra y Barrenetxea ha cerrado el primer acto con un disparo lejano que ha parado el meta. 

En la reanudación, Simic ha engañado al árbitro con una caída ante la salida de Remiro, pero el polaco Frankowski ha tenido la personalidad suficiente como para corregir el error. Los austriacos han hecho tres cambios buscando la típica reacción del borrón y cuenta nueva, como si la paliza que había recibido no hubiera sucedido. Pero la Real ha aguantado bien, ha defendido mejor, y hasta Oyarzabal y Carlos casi anotan el tercero. De los locales, solo el constante Simic ha intimidado un poco hasta el final.

Y se acabó. La Real vuelve a ganar un partido de Champions 20 años después de hacerlo en Estambul ante el Galatasaray. Un triunfo histórico. Para recordar. No por su importancia, que desde luego la tiene, sino por el cómo lo ha conseguido. Así es esta Real legendaria de Imanol que se ha empeñado en tratarle de tú a tú a cualquiera que se le ponga por delante.

A partir de ahora, cuando se aburran y estén solos en casa, pónganse la primera parte de la sinfonía txuri-urdin de Salzburgo. Algunos, los más agoreros, lo deberían hacer por prescripción médica. Auténtica música celestial que nos hizo disfrutar para siempre. Un deleite para los ojos… y para los oídos. La sensación de esta Champions lleva el sello txuri-urdin. Que pregunten en Salzburgo, donde todavía están alucinando con su auténtica obra de arte. La ciudad será recordada por Mozart y por el majestuoso concierto que ofreció la Real de Imanol aquella noche de Champions...

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La afición de la Real confía en la victoria en Salzburgo Mikel Recalde