Partidos encarados con ocho bajas en la campaña 2022-23: victorias contra Omonia (0-2), Cazalegas (1-4) y Rayo Vallecano (0-2). Duelos disputados sin nueve jugadores del primer equipo: 0-0 en el Bernabéu hace una semana, victoria 2-3 en Granada y meritorio 1-1 en Anoeta contra el Mónaco, estos dos la pasada temporada. Pico histórico de ausencias, diez, en septiembre de 2021: victoria casera frente al Elche (1-0), en un encuentro muy parecido al de este domingo contra el Valladolid. ¿Afectaron las circunstancias ante el Pucela? Claro que sí, faltaría más. ¿Debemos achacar la derrota al poblado estado de la enfermería? Pues no directamente. Con lo que había y con lo que tenía, la Real Sociedad completó una actuación que debería haber resultado suficiente para sumar tres puntos, como sucediera en varios de los encuentros arriba mencionados. Esta vez salió cruz, pero el equipo hizo lo que debía, comprar todos los boletos posibles a la espera de que el caprichoso fútbol procediera al sorteo. Pese a haber adquirido más números que su rival, la escuadra txuri-urdin vio cómo el Gordo viajaba a Zorrilla, algo que, por una mera cuestión de probabilidades, tenía que acabar sucediendo algún día. Porque sí. Y no porque esta vez faltaran otros nueve.

Mucho mérito

Sirvan las primeras líneas de este artículo para ensalzar como merece el partido que firmaron los 16 futbolistas blanquiazules que saltaron al césped. Y sirva también para extender el elogio a todos los jugadores que han contribuido, durante los últimos meses, a cumplir con sobresaliente cada vez que ha asomado una plaga de lesiones. No deja de ser injusto e incluso ingrato. La Real nos ha malacostumbrado a dar el do de pecho en situaciones adversas, cosechando resultados que escapan a la más pura de las lógicas. Y luego, cuando llega por fin el esperable revés, este se atribuye sin titubeos al overbooking en la enfermería, como si perder así fuera norma y no excepción. Regresando al símil de la lotería, parece obvio que los blanquiazules habrían acudido con un mayor número de boletos al sorteo del domingo figurando Silva, Merino, Aritz y Cho (por poner solo cuatro ejemplos) en la convocatoria. Pero insisto en que Imanol y los suyos actuaron como procedía: acudieron al quiosco y se gastaron en participaciones toda la pasta que tenían. Bien.

El Valladolid

Habituados como estamos a ver pasar por Anoeta a equipos que centran gran parte de sus planteamientos en propiciar partidos de mínimos donde nada sucede, lo de Pacheta y su Valladolid significó el otro día un soplo de aire fresco. Fue un equipo valiente con el balón, dibujando osadas salidas de tres y guardioleando con el lateral derecho Luis Pérez. Y fue un equipo atrevido también a la hora de presionar, asumiendo riesgos cada vez mayores con el paso de los minutos. A la Real, ordenada de inicio con un 4-3-3 que recordó a épocas pretéritas, le costó carburar cuando el rival esperó con el bloque medio y dos líneas de cuatro tras Plano y Sergio León. Después, en cuanto el técnico visitante activó a los suyos para lanzarse a la yugular txuri-urdin, el pie derecho de Remiro significó el origen de ofensivas verticales la mar de interesantes. No es que Anoeta asistiera a un torrente de ocasiones, pero las dos de Sorloth y los disparos poco atinados de Kubo significaron un bagaje más que suficiente para merecer ganar. Se perdió. Fútbol.

Ocasión perdida

Que un servidor relativice así la derrota del domingo no es óbice para que reconozca también haber regresado a casa fumando en pipa. Influyó en ello, sobre todo, la sensación de oportunidad perdida. Y esto no afecta solo a los tropiezos previos de Villarreal, Atlético y Betis. Alude, principalmente, al guion de lo que vimos en nuestro estadio, con el propio Sorloth estrellándola en el palo y la Real encajando el gol que encajó. Quince segundos antes del 0-1, un balón llovido del cielo caía sobre las cabezas casi conjuntas de Le Normand e Illarramendi. Ningún rival acechaba, pero faltó comunicación y se molestaron mutuamente, rechazando entre ambos en semi fallo. Después vino el centro desde la derecha y el gol de Larin, quien marcó emparejado en el área con Zubimendi.

¿Pivote o central?

Martín no es central y tampoco pivote. Martín es tan bueno que colocarle una demarcación como apellido se hace injusto por reduccionista. Imanol le prefiere por delante de la defensa, como demuestra el hecho de que apostara el domingo por Barrenetxea como lateral para evitar retrasar al 3. A partir de ahí, hablamos de un jugador perfectamente capacitado para integrar la zaga, sobre todo a la hora de gestionar jugadas como la del gol de Valladolid. Como central, Zubimendi sale perdiendo respecto a Zubeldia si les comparamos actuando a campo abierto y con metros y metros a sus espaldas: más allá de acosar al delantero de turno y de presionar hacia delante, así también toca cuidar la línea de retaguardia y no descolgarse, algo que Martín no tiene del todo automatizado. Sin embargo, protegiendo el área de Remiro y despejando centros laterales, posiblemente resulte más efectivo y contundente que el propio Zubeldia, de ahí que el míster le incruste a menudo atrás para cerrar con línea de cinco. No, la Real no perdió por las bajas. Tampoco por situar como zaguero a su mediocentro.