Toshack era un sabio y una de sus frases más recordadas es la que hacía mención al inicio de las temporadas de la Real: “En Donostia se empieza a hablar de fútbol cuando pasan las regatas”. Ya puede desterrar el equipo de Imanol la sentencia del galés, porque de seguir así no va a tardar en meterse en un lío. Esta Liga arrancó el 12 de agosto, un mes antes casi que la Bandera, por si algunos no se han dado cuenta aún, y en las dos primeras jornadas disputadas de forma consecutiva en Anoeta la Real ha perdido cuatro puntos que tenía que haber sumado en condiciones normales porque se enfrentaba a dos rivales, siempre sobre el papel y teniendo en cuenta el curso anterior más que por las sensaciones de este arranque, inferiores. El balance de la plantilla está muy claro. Se han ido Silva, Sorloth, Illarramendi, Gorosabel y Guevara y solo ha entrado, al menos para las dos etapas iniciales, Traoré. Un lateral derecho, posición que no suele decantar en exceso los encuentros salvo en ocasiones puntuales. La Real ni ha hecho los deberes ni estaba preparada para el estreno liguero. Su presidente declaró que este verano no tenían que precipitarse, pero una cosa es no hacerlo y evitar actuar con prisas y otra que te pille el toro. Al contrario que en el partido ante el Girona, el gol del Celta, otra vez en el descuento como el curso anterior en el mismo escenario, hizo justicia, ya que solo Remiro había sido capaz de salvar el tanto de ventaja que llevaban los blanquiazules desde que Barrenetxea estrenó el marcador a los 22 minutos. La segunda parte fue preocupante y el nivel de los que entraron, inquietante. Ni más ni menos. Confiemos en que Zakharyan se presente con soluciones de emergencia, porque la cosa no pinta excesivamente bien por ahora.

Imanol solo introdujo un cambio respecto al equipo que empató ante el Girona. Barrenetxea entró en lugar de Oyarzabal, en una variante que se encuentra o se debería encontrar dentro de la normalidad si se tiene en cuanta el estado de forma del donostiarra y que al eibartarra a veces le cuesta más entrar en la temporada. En frente, un Celta renovado, con Benítez propiciando una idea muy distinta a la de sus muchos antecesores.

Por segunda semana consecutiva el encuentro comenzó a las 17.00 horas en pleno mes de agosto, con 28 grados, una sensación térmica de cerca de 35 grados al sol y una humedad asfixiante. Es lo que tiene que en Madrid sigan siendo tan básicos para creer que en el sur hace un torrado imposible en verano y que en el norte, como en las Islas Feroe, hace fresco por el simple hecho de que está más arriba en el mapa. La sensación de bochorno era simplemente insoportable, lo que se convertía en una temeridad para la salud de los jugadores y en un freno evidente para la supuesta búsqueda del espectáculo.

Aunque el comienzo fue de los más espectaculares que se recuerdan en Anoeta, con dos equipos lanzados en tromba hacia al portería contraria y dos brujos realistas en ambas bandas prestos a hacer magia en cuanto pudieran. Barrenetxea y Kubo fueron dos auténticos quebraderos de cabeza indescifrables para la angustiada zaga visitante. Fue Carlos Fernández, en uno de sus arranques eléctricos, el primero que generó peligro al provocar un córner en una de esas batalles aparentemente perdidas que solo puede vencer él por sus insistencia.

De esta forma forzó un saque de esquina y el posterior centro de Barrenetxea lo cabeceó en el segundo palo obligando a Villar a lucirse. Poco después el extremo no llegó a un saque de banda muy largo de Traoré, y en la contra, Larsen remató demasiado cruzado en una acción en la que partió en posición dudosa. Después de una jugada para enmarcar de Barrenetxea, el Celta dio el gran susto en un disparo de Sotelo que escupió la madera y Minguela puso a prueba a Remiro en un chut centrado.

Cuando parecía bajar muchas velocidades la contienda, en una acción estudiada y ensayada, Le Normand volvió a cambiar de banda para encontrara a Kubo, quien se deshizo a su gusto de Manu Sánchez y su servicio con música lo cabeceó a la red Barrenetxea. Si el duelo ya había perdido intensidad, el tanto lo anestesió casi por completo, ya que apenas hubo más acciones de peligro antes del descanso. Eso sí, con Zubimendi como amo y señor del tempo del choque. En la última acción, Brais sacó astillas de la madera en un buen disparo.

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Segunda mitad

En la reanudación, Benítez cambio el esquema para controlar mejor las bandas realistas y lo que logró fue adueñarse por completo del encuentro. A los tres minutos Bamba no logró batir en el uno contra uno a Remiro. Tuvieron que pasar muchos minutos para que Aspas, que parecía un veinteañero al lado de sus marcadores porque aparecía en todas partes, cabeceara rozando el poste. Incluso un lanzamiento de falta suyo volvió a poner a prueba los reflejos del meta de Cascante. La única ocasión blanquiazul fue una buena maniobra de Aihen que Brais remató muy desviado. En los últimos minutos, con los recién entrados perdiendo balones sin parar, Remiro salvó la igualada hasta en cuatro ocasiones, antes de que en un córner, Aspas controló con comodidad la pelota en el segundo palo, Aidoo recortó a un Cho que por ahora prefiere pasar de largo en casi todo y su disparo se lo encontró Mingueza para batir a puerta vacía. Ver para creer.

Dos partidos en casa y dos empates en un año en el que comenzar fuerte parece más importante que en anteriores por el estreno de la exigente Champions. La vida sin Merino es dura. Y mantener el nivel de exigencia y de mordiente que exige Imanol resulta más que complicado en pleno verano. Pero si vas a fichar a cinco jugadores, como estás vendiendo desde el inicio del mercado, no te puedes lamentar cuando te has llevado dos bofetadas mientras solo puedes utilizar a uno de los refuerzos. Algo no se ha hecho bien y la Liga te lo penaliza sin compasión siempre. En verano y en invierno. Cuando menos te lo esperas. O cuando tu planificación al menos hasta ahora no ha sido la idónea o adecuada. Cero dramas, pero toca espabilar.